que yo os le daré después.
[Ilustración: ...y poniendo la mano en la faldriquera, ...]
--¡Bueno es eso, señor, por cierto! ¡Sí, ahí está el real de manifiesto! No
hemos tenido entre todas nosotras un cuarto para hacer la señal de la
cruz, ¿y quiere que tengamos un real?
--Pues dadle alguna valoncica vuestra, o alguna cosita; que otro día nos
volverá a ver Preciosa, y la regalaremos mejor.
A lo cual dijo doña Clara:
--Pues porque otra vez venga, no quiero dar nada ahora a Preciosa.
--Antes si no me dan nada--dijo Preciosa---, nunca más volveré acá.
Mas sí volveré, a servir a tan principales señores; pero trairé tragado
que no me han de dar nada, y ahorraréme la fatiga del esperallo.
Coheche vuesa merced, señor Tiniente; coheche, y tendrá dineros, y no
haga usos nuevos; que morirá de hambre. Mire, señora: por ahí he oído
decir (y aunque moza, entiendo que no son buenos dichos) que de los
oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las
residencias y para pretender otros cargos.
--Así lo dicen y lo hacen los desalmados--replicó el Teniente---; pero el
juez que da buena residencia no tendrá que pagar condenación alguna,
y el haber usado bien su oficio será el valedor para que le den otro.
--Habla vuesa merced muy a lo santo, señor Teniente--respondió
Preciosa---; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias.
--Mucho sabes, Preciosa--dijo el Tiniente---. Calla, que yo daré traza
que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes.
--Querránme para truhana--respondió Preciosa---, y yo no lo sabré ser,
y todo irá perdido. Si me quisiesen para discreta, aún llevarme hían;
pero en algunos palacimás medran los truhanes que los discretos. Yo
me hallo bien con ser gitana y pobre, y corra la suerte por donde el
cielo quisiere.
--Ea, niña--dijo la gitana vieja--, no hables más; que has hablado mucho,
y sabes más de lo que yo te he enseñado; no te asotiles tanto, que te
despuntarás; habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en
altanerías; que no hay ninguna que no amenace caída.
--¡El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo!--dijo a esta sazón el
Tiniente.
Despidiéronse las gitanas, y al irse, dijo la doncella del dedal:
--Preciosa, dime la buenaventura, o vuélveme mi dedal; que no me
queda con qué hacer labor.
--Señora doncella--respondió Preciosa---, haga cuenta que se la he
dicho, y provéase de otro dedal, o no haga vainillas hasta el viernes,
que yo volveré y le diré más venturas y aventuras que las que tiene un
libro de caballerías.
Fuéronse, y juntáronse con las muchas labradoras que a la hora de las
avemarías suelen salir de Madrid para volverse a sus aldeas, y entre
otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las gitanas, y
volvían seguras. Porque la gitana vieja vivía en continuo temor no le
salteasen a su Preciosa.
Sucedió, pues, que la mañana de un día que volvían a Madrid a coger la
garrama con las demás gitanillas, en un valle pequeño que está obra de
quinientos pasos antes que se llegue a la villa, vieron un mancebo
gallardo y ricamente aderezado de camino. La espada y daga que traía
eran, como decirse suele, una ascua de oro; sombrero con rico cintillo y
con plumas de diversas colores adornado. Repararon las gitanas en
viéndole y pusiéronsele a mirar muy de espacio, admiradas de que a
tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo.
El se llegó a ellas, y hablando con la gitana mayor, le dijo:
--Por vida vuestra, amiga, que me hagáis placer que vos y Preciosa me
oyáis aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho.
--Como no nos desviemos mucho, ni no nos tardemos mucho, sea en
buen hora--respondió la vieja.
Y llamando a Preciosa, se desviaron de las otras obra de veinte pasos, y
así en pie, como estaban, el mancebo les dijo:
--Yo vengo de manera rendido a la discreción y belleza de Preciosa,
que después de haberme hecho mucha fuerza para excusar llegar a este
punto, al cabo he quedado más rendido y más imposibilitado de
excusallo. Yo, señoras mías (que siempre os he de dar este nombre, si
el cielo mi pretensión favorece), soy caballero, como lo puede mostrar
este hábito--y apartando el herreruelo, descubrió en el pecho uno de los
más calificados que hay en España---; soy hijo de Fulano--que por
buenos respectos aquí no se declara su nombre---; estoy debajo de su
tutela y amparo; soy hijo único, y el que espera un razonable
mayorazgo. Mi padre está aquí en la Corte pretendiendo un cargo, y ya
está consultado, y tiene casi ciertas esperanzas de salir con él. Y con ser
de la calidad y nobleza
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