de prisa, asustado y lloriqueando, entre las sayas de la moza, ya ocupada en servir caldo a los racionales. Juli��n, que empezaba a descalzarse los guantes, se compadeci�� del chiquillo, y, baj��ndose, le tom�� en brazos, pudiendo ver que a pesar del mugre, la ro?a, el miedo y el llanto, era el m��s hermoso angelote del mundo.
--?Pobre!--murmur�� cari?osamente--. ?Te ha mordido la perra? ?Te hizo sangre? ?D��nde te duele, me lo dices? Calla, que vamos a re?irle a la perra nosotros. ?P��cara, malvada!
Repar�� el capell��n que estas palabras suyas produjeron singular efecto en el marqu��s. Se contrajo su fisonom��a: sus cejas se fruncieron, y arranc��ndole a Juli��n el chiquillo, con brusco movimiento le sent�� en sus rodillas, palp��ndole las manos, a ver si las ten��a mordidas o lastimadas. Seguro ya de que s��lo el chaquet��n hab��a padecido, solt�� la risa.
--?Farsante!--grit��--. Ni siquiera te ha tocado la Chula. ?Y t��, para qu�� vas a meterte con ella? Un d��a te come media nalga, y despu��s lagrimitas. ?A callarse y a re��rse ahora mismo! ?En qu�� se conocen los valientes?
Diciendo as��, colmaba de vino su vaso, y se lo presentaba al ni?o que, cogi��ndolo sin vacilar, lo apur�� de un sorbo. El marqu��s aplaudi��:
--?Retebi��n! ?Viva la gente templada!
--No, lo que es el rapaz... el rapaz sale de punta--murmur�� el abad de Ulloa.
--?Y no le har�� da?o tanto vino?--objet�� Juli��n, que ser��a incapaz de beb��rselo ��l.
--?Da?o! ?S��, buen da?o nos d�� Dios!--respondi�� el marqu��s, con no s�� qu�� inflexiones de orgullo en el acento--. D��le usted otros tres, y ya ver��.... ?Quiere usted que hagamos la prueba?
--Los chupa, los chupa--afirm�� el abad.
--No se?or; no se?or.... Es capaz de morirse el peque?o.... He o��do que el vino es un veneno para las criaturas.... Lo que tendr�� ser�� hambre.
--Sabel, que coma el chiquillo--orden�� imperiosamente el marqu��s, dirigi��ndose a la criada.
��sta, silenciosa e inm��vil durante la anterior escena, sac�� un repleto cuenco de caldo, y el ni?o fue a sentarse en el borde del lar, para engullirlo sosegadamente.
En la mesa, los comensales mascaban con buen ��nimo. Al caldo, espeso y harinoso, sigui�� un cocido s��lido, donde abundaba el puerco: los d��as de caza, el imprescindible puchero se tomaba de noche, pues al monte no hab��a medio de llevarlo. Una fuente de chorizos y huevos fritos desencaden�� la sed, ya alborotada con la sal del cerdo. El marqu��s dio al codo a Primitivo.
--Tr��enos un par de botellitas.... De el del a?o 59.
Y volvi��ndose hacia Juli��n, dijo muy obsequioso:
--Va usted a beber del mejor tostado que por aqu�� se produce.... Es de la casa de Molende: se corre que tienen un secreto para que, sin perder el gusto de la pasa, empalague menos y se parezca al mejor jerez.... Cuanto m��s va, m��s gana: no es como los de otras bodegas, que se vuelven az��car.
--Es cosa de gusto--asever�� el abad, reba?ando con una miga de pan lo que restaba de yema en su plato.
--Yo--declar�� t��midamente Juli��n--poco entiendo de vinos.... Casi no bebo sino agua.
Y al ver brillar bajo las cejas hirsutas del abad una mirada compasiva de puro desde?osa, rectific��:
--Es decir... con el caf��, ciertos d��as se?alados, no me disgusta el anisete.
--El vino alegra el coraz��n.... El que no bebe, no es hombre--pronunci�� el abad sentenciosamente.
Primitivo volv��a ya de su excursi��n, empu?ando en cada mano una botella cubierta de polvo y telara?as. A falta de tirabuz��n, se descorcharon con un cuchillo, y a un tiempo se llenaron los vasos chicos tra��dos _ad hoc_. Primitivo empinaba el codo con sumo desparpajo, bromeando con el abad y el se?orito. Sabel, por su parte, a medida que el banquete se prolongaba y el licor calentaba las cabezas, serv��a con familiaridad mayor, apoy��ndose en la mesa para re��r alg��n chiste, de los que hac��an bajar los ojos a Juli��n, biso?o en materia de sobremesas de cazadores. Lo cierto es que Juli��n bajaba la vista, no tanto por lo que o��a, como por no ver a Sabel, cuyo aspecto, desde el primer instante, le hab��a desagradado de extra?o modo, a pesar o quiz��s a causa de que Sabel era un buen pedazo de lozan��sima carne. Sus ojos azules, h��medos y sumisos, su color animado, su pelo casta?o que se rizaba en conchas paralelas y ca��a en dos trenzas hasta m��s abajo del talle, embellec��an mucho a la muchacha y disimulaban sus defectos, lo pomuloso de su cara, lo tozudo y bajo de su frente, lo sensual de su respingada y abierta nariz. Por no mirar a Sabel, Juli��n se fijaba en el chiquillo, que envalentonado con aquella ojeada simp��tica, fue poco a poco desliz��ndose hasta llegar a introducirse entre las rodillas del capell��n. Instalado all��, alz�� su cara desvergonzada y risue?a, y tirando a Juli��n del chaleco, murmur�� en tono suplicante:
--?Me lo da?
Todo el mundo se re��a a carcajadas: el capell��n no comprend��a.
--?Qu��
Continue reading on your phone by scaning this QR Code
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.