corneta.
¡La corneta era yo! ¡Yo cantaba con la corneta en la boca!
Los hombres, los pueblos, las notabilidades[25-2] del arte se 20
agrupaban para oírme....
Aquello era un pasmo, una maravilla....
La corneta se doblegaba entre mis dedos; se hacía elástica, gemía,
lloraba, gritaba, rugía; imitaba al ave[25-3], a la fiera, al sollozo
humano....--Mi pulmón era de hierro.
25 Así viví otros dos años más.
Al cabo de ellos falleció mi amigo.
Mirando su cadáver, recobré la razón....
Y cuando, ya en mi juicio, cogí un día la corneta... (¡qué asombro!), me
encontré con que[25-4] no sabía tocarla....
30 ¿Me pediréis ahora que os haga són[25-5] para bailar?
Madrid, 1854.
LAS DOS GLORIAS (p26)
Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens[26-1]
andaba recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus
afamados discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento,
cuyo nombre no designa la tradición.
05 Poco o nada encontró que admirar el ilustre artista en aquel pobre y
desmantelado templo, y ya se marchaba renegando, como solía, del mal
gusto de los frailes de Castilla la Nueva,[26-2] cuando reparó en cierto
cuadro medio oculto en las sombras de feísima capilla;[26-3] acercóse
a él, y lanzó una exclamación de asombro. Sus discípulos le rodearon al
momento,[26-4] preguntándole:
--¿Qué habéis encontrado, maestro?
--¡Mirad!--dijo Rubens señalando, por toda contestación, al lienzo que
tenía delante[26-5].
15 Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del
Descendimiento.[26-6]
Representaba aquel cuadro la Muerte de un religioso.-- Era éste muy
joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía habían podido
eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos 20 de su celda, velados
ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y
estrechando con la otra, a su corazón, un crucifijo de madera y cobre.
En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que figuraba estar
colgado[26-7] cerca del lecho de que se suponía haber 25 salido el
religioso para morir con más humildad sobre la dura tierra.
Aquel segundo cuadro representaba a una difunta, joven y hermosa,
tendida en el ataúd entre fúnebres cirios y negras y suntuosas
colgaduras.... (p27) Nadie hubiera podido mirar estas dos escenas,
contenida la una en la otra, sin comprender que se explicaban y
completaban recíprocamente. Un amor desgraciado, una esperanza
muerta, un desencanto de la vida, un olvido eterno del mundo: 05 he
aquí el poema misterioso que se deducía de los dos ascéticos dramas
que encerraba aquel lienzo.
Por lo demás, el color, el dibujo, la composición, todo revelaba un
genio de primer orden.
--Maestro, ¿de quién puede ser esta magnífica obra?--preguntaron 10 a
Rubens sus discípulos, que ya habían alcanzado el cuadro.
--En este ángulo ha habido un nombre escrito (respondió el maestro);
pero hace muy pocos meses que ha sido borrado.--En cuanto a la
pintura, no tiene arriba de treinta años, ni 15 menos de veinte.
--Pero el autor....
--El autor, según el mérito del cuadro, pudiera ser Velazquez,[27-1]
Zurbarán, Ribera, o el joven Murillo, de quien tan prendado estoy....
Pero Velazquez no siente de este modo. 20 Tampoco es Zurbarán, si
atiendo al color y a la manera de ver el asunto. Menos aún debe
atribuirse a Murillo ni a Ribera: aquél es más tierno, y éste es más
sombrío; y, además, ese estilo no pertenece ni a la escuela del uno ni a
la del otro. En resumen: yo no conozco al autor de este cuadro, y hasta
juraría 25 que no he visto jamás obras suyas.--Voy más lejos: creo que
el pintor desconocido, y acaso ya muerto, que ha legado al mundo tal
maravilla,[27-2] no perteneció a ninguna escuela, ni ha pintado más
cuadro que éste, ni hubiera podido pintar otro que se le acercara en
mérito.... Ésta es una obra de pura inspiración, 30 un asunto
propio,[27-3] un reflejo del alma, un pedazo de la vida.... Pero.... ¡Qué
idea!--¿Queréis saber quién ha pintado ese cuadro?--¡Pues lo ha pintado
ese mismo muerto que veis en él!
--¡Eh! Maestro.... ¡Vos[27-4] os burláis! (p28) --No: yo me entiendo....
--Pero ¿cómo concebís que un difunto haya podido pintar su agonía?
--¡Concibiendo que un vivo pueda adivinar o representar su 05
muerte!--Además, vosotros sabéis que profesar _de veras_[28-1] en
ciertas Órdenes religiosas es morir.
--¡Ah! ¿Creéis vos?...
--Creo que aquella mujer que está de cuerpo presente[28-2] en el fondo
del cuadro era el alma[28-3] y la vida de este fraile que 10 agoniza
contra el suelo; creo que, cuando ella murió, él se creyó también
muerto, y murió efectivamente para el mundo; creo, en fin, que esta
obra, más que el último instante de su héroe o de su autor (que
indudablemente son una misma persona), representa la profesión de un
joven desengañado de alegrías 15 terrenales....
--¿De modo que puede vivir todavía?...
--¡Sí,
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