de menor importancia los peñascos de asperón ó de
conglomerado compuestos de fragmentos unidos unos á otros. Donde
quiera que la inclinación del suelo sea favorable á la acción del agua,
ésta disuelve el cemento y abre un canalillo, una estrecha hendidura
que, poco á poco, acaba por partir la roca en dos pedazos. Otras
corrientes de agua han abierto también en las cercanías rendijas
secundarias tanto más profundas cuanto más abundante sea la masa
líquida arrastrada. La roca recortada de ese modo acaba por parecerse á
un dédalo de obeliscos, torres y fortalezas. Hay fragmentos de
montañas cuyo aspecto recuerda ahora el de ciudades desiertas, con
calles húmedas y sinuosas, murallas almenadas, torres, torrecillas
dominadoras, caprichosas estatuas. Aún recuerdo la impresión de
asombro, próximo al espanto, que sentí al acercarme á la salida de un
alfoz invadido ya por las sombras de la noche. Vislumbraba á lo lejos la
negra hendidura, pero, al lado de la entrada, en el extremo del monte,
advertí también extrañas formas que se me antojaron gigantes formados.
Eran altas columnas de arcilla, coronadas por grandes piedras redondas
que desde lejos parecían cabezas. Las lluvias habían disuelto y
arrastrado lentamente el terreno en los alrededores, pero las pesadas
piedras habían sido respeta das, y con su peso daban consistencia á los
gigantescos pilares de arcilla que las sostenían.
Cada promontorio, cada roca de la montaña tiene, pues, su aspecto
peculiar, según la materia que la forma y la fuerza con que resiste á los
elementos de degradación. Nace así infinita variedad de formas que
acrecienta aún el contraste ofrecido en el exterior de la roca por la nieve,
el césped, el bosque y el cultivo. A lo pintoresco de la línea y los
planos se añaden los continuos cambios de decoración de la superficie.
Y sin embargo, poco numerosos son los elementos que constituyen la
montaña y por su mezcla le dan tan prodigiosa variedad de
presentación.
Los químicos que analizan las rocas en sus laboratorios nos enseñan la
composición de los diversos cristales. Nos dicen que el cuarzo es sílice,
es decir, silicio oxidado, metal que, puro, se asemejarla á la plata, y que
por su mezcla con el oxígeno del aire, se ha convertido en roca
blancuzca. Nos dicen también que el feldespato, mica, angrita,
horublenda y otros cristales que se encuentran en gran variedad en las
rocas de la montaña, son compuestos en que se encuentran, con el
silicio, otros metales, como el aluminio y el potasio, unidos en diversas
proporciones y según ciertas leyes de afinidad química, con los gases
de la atmósfera. El monte entero, las montañas vecinas y lejanas, las
llanuras de su base y la tierra en su conjunto, todo ello es metal en
estado impuro; si los elementos mezclados y fundidos de la masa del
globo recobrasen súbitamente su pureza, la tierra se presentaría ante los
ojos de los habitantes de Marte ó de Venus que nos dirigieran sus
telescopios, bajo la apariencia de una bala de plata rodando por las
negruras del cielo.
El sabio, que busca los elementos de la piedra, averigua que todas las
rocas macizas, compuestas de cristales ó de pasta cristalina, son como
el granito, metales oxidados; tales son el pórfido, la serpentina y las
rocas ígneas que brotan del suelo en las erupciones volcánicas, traquita,
basalto, obridiana, piedra pómez; todo es silicio, aluminio, potasio,
sodio y calcio. En cuanto á las rocas dispuestas en tajos ó estratos,
colocadas en capas superpuestas, también son metales, puesto que
proceden en gran parte de la desagregación y nueva distribución de las
rocas macizas. Piedras rotas en fragmentos, cimentadas después de
nuevo, arenas aglutinadas en roca después de haber sido trituradas y
pulverizadas, arcillas que hoy son compactas después de haber sido
disueltas por las aguas, pizarras que no son otra cosa que arcilla
endurecida, todo ello no es más que resto de rocas anteriores, y como
éstas, se componen de metales. Únicamente los calcáreos que forman
tan considerable parte de la corteza terrestre, no proceden directamente
de la destrucción de antiguas rocas; están formados por residuos que
han pasado por los organismos de animales marinos. Han sido comidos
y digeridos, pero no por eso dejan de ser metálicos: su base es el calcio
combinado con el azufre, el carbono y el fósforo. De modo que, gracias
á las mezclas y combinaciones variables, la masa lisa, uniforme,
impenetrable, del metal, ha adquirido formas atrevidas y pintorescas, se
ha ahuecado en hoyos para ríos y lagos, se ha revestido de tierra vegetal,
ha acabado por entrar en la savia de las plantas y en la sangre de los
animales.
Acá y acullá se revela aún el metal puro en las piedras de la montaña.
En medio de los desmoronamientos y á la orilla de las fuentes, vénse
con
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