cual tuvo que abreviar precipitadamente su viaje para el suelo espa?ol.
Ya habian comenzado los dias de 1502, cuando hicieron su entrada en Espa?a por Fuenterrabia. En esta capital los aguardaba segun recomendacion de D. Fernando y Do?a Isabel, Don Bernardo de Sandoval y Rojas, que los acompa?ó por Burgos, Valladolid y Madrid á Toledo, punto donde estaban convocadas las Córtes generales del reino, y donde despues fueron jurados herederos de la corona de Espa?a, que segun cálculo, fue el 22 de mayo del mismo a?o 1502. Despues pasaron á ser jurados igualmente á los reinos de Aragon y Valencia, en cuyo viaje les acompa?aron sus padres.
De regreso ya de esta espedicion hubo que detenerse en Alcalá de Henares á consecuencia de encontrarse próxima á parir Do?a Juana. Todas las fiestas que se preparaban en la córte á los herederos archiduques, tuvieron que suspenderse para ejecutarlas luego con el doble objeto del nuevo alumbramiento de un príncipe, el cual tuvo efecto, el dia 10 de marzo de 1503 con el nacimiento del infante Don Fernando quien sucedió despues al emperador Cárlos V en el imperio de Alemania.
Las ocurrencias que habia por entonces en los estados de Felipe el Hermoso, no le permitian continuar por mas tiempo en Espa?a: asi es que determinó ponerse en marcha al instante, aun en contra de su voluntad, no bastando ni los ruegos de su madre, ni los de Do?a Juana para hacerle desistir de su empe?o. Desde esta época fatal data la locura de la madre de tantos reyes. Desde este tiempo fue tan desgraciada una muger digna de mejor suerte. Cualquier persona que sepa lo que son los celos, podrá juzgar de los que tenia Do?a Juana, pues se presumia que hasta su sombra iba á arrebatarle un esposo tan querido. Felipe por su parte la habia pagado con justo valor el amor que depositara en él; mas se le iba estinguiendo, no le entusiasmaban ya los repetidos halagos de su esposa, y por esto no le causaba sentimiento su partida, verificándola aun antes de que esta se hallase repuesta de la indisposicion de su parto.
En la comitiva que acompa?ó á Do?a Juana, formando su servidumbre, cuando pasó á Flandes para efectuar sus bodas, iba una jóven, que era la admiracion de todos. Rubia poseia una hermosura agradable y seductora, graciosa en demasia, y de un talento estraordinario. El hallarse en el palacio de los archiduques, motivó que Felipe el Hermoso de vuelta de Espa?a, una vez desembarazado de los halagos sin límites de Do?a Juana, la mirase con tal adhesion, que al fin concluyó por apasionarse ciegamente de los atractivos de la rubia espa?ola, cuya magnífica cabellera dorada llegó á seducir su corazon.
No tardó mucho en sucumbir á las reiteradas instancias de Felipe, la que pocos dias hacia no era mas que una sirviente y que ahora ocupaba el lugar de una reina. La murmuracion y la envidia empezó á sentirse en palacio, y por consiguiente no duró mucho sin que se divulgase este acontecimiento, de tal manera, que con la mayor rapidez vino la noticia á Espa?a, y al momento se enteraron las personas reales.
?Será posible esplicar lo que padeció Do?a Juana al ser sabedora de esta noticia? Esta y no otra fue lo que privó á la archiduquesa de su razon hasta que dejó de existir. Este y no otro fue el mas agudo pu?al que introdujera Felipe en su amante pecho. Deténgase cualquiera que haya amado en este punto, y considere la fiebre devoradora que se apoderaria de un carácter tan firme y enérgico como el de Do?a Juana. Tormentos indecibles sufria; tormentos que turbaban su razon hasta el dilirio: hasta no querer abrazar á lo que mas queria en el mundo despues de su esposo, que eran sus hijos. Su rostro siempre triste y demudado, revelaba los atroces tormentos que esperimentaba: su errante mirada parecia como querer distinguir un objeto, el cual encontrado, apartaba su vista, colmándolo de improperios é imprecaciones; huia de todas las personas y no preferia mas que la soledad: en esta hallaba distraccion, dedicando su pensamiento á Felipe, á pesar de serle infiel. Con este motivo determinó abandonar la Córte, y retirarse á la Mota de Medina del Campo, por estar íntimamente persuadida de que en este lugar se veria libre de los observadores cortesanos, y poder desde alli escribir á la reina Isabel, su madre, noticiándola de su última resolucion, que era la de partir á la mayor brevedad á Flandes, para de esta suerte volver á ser due?a del corazon de su esposo, y destruir cuanto antes el amor que hubiera depositado en la rubia espa?ola. La reina Isabel, antes que su hija, estaba enterada de todo; conocia perfectamente el ardiente amor que esta profesaba á su marido, y presumiéndose que tal vez
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