Marianela | Page 7

Benito Pérez Galdós
en las minas....
--No, se?or. Yo no sirvo para nada--replicó sin alzar del suelo los ojos.
--Pues a fe que tienes modestia.
Teodoro se inclinó para mirarle el rostro. Este era delgado, muy pecoso, todo salpicado de menudas manchitas parduzcas. Tenía peque?a la frente, picudilla y no falta de gracia la nariz, negros y vividores los ojos; pero comúnmente brillaba en ellos una luz de tristeza. Su cabello dorado-oscuro había perdido el hermoso color nativo por la incuria y su continua exposición al aire, al sol y al polvo. Sus labios apenas se veían de puro chicos, y siempre estaban sonriendo; pero aquella sonrisa era semejante a la imperceptible de algunos muertos cuando han dejado de vivir pensando en el cielo. La boca de la Nela, estéticamente hablando, era desabrida, fea; pero quizás podía merecer elogios, aplicándole el verso de Polo de Medina: ?es tan linda su boca que no pide?. En efecto; ni hablando, ni mirando, ni sonriendo revelaba aquella miserable el hábito degradante de la mendicidad callejera.
Golfín le acarició el rostro con su mano, tomándolo por la barba y abarcándolo casi todo entre sus gruesos dedos.
--?Pobrecita!--exclamó--. Dios no ha sido generoso contigo. ?Con quién vives?
--Con el se?or Centeno, capataz de ganado en las minas.
--Me parece que tú no habrás nacido en la abundancia. ?De quién eres hija?
--Dicen que mi madre vendía pimientos en el mercado de Villamojada. Era soltera. Me tuvo un día de Difuntos, y después se fue a criar a Madrid.
--?Vaya con la buena se?ora!--murmuró Teodoro con malicia--. Quizás no tenga nadie noticia de quién fue tu papá.
--Sí, se?or--replicó la Nela con cierto orgullo--. Mi padre fue el primero que encendió las luces en Villamojada.
--?Cáspita!
--Quiero decir que cuando el Ayuntamiento puso por primera vez faroles en las calles--dijo la muchacha, dando a su relato la gravedad de la historia--, mi padre era el encargado de encenderlos y limpiarlos. Yo estaba ya criada por una hermana de mi madre, que era también soltera, según dicen. Mi padre había re?ido con ella.... Dicen que vivían juntos... todos vivían juntos... y cuando iba a farolear me llevaba en el cesto, junto con los tubos de vidrio, las mechas, la aceitera.... Un día dicen que subió a limpiar el farol que hay en el puente; puso el cesto sobre el antepecho, yo me salí fuera y caíme al río.
--?Y te ahogaste!
--No, se?or; porque caí sobre piedras. ?Divina Madre de Dios! Dicen que antes de eso era yo muy bonita.
--Sí; indudablemente eras muy bonita--afirmó el forastero con el alma inundada de bondad--. Y todavía lo eres.... Pero dime otra cosa. ?Hace mucho tiempo que vives en las minas?
--Dicen que hace tres a?os. Dicen que mi madre me recogió después de la caída. Mi padre cayó enfermo, y como mi madre no le quiso asistir, porque era malo, él fue al hospital donde dicen que se murió. Entonces vino mi madre a trabajar a las minas. Dicen que un día la despidió el jefe porque había bebido mucho aguardiente....
--Y tu madre se fue.... Vamos, ya me interesa esa se?ora. Se fue....
--Se fue a un agujero muy grande que hay allá arriba--dijo Nela, deteniéndose ante el doctor y dando a su voz el tono más patético--y se metió dentro.
--?Canario! ?Vaya un fin lamentable! Supongo que no habrá vuelto a salir.
--No, se?or--replicó la Nela con naturalidad--. Allí dentro está.
--Después de esa catástrofe, pobre criatura--dijo Golfín con cari?o--, has quedado trabajando aquí. Es un trabajo muy penoso el de la minería. Tú estás te?ida del color del mineral; estás raquítica y mal alimentada. Esta vida destruye las naturalezas más robustas.
--No, se?or, yo no trabajo. Dicen que yo no sirvo ni puedo servir para nada.
--Quita allá, tonta, tú eres una alhaja.
--Que no se?or--dijo Nela insistiendo con energía--. Si no puedo trabajar. En cuanto cargo un peso peque?o, me caigo al suelo. Si me pongo a hacer alguna cosa difícil en seguida me desmayo.
--Todo sea por Dios.... Vamos, que si cayeras tú en manos de personas que te supieran manejar, ya trabajarías bien.
--No, se?or--repitió la Nela con tanto énfasis como si se elogiara--; si yo no sirvo más que de estorbo.
--?De modo que eres una vagabunda?
--No, se?or, porque acompa?o a Pablo.
--?Y quién es Pablo?
--Ese se?orito ciego, a quien usted encontró en la Terrible. Yo soy su lazarillo desde hace a?o y medio. Le llevo a todas partes; nos vamos por esos campos paseando.
--Parece buen muchacho ese Pablo.
La Nela se detuvo otra vez mirando al doctor. Con el rostro resplandeciente de entusiasmo, exclamó:
--?Madre de Dios! Es lo mejor que hay en el mundo. ?Pobre amito mío! Sin vista tiene él más talento que todos los que ven.
--Me gusta tu amo. ?Es de este país?
--Sí, se?or, es hijo único de D. Francisco Penáguilas, un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba.
--Dime ?y a ti por qué
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