La copa de Verlaine | Page 6

Emilio Carrère
de epilepsia. Después apuraba su vaso y
tornaba al trabajo, como un sonámbulo.
La manera de escribir, los estimulantes y las íntimas extravagancias de
los escritores célebres son un curioso detalle de su psicología y ofrecen
un gran interés para los lectores. Por eso mismo hemos recogido estos
apuntes anecdóticos esparcidos acá y allá en las biografías y en las
revistas francesas, más curiosas de la vida al detalle de los grandes
hombres que las revistas españolas.

Los argonautas del vellocino de... cobre
SEGURAMENTE vosotros, buenos burgueses, tenderos adinerados y
covachuelistas ecuánimes, no conocéis la moderna cofradía de
titiriteros o piruetistas. Sin embargo, los habéis visto en las aceras de la
Puerta del Sol, y al demandarles su ruta os habrán contestado con un
gesto de amable despreocupación:
--Ya ve usted, por aquí, navegando...
Porque las rúas de la corte son mares procelosos por donde bogan estos
navegantes en busca del vellocino, que suele hallarse en la gaveta de
algún amigo ingenuo y sentimental.
Yo quiero poneros al corriente del pintoresco vocabulario de esta triste
gallofa contemporánea, para que no hagáis mal papel en sociedad, en la
arbitraria sociedad de los nautas de lo imprevisto, funámbulos de la
casualidad y piruetistas de la Puerta del Sol, que es un lugar más
peligroso que Sierra Morena en el período heroico de los bandoleros.
--¿Adonde vas, inmenso poeta?
--Aquí, a la Maison; voy a ver si opero a mi amigaso Panchito Bengalí,
ese escritor americano.

Porque en Madrid hay siempre un americano operable, lo que en tal
germanía o jerigonza quiere decir sujeto que da unas monedas
fácilmente.
Ved un modelo de operación epistolar:
«Señor: Los garbanzos baten el record con Vedrines: se hallan en estos
momentos a dos mil metros de mi estómago desalquilado. ¿No le
parece a usted una absurda paradoja que los garbanzos vuelen? Para
hacerlos aterrizar necesito que usted me tienda un cable de catorce
reales...»
Y el operado no puede menos de admirar un estilo tan literario y tan
metafórico, y da las tres cincuenta.
Llámaseles funámbulos o equilibristas porque su vivir es una cuerda
floja que se tiende a diario de un extremo a otro de la corte, en donde
ellos ejercitan ejercicios muy peligrosos. Lo difícil está en que no se les
vaya un pie y caigan de bruces sobre algún artículo del Código penal.
Sus piruetas consisten en dar un salto mortal y caer en casa de algún
amigo a la hora de comer, y son titiriteros porque trenzan volatines y
corvetas para vender libros viejos y hurtarles otros, en un descuido, a
los mercaderes de libros, aunque este ejercicio mejor estaría llamarlo de
prestomania o magia de salón.
--¿Tienes algún nombre?
Esta es la pregunta de ritual entre los operadores. Quiere decir el
nombre de una persona que dé dinero. El novelista D. José María
Mateu ha sido un gran nombre para la seudobohemia. Gálvez, el
peligro Gálvez, más temible que el peligro amarillo, llegó a visitarle a
las tres de la madrugada--Mateu se acuesta temprano--para pedirle un
montón de calderilla. Mateu, dulce, tímido, con su perilla rubia, que
parece una perilla de teatro, padeció a Losada, el músico orangután, la
bestia lírica--que tenía un gran talento--, y a Granados, la bestia
jurídica, que tras de un discurso leguleyo con considerandos y
resultandos, acababa por pedir cero cincuenta. La gente, por no oír su

oración forense, más aburrida que un artículo de fondo, le daba el
dinero. Otro gran nombre es Reynot. Por su elegante gabinete han
pasado los gabanes más mugrientos, los chapeos más abollados, los
zapatos más ruinosos. Reynot siente una gran satisfacción protegiendo
las letras patrias... con un montoncito de perras gordas. Su tiempo
precioso ha estado dividido entre la filantropía literaria y el servicio de
incendios. En todos los cafetines y los palacios nocherniegos se habla
de este elegante y ex municipal Mecenas con gran encomio.
Los pedigüeños saben bien que a los comerciantes no se les puede sacar
dinero. Son de una brutalidad inconmovible. Os hablan de que el cajón
es menor de edad y otras cosas beocias. Un violinista sin albergue fué a
operar a un tendero gallego, y entró en su almacén tocando la alborada
de Veiga... ¡Y luego dicen que la música domestica a los animales! El
pobre músico tuvo que terminar su melodía y la noche en un banco de
Recoletos.
Para pedir dinero es preciso ser un psicólogo sutil. ¡Nadie lo da
generosamente! Hay que saber explotar la vanidad, el vicio o el secreto
de alguna intimidad tortuosa. El dolor, la miseria, la injusticia no le
interesan al que no las padece. Y esto lo saben los doctores de esas
aulas de tragicomedia que están siempre abiertas en las aceras
cortesanas.
Y estos lamentables bigardos os dirán que son filósofos, cronistas y
poetas. Algunos
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