1914.]
La ciudad de México,--en cuya Universidad comienza Alarcón sus
estudios por 1592,--fundada según las líneas de la villa española, tenía
ya, a fines del siglo XVI, un carácter propio, impuesto por las
condiciones sociales en que se desarrolló la Conquista. La raza
triunfante vivía de la raza postrada, y todo criollo, por el hecho mismo
de serlo, estaba acostumbrado a portarse como señor. Pronto la
sociedad cobra un tinte de reposada aristocracia, que contrasta
vivamente con el ímpetu aventurero del español recién venido.
Mientras las Indias son para el peninsular algo como un revuelto
paraíso de lucro y de placer, el nativo de ellas las tiene por tierra de
natural nobleza.
Don Juan heredaba, pues, con su nombre, las preocupaciones de una
nobleza añeja y legitima, y el orgullo delicado del criollo español bien
quisto, pariente y amigo de virreyes. Siempre le había de envanecer
este timbre, y más tarde, había de atraerle las burlas de los
desenfrenados ingenios de Madrid. Por toda su obra se nota el rastro
que dejó en su espíritu el trato de la sociedad colonial y el recuerdo de
su vida aristocrática.
Para los tiempos de Alarcón--y aun medio siglo antes, cuando la
describe Francisco Cervantes de Salazar en sus Diálogos latinos--ya
tenía la ciudad de México ese aspecto monumental que, en continuada
tradición, había de hacer de ella la más hermosa ciudad del Nuevo
Mundo. Más tarde, como todos los mexicanos saben, Alejandro de
Humboldt la llamaría la ciudad de los palacios[3]. A través de su
comba lente de poeta, Bernardo de Valbuena nos la hace ver en 1603
revestida de extraordinaria belleza.
[Nota 3: V. sobre la arquitectura de México la obra de Sylvester Baxter,
Spanish-Colonial Architecture in Mexico. Boston, 1901, y la utilísima
de Federico E. Mariscal, La patria y la arquitectura nacional, México,
1915.]
La Universidad de México fué fundada a mediados del siglo XVI, con
todos los privilegios y pompas de la salmantina; y ampliando poco a
poco su plan, llegó a ser una buena copia da su modelo. En tiempos de
Alarcón, conquistada la parte mejor de la tierra, la carrera de las letras
comenzaba a ser más deseable que las de las armas para los hijos de
buena familia que aspiraban a los cargos del Estado.
De España habían ido a servir a la nueva Universidad varones tan
doctos como el mismo Cervantes de Salazar, el jurista Bartolomé Frías
de Albornoz, celebrado por el Brocense, y el filósofo aristotélico Fray
Alonso de la Veracruz, grande amigo de Fray Luis de León. Y ya las
amplias posibilidades de la vida mexicana habían atraído a poetas y
literatos como Gutierre de Cetina, Juan de la Cueva, Eugenio Salazar
de Alarcón, sin contar la multitud de cronistas que acudían a relatar las
que entonces se llamaban "hazañas de la Iglesia". Poco después,
durante la juventud de Alarcón, fueron a México Luis de Belmonte,
Diego Mejía, Mateo Alemán. Y buen testimonio de la cultura propia de
México dan los poetas como Francisco de Terrazas y Antonio de
Saavedra Guzmán. Beristáin, en su Bibliografía (1816-21), cita más de
cien literatos sólo en el siglo XVI, y Fernán González de Eslava, en uno
de sus Coloquios espirituales (1610) hace decir a Doña Murmuración
desenfadadamente que "hay más poetas que estiércol". González de
Eslava--no se sabe si de extracción española--es ya un poeta de
educación mexicana, como asimismo lo fué Bernardo de Valbuena.
La imprenta, cuya actividad comenzara desde 1539, había ya tenido
tiempo de hacer cerca de doscientas publicaciones para fines del siglo
[4].
[Nota 4:--J. García Icazbalceta, Bibliografía Mexicana del siglo XVI,
México, 1886, y José Toribio Medina, La Imprenta en México,
Santiago de Chile, 1907-12.]
El teatro, finalmente, inaugurado por los misioneros para objetos de
catequismo, se desarrolló de tal manera, que ya por 1597 tenía edificio
propio en la casa de comedias de don Francisco de León. Poco después,
al decir de Valbuena, hubo "fiesta y comedias nuevas cada día"[5].
[Nota 5: J. García Icazbalceta, prólogo de los Coloquios Espirituales y
Sacramentales, de Fernán González de Eslava, México, 1887; Luis
González Obregón, México Viejo, 1521-1821, México, 1900; diversas
ediciones de autos mexicanos hechas por F. del Paso y Troncoso; y F.
A, de Icaza, Orígenes del teatro en México, Boletín de la Real
Academia Española, 1915, II, 57-76.]
Así pues, cuando don Juan Ruiz de Alarcón--acabados en aquella
Universidad los estudios de Artes y casi todos los de Cánones,--se
embarcó para la vieja España en 1600, con ánimo de continuar su
carrera en la famosa Salamanca, había ya vivido en un ambiente de
sello inconfundible y propio los veinte primeros años de la vida, que es
cuando se labran para siempre los rasgos de toda psicología normal.
ALFONSO REYES
(Prólogo a la edición Calleja de Páginas escogidas de Alarcón, Madrid,
1918).
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