La Novela de un Joven Pobre

Octavio Feuillet

Novela de un Joven Pobre, by Octavio Feuillet

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Title: La Novela de un Joven Pobre
Author: Octavio Feuillet
Release Date: October 7, 2007 [EBook #22909]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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BIBLIOTECA DE ?LA NACION?
OCTAVIO FEUILLET
LA NOVELA DE UN JOVEN POBRE
BUENOS AIRES
1909
Le roman d'un jeune pauvre, cuya versi��n castiza ofrecemos en este volumen �� los lectores de la Biblioteca, apareci�� en Par��s en 1857. Ten��a el autor entonces treinta y seis a?os; estaba en toda la plenitud de su actividad mental y en todo el hervor de su juventud, y de all�� tal vez el cari?o con que ha trazado la figura de M��ximo Odiot, ese perfecto gentilhombre, cautivador en su brillante pobreza.
Octavio Feuillet, al escribir este libro, debi�� de poner en ��l mucho de s�� mismo, de sus personales y elevados sentimientos--reconocidos por todos sus cr��ticos contempor��neos--y por eso, sin duda, le ha resultado la mejor de sus obras, en donde m��s resaltan sus esenciales cualidades de novelista, creador de escenas y caracteres de ideal nobleza.
Y no tan s��lo es hermosa La novela de un joven pobre por su asunto y la alteza de los sentimientos que en ella act��an, sino que tambi��n sobresale y seduce por las excelencias primorosas del estilo, en que era el autor un magistral art��fice.
Esp��ritu delicado y exquisito, Feuillet hac��a su prosa d��ctil, ��gil, experta. Conoc��a como pocos el arte de elevarse con prudencia, y de transportar al lector sin ocasionarle v��rtigos. Med��a, como con un term��metro, el grado de lirismo que conviene �� la mayor��a del p��blico, y as�� jam��s daba notas que pudieran discordar en la general armon��a de sus producciones. En esto estriba el principal encanto de ellas, que tienen, como distintivo, un perpetuo y uniforme buen gusto.
La novela de un joven pobre es acabado modelo de lo que dejamos dicho. Por eso ser�� siempre un libro nuevo, un libro joven, con la juventud eterna que en el arte tiene todo lo que significa belleza, gracia, fuerza �� elegancia.

LA NOVELA DE UN JOVEN POBRE
?Sursum corda!
Par��s, 20 de abril de 185...
He aqu�� la segunda noche que paso en este miserable cuarto, contemplando melanc��licamente mi apagado hogar, escuchando, con estupidez, los rumores mon��tonos de la calle, y sinti��ndome en medio de esta gran ciudad, m��s solo, m��s abandonado y m��s pr��ximo �� la desesperaci��n que el n��ufrago que lucha en medio del oc��ano sobre su roto pino. ?Basta de cobard��a! Quiero encarar frente �� frente mi destino para quitarle sus trazas de espectro; quiero tambi��n abrir mi coraz��n, donde desborda el pesar, al ��nico confidente cuya piedad no puede ofenderme, �� ese p��lido y ��nico amigo que me contempla... �� mi espejo. Quiero, pues, escribir mis pensamientos y mi vida, no con una exactitud cotidiana y pueril, pero sin omisi��n seria, y sobre todo sin mentira. Apreciar�� mucho este diario: ��l ser�� como un eco fraternal que enga?e mi soledad y me servir��, al mismo tiempo, como una segunda conciencia, advirti��ndome no deje pasar en mi vida ninguna acci��n que mi propia mano no pueda escribir con firmeza.
Busco ahora en el pasado, con triste avidez, todos los hechos, todos los incidentes que hace largo tiempo me hubieran instru��do si el respeto filial, la costumbre y la indiferencia de un feliz ocioso, no hubieran cerrado mis ojos �� toda luz. Me he explicado la melancol��a constante y profunda de mi madre; me explico tambi��n su disgusto por la sociedad, y aquel vestido simple y uniforme objeto ya de las burlas, ya de los enojos de mi padre:--Pareces una sirvienta--le dec��a.
Yo no pod��a dejar de ver que nuestra vida de familia era algunas veces alterada por querellas de car��cter m��s serio, pero jam��s fu�� testigo inmediato de ellas. Los acentos irritados �� imperiosos de mi padre, los rumores de una voz que parec��a suplicar y algunos sollozos ahogados, era todo lo que pod��a oir. Atribu��a estas borrascas �� tentativas violentas �� infructuosas por hacer volver mi madre �� la vida elegante y bulliciosa de que hab��a gustado en otro tiempo, tanto como puede hacerlo una mujer buena; pero en la cual no segu��a ya �� mi padre sino con una repugnancia cada d��a m��s obstinada. Despu��s de estas crisis era raro que mi padre no se apresurara �� comprar alg��n bello dije, que mi madre hallaba bajo su servilleta, al sentarse �� la mesa, y que jam��s usaba. Un d��a, �� la mitad
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