cuidado! el dar otro paso pudiera seros fatal. Por el amor del Criador, no permanezcais a la orilla de este precipicio.
[Manfredo continua sin oirle.]
MANFREDO.
iHubiera sido un sepulcro digno de Manfredo! mis huesos habrian descansado en paz bajo un monumento semejante, no hubieran quedado sembrados sobre las rocas, viles juguetes de los vientos, como van a serlo, despues que me haya precipitado... iA Dios bovedas celestes; que vuestras miradas no me reprendan mi accion, vosotras no estais hechas para mi! iTierra, yo te restituyo tus atomos!
[Cuando Manfredo va a precipitarse, el cazador le coge y le detiene.]
EL CAZADOR.
iDetente! insensato: aunque te halles fatigado de la vida, no manches nuestros pacificos valles con tu sangre culpable. Ven conmigo, yo no te dejare.
MANFREDO.
Tengo el corazon desolado... Vaya, no me detengas mas... Me siento desfallecer... Las montanas dan vueltas delante de mi como si fuesen turbillones. Yo ceso de vivir... ?Quien eres?
EL CAZADOR.
Yo respondere despues, ven conmigo. Las nubes se apaciguan. Apoyate sobre mi brazo y pon aqui tu pie... Toma este baston y ostente un momento en este arbolito dame la mano y no abandones mi cinto... Poco a poco... Bien ... de aqui a una hora estaremos en la casa en donde se hacen los quesos. Valor; muy luego encontraremos un pasage mas seguro, una especie de sendero abierto por un torrente de invierno... Vamos; ved que esta bueno. Tu hubieras sido un escelente cazador; sigueme....
[Descienden con trabajo por las rocas.]
FIN DEL ACTO PRIMERO.
ACTO II, ESCENA PRIMERA.
[El teatro representa una choza de los Alpes.]
MANFREDO Y EL CAZADOR DE GAMUZAS.
EL CAZADOR.
No, no, permaneced todavia, partireis mas tarde, vuestro espiritu y vuestro cuerpo tienen necesidad de mas descanso. De aqui a algunas horas estareis mejor, os servire de guia, ?pero adonde iremos?
MANFREDO.
Conozco el camino y no necesito guia.
EL CAZADOR.
Vuestros vestidos y vuestro aire anuncian un hombre de un nacimiento distinguido; vos sois sin duda uno de los senores cuyos castillos dominan los valles; ?cual es vuestra morada? Yo no conozco sino la puerta de los palacios de los grandes. Mi modo de vivir me conduce muy rara vez a sus vastos hogares, para sentarme alli al rededor del fuego con sus vasallos; pero los senderos que se dirigen a dichos castillos me son muy conocidos desde mi infancia. ?Cual es el que os pertenece?
MANFREDO.
Poco te importa.
EL CAZADOR.
iY bien! perdonadme mis preguntas; pero dignaos estar mas alegre. Venid a gustar mi vino; es muy viejo: muchas veces me ha confortado el corazon en medio de nuestros hielos; recurrid a el para reanimar vuestro valor. Vamos, bebamos juntos.
MANFREDO.
Separa, separa esa copa; isus bordes estan mojados con sangre! iNo vere nunca esta sangre sepultada bajo la tierra!
EL CAZADOR.
?Que quereis decir? ?vuestros sentidos estan turbados?
MANFREDO.
Digo que es mi sangre, mi propia sangre, la sangre pura que corria en las venas de nuestros padres y en las nuestras, cuando en los primeros dias de nuestra juventud no teniamos sino un corazon, y nos amabamos como no hubieramos nunca debido amarnos. Esta sangre ha sido derramada, pero se eleva eternamente de la tierra y va a tenir las nubes que me cierran la entrada del cielo, en donde tu no estas y en donde yo no estare jamas!
EL CAZADOR.
iHombre singular en tus palabras, a quien sin duda persigue algun remordimiento y a quien el delirio manifiesta las fantasmas! cualesquiera que sean tus terrores y tus penas, todavia hay consuelos para ti en la piedad de los hombres justos y en la paciencia....
MANFREDO.
iLa paciencia! iy siempre la paciencia! esta palabra fue creada para los hombres dociles y no para las aves de presa... Predica la paciencia a los mortales formados con el miserable polvo, yo soy de otra especie.
EL CAZADOR.
iGracias a Dios! yo no quisiera ser de la tuya por la gloria de Guillermo Tell. Pero cualquiera que sea el mal que te oprime, es preciso soportarle, y todos esos movimientos convulsivos son inutiles.
MANFREDO.
Yo le soporto sobradamente. Mirame: yo vivo.
EL CAZADOR.
Tu te agitas con terror, pero no vives.
MANFREDO.
Te respondere que he vivido muchos anos, y que no cuentan por nada en el dia en comparacion de los que me faltan vivir. Veo delante de mi siglos, el infinito, la eternidad, mi conciencia y la sed ardiente de la muerte que me atormenta sin cesar.
EL CAZADOR.
Apenas se reconoce en tu frente la edad de la virilidad, yo cuento muchos mas anos que tu.
MANFREDO.
?Crees que la existencia depende del tiempo? Las acciones; ved nuestras epocas. Las mias han multiplicado mis dias y mis noches al infinito; los han hecho innumerables como los granos de arena de una costa, y los han convertido en un desierto arido y helado alque vienen a espirar las olas que al retirarse no dejan sino cadaveres, escombros de las rocas y algunas yerbas amargas.
EL CAZADOR.
iAy! ha perdido el juicio, pero yo no debo abandonarle.
MANFREDO.
iQue no le haya perdido
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