rio, que emprendió el segundo piloto de la real armada, D.
Basilio Villarino, internándose hasta muy cerca de Valdivia,
proporciones de los parages que anduvo, esperanzas que prometian los
rios que quedaron por reconocer, y la descubierta que á poco tiempo
hizo el teniente de infantería D. José de Salazar, abriendo camino por
tierra desde dicho puerto de San José á dicho rio, en oficio de 13 de
Octubre del mismo año, expuso al Señor Virey lo importante de ambos
establecimientos; fundando las razones y motivos en estas últimas
resultas, que rebatian las objeciones de los informes y dictámenes, y á
un mismo tiempo manifestando las utilidades que podian sacarse de
ellos. Pero como todo llegó tarde, no bastó á contener la desgraciada
suerte que sufren; que, aunque no tan infelices, como las de Sarmiento
en el estrecho de Magallanes, han tenido casi la misma inutilidad los
gastos, trabajos, pérdidas y muertes que costaron para llevarlas al
estado en que se hallaban al tiempo de su abandono; pues el de San
Julian ya tenia habitaciones para repararse con alguna comodidad de la
inclemencia de los tiempos; cuyo abrigo cortó el escorbuto causado de
los muchos frios de aquel clima. Empezaban á producir sus terrenos,
frutos para mantenerse; los indios cada dia se iban domesticando y
aficionándose á los nuestros, de modo que con fundados motivos podia
esperarse la reduccion dentro de pocos años de estos idólatras al gremio
de nuestra Santa Fé; y por este medio, que tuviera el Rey nuevas
poblaciones de estos naturales, sirviendo el ejemplo de unos para sus
convecinos á tan santo fin. Y ultimamente, con poco mas que se
hubiera gastado, quedaba efectuada la poblacion, y en términos de
subsistir por sí, siempre que se le hubiera podido auxiliar con todo
género de ganados, como único vigor de la agricultura, y alma de los
pueblos. De forma que puede decirse expiró esta poblacion cuando
empezaba á tomar aliento, y á dar unas grandes pruebas de poder
conseguir lo que con tanto anhelo y tan repetidamente ha intentado la
Corte.
Si reflexionamos en las poblaciones de Sierra Morena, encontraremos
una segura hilacion de los esfuerzos y oposiciones que habrán mediado
contra los establecimientos patagónicos. En la formacion de aquellas no
podian mediar las grandes dificultades, riesgos y trabajos, que en los de
estos, por estar en el centro de España, y no carecer de cuanto necesita
el hombre para la conservacion de su vida y desahogo del ánimo en la
sociedad racional. Muy al contrario eran las proporciones de estos
establecimientos. La carne salada, el mal tocino, la miniestra picada, y
las harinas añejas por lo regular han sido el principal sustento de sus
individuos. El trato racional reducido unos á otros, los riesgos muchos
por los indios salvajes, y las habitaciones unos miserables ranchos, ó
barracas de paja, irresistibles á la inclemencia de las estaciones. Véase
pues la desigualdad que média de unas á otras. En las de Sierra Morena
no habia mas que hacer que edificar las casas, operacion muy sencilla
por los muchos materiales y operarios con que fueron sostenidos. Para
el cultivo de las tierras se les facilitaron bueyes domados, y aperos
excelentes que llenaban sus deseos. En las de la costa patagónica de
todo carecíamos: el clima es rigoroso de frios, particularmente en San
Julian, y solo encontrabamos al mayor auxilio donde debia recelarse el
riesgo. Los indios salvages nos sostuvieron y fomentaron en aquel
puerto, socorriendo á los infelices pobladores con la carne de guanaco,
sin cuyo auxilio hubieran perecido, y en el Rio Negro, con las liebres,
caballos y mucho ganado vacuno. Ahora pues, cotejese las ventajas que
gozaban los de Sierra Morena con las infelicidades de los de San Julian
y Rio Negro, y justamente podrá decirse que allí todo era gusto y
alegria, y aquí todo infelicidad y tristeza. No obstante esta desigualdad,
y estar á las inmediaciones de un rey el mas sábio que logra el universo,
se urdieron las intrigas y contradicciones que son notorias, de las cuales
se puede inferir las que habrán mediado en tan dilatado hemisferio,
donde unicamente los dos comisionados han sido y serán unas
inespugnables rocas en sostenerlo.
PARTE SEGUNDA.
La pesca de la ballena, el abasto de sal en la provincia de Buenos Aires,
y proporcionar por este medio el comercio de carnes, de las muchas que
se pierden en los inmensos campos del Rio de la Plata, facilitar puerto
para que arriben nuestros buques que navegan á la mar del sur, y se
haga mas suave y cómoda esta navegacion, abrir camino por agua ó por
tierra para Valdivia y Chile, por donde con menos gastos y riesgos
puede transitarse é introducirse el comercio que logra Buenos Aires; y
ultimamente reparar y extender el que tiene esta capital en
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