carrera lo que el hábil doctor con el enfermo de que se encarga: lo animan, lo confortan, le prescriben el régimen más propio para su restablecimiento, y le hacen confiar en la conquista de la salud.
Pertenecen á la segunda clase, los críticos para quienes todo es malo, para quienes nadie sabe nada, para quienes nadie debe escribir; que vierten hiel sobre las primeras ilusiones de un alumno de las Musas, que mutilan sin piedad sus composiciones, ensa?ándose en ellas con tanta fé como alevosía, como cristiano contra moro. A éstos no les llamo yo críticos, sino verdugos de los que en tiempos de triste recordacion atenaceaban el cuerpo, sacaban los ojos y cortaban las orejas á los delincuentes... todo con el objeto de decidirlos á la enmienda.
Sin ciencia ni entendimiento para lo primero, me encuentro con demasiado buen corazon para lo segundo, y dejo el libro de mi amigo querido á los que de una clase y de otra no faltan en nuestra república literaria: á los primeros se lo abandono con alegría y confianza; á los segundos... por fuerza se lo entrego.
IV.
Llego aquí fatigado, jadeante, como el que ha hecho una larga jornada, con gusto, pero con precipitacion excesiva, y conozco que he dicho muchas impertinencias, algunas verdades, y varias cosas que podria haber reservado para mejor ocasion... Sin embargo, ya es costumbre (y costumbre mala, de dificilísimo destierro por lo tanto) que al frente de toda nueva publicacion vayan unas cuantas páginas escritas con el objeto de que nadie las lea: Campo ha puesto empe?o en que el prólogo de sus versos lleve mi firma; yo he dejado hablar por cuenta propia al corazon y á la fantasía: y comprendiendo, aunque algo tarde, que mi prólogo podria carecer de interés, por lo ménos, una reflexion me consuela de todas las demás. Si el prólogo no se ha de leer, más vale que sea mio que de una persona autorizada.
CáRLOS COELLO.
INTRODUCCION
MELANCOLíA.
Yo padezco, lector, frecuentemente,?--sin que sepa la causa verdadera?ni si es cosa del cuerpo ó de la mente,--?una tristeza amarga, que inclemente?me domina, me rinde y desespera.
La sangre que en mis venas comprimida?caminaba en raudal impetüoso,?parece detenerse en su carrera,?y sin calor, sin fuerza, empobrecida,?se desliza con paso perezoso?como si en mí la vida se extinguiera.?La luz no hiere con su lumbre pura?mis ojos apagados?donde ántes su fulgor resplandecía,?y á través de una niebla siempre oscura?miro la alegre claridad del dia.
No hay eco que hasta mí llegue distinto,?ni idea que despierte mi entusiasmo;?no hallo placer que excite en mí el instinto,?ni dolor que me saque del marasmo.?Dios, la gloria, el amor, la patria, el arte,?ídolos de mi ardiente desvarío,?sólo me inspiran pesaroso hastío;?que parece domar mi sér inerte?la calma precursora de la muerte.
Un remedio á mi mal buscando en vano,?ya me siento al piano?y recorro con mano perezosa?las teclas de marfil de uno á otro extremo,?modulando en su marcha caprichosa?extra?as melodías?en las que siempre va del alma parte,?llenas de extravagantes fantasías,?sin hilacion, sin formas y sin arte,?brillantes una vez y otra sombrías;?canto salvaje que mi mente eleva?sin que el arte lo cubra con su manto,?que el viento nunca lleva?á donde yo lo envío;?notas de una oracion ó de un lamento?que nadie escuchar quiere,?y que van á perderse en el vacío?ignoradas y solas,?como el grito del náufrago que muere?en el rumor de las revueltas olas.
Ya el exánime cuerpo abandonando?á la extra?a inaccion que le avasalla,?los tristes ojos á la luz cerrando,?sin que la voluntad le oponga valla,?dejo á mi pensamiento libre vuelo;?mas de un sue?o imposible en pos se lanza,?y vaga en loco anhelo?de un recuerdo á un dolor ó á una esperanza,?de una idea á otra idea,?sin conseguir hallar lo que desea.?Ya queriendo fijar mi pensamiento,?sobre el blanco papel la mano puesta,?expresar con palabras mi ánsia intento;?y comienzo novelas y canciones,?y poemas, y dramas, y cien cosas?que no pasan jamás de tres renglones.?Fragmentos que conservo en mi cartera,?que leo con el alma estremecida,?porque en esos fragmentos está entera?la historia de mi vida.
Mas todo en vano: ni en los dulces sones?de la rica armonía,?ni en las anchas regiones?donde mi pensamiento desvaría,?llenas de luz, de amor y de belleza,?puedo encontrar alivio á mi tristeza.
Si vuelvo á Dios el ánimo contrito?y piedad de mi pena le demando?con humilde fervor y acento blando,?el aliento maldito?de la duda cobarde y acerada?á envenenar mis pensamientos viene,?y en mis labios detiene?Una oracion apenas comenzada.
Vuelvo entónces los ojos á la tierra?y de mí se apodera horrible espanto?al ver los séres que en su seno encierra.?Unos con rabia atroz, otros con llanto,?alzan al cielo punzador gemido,?y el de unos en el de otros confundido,?en concierto infernal, que crece y crece?como el mar al alzarse enfurecido,?hacen llegar sin tregua hasta mi oido?un grito de dolor que me enloquece.
Por fin, tras largas horas?de ignorado martirio, el mal se aleja?trocándose en
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