La Espuma | Page 6

D. Armando Palacio Valdés
ojo, no s�� adonde hubiera parado con la marcha que llevaba.... ?Sabes que estaba empe?ado en que le regalase mis ligas?
--?Jes��s!--exclam�� la ni?a de Calder��n riendo.
--Lo que oyes, hija.... Por supuesto que yo le puse de sucio y de gorrino que no hab��a por d��nde cogerle.... Se march�� muy amoscado, pero ya volver��.
--Tu primo monta muy bien. Le he visto ayer a caballo.
--Lo ��nico que sabe hacer. Las letras le estorban. Se ha examinado ya seis veces de Derecho romano y siempre ha salido suspenso.
--?Qu�� importa!--exclam�� la ni?a de Calder��n con un desprecio que hubiera estremecido a Heinecio en su tumba. Y a?adi�� en seguida:
--?Esos sombreros os los ha hecho Mme. Clement?
--No, los ha encargado mam�� a Par��s por la se?ora de Carvajal, que ha llegado el s��bado.
--Son muy bonitos.
--M��s que los que hace Mme. Clement ya son.
Y se enfrascaron por breves momentos en una pl��tica de moda.
La ni?a de Calder��n, que era bastante fea, pose��a, no obstante, cierto atractivo que proven��a acaso de sus cortos a?os, acaso tambi��n de una boca de labios gruesos y frescos y dientes iguales y blancos, donde la sensualidad hab��a dejado su sello. La ��ltima de Alcudia era una chicuela de temperamento enfermizo, que no ten��a m��s que huesos y ojos.
--Oye--le dijo Esperanza cuando se hubieron cansado de hablar de sombreros--, ?sabes que el ��ltimo d��a que he estado en el colegio les llev�� el retrato de mi hermanito?... Ver��s qu�� paso m��s gracioso. Lo han retratado desnudo, y como tiene aquello descubierto, la hermana Mar��a de la Saleta no quer��a ense?arlo a las ni?as. Las chicas comenzaron a gritar: "?queremos verlo! ?queremos verlo!" ?Sabes lo que hizo entonces? Pues lo fu�� ense?ando con la mano puesta encima, dejando s��lo ver el pecho y la cabeza.
--?Chica, qu�� gracia tiene eso!--exclam�� Pacita soltando la carcajada.
Esperanza la secund��, riendo ambas de tan buena gana que concluyeron por llamar la atenci��n de la tertulia, sobre todo de la marquesa, que volvi�� a dirigir a su hija una mirada sever��sima.
Entraba en aquel momento una se?ora que representaba cuarenta a?os; el rostro, hermoso a��n, pintado, con se?ales impresas m��s que de los a?os, de una vida agitada y galante.
--Aqu�� est�� Pepa Fr��as--dijo sonriendo Mariana, la esposa de Calder��n.
--Eso es; aqu�� est�� Pepa Fr��as--respondi�� con afectado mal humor la misma--. Una mujer que no tiene pizca de verg��enza al poner los pies en esta casa.
Los tertulios rieron.
--?T�� te crees por lo visto que soy de la Inclusa? ?que no tengo casa? Pues s�� que la tengo, Salesas, 60, principal.... Es decir, la tiene el casero.... Pero le pago, lo que no har��n seguramente todos tus inquilinos. Perdone usted, Pinedo; no le hab��a visto.... Y tambi��n tengo mis s��bados ... y no hay tanto calor como aqu�� ?uf! y doy chocolate y t��, y conversaci��n y todo ... lo mismo que aqu��.
Mientras dec��a esto, iba saludando a los circunstantes con semblante furioso. Pero como todos sab��an a qu�� atenerse, re��an.
Era una mujer metida en carnes, los cabellos artificialmente rubios, los ojos un poco saltones, pero hermosos, la boca fresca y sensual; una mujer agradable, en suma, que hab��a tenido y que segu��a teniendo, a pesar de sus a?os, muchos apasionados.
--Lo que no hay--a?adi�� acerc��ndose a la se?ora de Calder��n y d��ndole dos sonoros besos en las mejillas--es una mujer tan ingrataza y tan insignificante como t��.... Por supuesto, que yo no vengo ya a verte a ti, sino a mi se?or D. Juli��n, que alguna vez que otra sube a darme las buenas tardes y a decirme c��mo anda la cotizaci��n.... Y a prop��sito de cotizaci��n, Clementina, dile a tu marido que suspenda aquello hasta que le avise.... Mejor dicho, no le digas nada; yo pasar�� esta noche por tu casa.
--?Pero hija, qu�� l��os traes siempre con el papel y la Bolsa y las acciones!--exclam�� Mariana.
--Pues los mismos que t�� traer��as si no tuvieses un marido tan activo que se encarga de calentarse la cabeza para que t�� la tengas fresca y descansada....
--Vaya, Pepa, no me eche usted piropos, que voy a ponerme colorado--dijo Calder��n.
--No digo m��s que la verdad. ?Si creer��n que es plato de gusto estar pensando en si baja o si sube el papel, escribir cartas y endosos y andar camino del Banco!
--Imagino yo, Pepa--manifest�� el general con sonrisa galante--que por m��s que diga, usted tiene afici��n a los negocios.
--?Imagina usted? ?Qu�� raro!
--No tengo tanta imaginaci��n como usted, pero alguna s��--respondi�� el general un poco molestado por la risa que la frase de Pepa hab��a producido.
Esta Pepa era una mujer que gozaba fama de chistosa en sociedad, aunque realmente su gracia se confund��a a menudo con la desverg��enza. Hablar siempre con rostro enojado, llamar a las cosas por su nombre, por crudo que fuese, decir una fresca al lucero del alba; tales eran las cualidades que hab��an logrado
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