La Novela de un Joven Pobre | Page 7

Octavio Feuillet
parecer, que por no haber usado de aquella facultad legal, gravitan sobre usted los compromisos que afectan la sucesi��n, aun cuando excedan �� su valor. Por lo tanto, tengo hoy el penoso deber de decirle que ��ste es precisamente el caso en que usted se encuentra. Como se puede ver, en este legajo consta perfectamente que despu��s de vender su finca, bajo condiciones inesperadas, quedar��n todav��a usted y su hermana adeudando �� los acreedores de su se?or padre, la suma de cuarenta y cinco mil francos.
Qued�� verdaderamente aterrado con esta noticia, que exced��a �� mis m��s avanzados c��lculos. Durante un minuto prest�� una atenci��n embrutecida al ruido mon��tono del p��ndulo en que fij�� mis ojos sin miradas.
--Ahora--continu�� el se?or Laubepin, despu��s de un corto silencio,--ha llegado el momento de decirle, se?or marqu��s, que su se?ora madre, en previsi��n de las eventualidades que por desgracia se realizan hoy, me confi�� en dep��sito algunas alhajas cuyo valor se ha estimado en unos cincuenta mil francos. Para impedir que esta corta cantidad, su ��nico recurso en adelante, pase �� manos de los acreedores de la testamentar��a, podemos usar, yo lo creo as��, del subterfugio legal que voy �� tener el honor de exponerle.
--Es enteramente in��til, se?or; me considero muy dichoso en poder, con el auxilio de esa cantidad que no esperaba, saldar ��ntegramente las deudas de mi padre, y le ruego le d�� esa inversi��n.
El se?or Laubepin se inclin�� ligeramente.
--Sea--dijo,--pero me es imposible dejar de observar, se?or marqu��s, que una vez hecho este pago con el dep��sito que est�� en mi poder, no les quedar�� por toda fortuna, �� la se?orita Elena y �� usted, m��s que cuatro �� cinco mil libras, las cuales, al inter��s actual, les dar��n una renta de 225 francos. Sentado esto, s��ame permitido, se?or marqu��s, preguntarle confidencial, amigable y respetuosamente, si ha arbitrado usted alg��n medio de asegurar su existencia y la de su hermana y pupila, y cu��les son sus proyectos.
--Yo no tengo ninguno, se?or, se lo confieso; todos los que hab��a podido formar, son inconciliables con el estado �� que me veo reducido. Si yo fuera solo en el mundo, me har��a soldado; pero tengo �� mi hermana; no puedo tolerar la idea de ver �� la pobre ni?a sometida al trabajo y reducida �� las privaciones. Ella vive dichosa en su convento; es bastante joven para permanecer all�� algunos a?os, yo aceptar��a de todo coraz��n cualquier ocupaci��n que me permitiera, reduci��ndome �� la mayor estrechez, ganar cada a?o el precio de la pensi��n de mi hermana y reunirle un dote para el porvenir.
El se?or Laubepin me mir�� con fijeza.--Para alcanzar tan honorable objeto--contest��me--no debe usted pensar, se?or marqu��s, en entrar, �� su edad, en la trillada carrera de la administraci��n p��blica, y de las funciones oficiales. Le convendr��a un empleo que le asegurase, desde luego, cinco �� seis mil francos anuales de renta. Debo decirle que en el estado de nuestra organizaci��n social no basta estirar la mano para alcanzar este desideratum pero afortunadamente tengo que comunicarle algunas proposiciones que le conciernen y cuya naturaleza puede modificar desde ahora, y sin gran esfuerzo, su situaci��n.
--El se?or Laubepin fij�� en m�� sus ojos con una atenci��n m��s penetrante que nunca y continu��.
--En primer lugar, se?or marqu��s, ser�� para usted el ��rgano de comunicaci��n de un especulador h��bil, rico �� influyente; este personaje ha concebido la idea de una empresa de consideraci��n, cuya naturaleza le explicar�� en seguida y que fracasar�� si no le presta su concurso particular la clase aristocr��tica de este pa��s. ��l cree que si un nombre antiguo �� ilustre como el de usted, figurase en la lista de los miembros fundadores de la empresa, llegar��a �� ganarse simpat��as en las clases del p��blico especial �� quien el prospecto se dirige. En vista de esta ventaja, le ofrece �� usted, desde luego, lo que se llama com��nmente una prima, es decir, diez acciones �� t��tulo gratuito, cuyo valor estimado desde este momento en diez mil francos, es veros��mil que se triplicar�� con el ��xito de la operaci��n. Adem��s...
--Basta, se?or; semejantes ignominias no valen el trabajo que se toma al formularlas.
Vi brillar repentinamente los ojos del anciano bajo sus espesas cejas como si una chispa se hubiera desprendido de ellos. Una d��bil sonrisa despleg�� las r��gidas arrugas de su rostro.
--Si la proposici��n no le agrada se?or Marqu��s--dijo tartajeando,--�� m�� tampoco me gusta; �� pesar de todo, he cre��do de mi deber indic��rsela. He aqu�� otra que tal vez le agradar�� m��s, y que de cierto es m��s aceptable. Entre mis m��s antiguos clientes cuento, se?or, �� un honrado comerciante retirado, poco ha, de los negocios, que vive holgadamente en compa?��a de una hija ��nica, �� la que adora como es natural, y que goza de una aurea mediocritas que aval��o en veinticinco mil libras de
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 70
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.