Fortunata y Jacinta | Page 3

Benito Pérez Galdós
tan discreta y delicada, que no se atrev��a a elogiarle delante de sus amigas, sospechando que todas las dem��s se?oras hab��an de tener celos de ella. Si esta pasi��n de madre daba a Barbarita inefables alegr��as, tambi��n era causa de zozobras y cavilaciones. Tem��a que Dios la castigase por su orgullo; tem��a que el adorado hijo enfermara de la noche a la ma?ana y se muriera como tantos otros de menos m��rito f��sico y moral. Porque no hab��a que pensar que el m��rito fuera una inmunidad. Al contrario, los m��s brutos, los m��s feos y los perversos son los que se hartan de vivir, y parece que la misma muerte no quiere nada con ellos. Del tormento que estas ideas daban a su alma se defend��a Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulc��simo como chismes tra��dos por el ��ngel de la Guarda, le dec��a que su hijo no morir��a antes que ella. Los cuidados que al chico prodigaba eran esmerad��simos; pero no ten��a aquella buena se?ora las tonter��as dengosas de algunas madres, que hacen de su cari?o una man��a insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de ��l. No trataba a su hijo con mimo. Su ternura sab��a ser inteligente y revestirse a veces de severidad dulce.
?Y por qu�� le llamaba todo el mundo y le llama todav��a casi un��nimemente Juanito Santa Cruz? Esto s�� que no lo s��. Hay en Madrid muchos casos de esta aplicaci��n del diminutivo o de la f��rmula familiar del nombre, aun trat��ndose de personas que han entrado en la madurez de la vida. Hasta hace pocos a?os, al autor cien veces ilustre de Pepita Jim��nez, le llamaban sus amigos y los que no lo eran, Juanito Valera. En la sociedad madrile?a, la m��s amena del mundo porque ha sabido combinar la cortes��a con la confianza, hay algunos Pepes, Manolitos y Pacos que, aun despu��s de haber conquistado la celebridad por diferentes conceptos, contin��an nombrados con esta familiaridad democr��tica que demuestra la llaneza castiza del car��cter espa?ol. El origen de esto habr�� que buscarlo quiz�� en ternuras dom��sticas o en h��bitos de servidumbre que trascienden sin saber c��mo a la vida social. En algunas personas, puede relacionarse el diminutivo con el sino. Hay efectivamente Manueles que nacieron predestinados para ser Manolos toda su vida. Sea lo que quiera, al venturoso hijo de D. Baldomero Santa Cruz y de do?a B��rbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dir��n quiz�� hasta que las canas de ��l y la muerte de los que le conocieron ni?o vayan alterando poco a poco la campechana costumbre.
Conocida la persona y sus felices circunstancias, se comprender�� f��cilmente la direcci��n que tomaron las ideas del joven Santa Cruz al verse en las puertas del mundo con tantas probabilidades de ��xito. Ni extra?ar�� nadie que un chico guapo, poseedor del arte de agradar y del arte de vestir, hijo ��nico de padres ricos, inteligente, instruido, de frase seductora en la conversaci��n, pronto en las respuestas, agudo y ocurrente en los juicios, un chico, en fin, al cual se le podr��a poner el r��tulo social de brillante, considerara ocioso y hasta rid��culo el meterse a averiguar si hubo o no un idioma ��nico primitivo, si el Egipto fue una colonia bracm��nica, si la China es absolutamente independiente de tal o cual civilizaci��n asi��tica, con otras cosas que a?os atr��s le quitaban el sue?o, pero que ya le ten��an sin cuidado, mayormente si pensaba que lo que ��l no averiguase otro lo averiguar��a... ?Y por ��ltimo --dec��a--pongamos que no se averig��e nunca. ?Y qu��...??. El mundo tangible y gustable le seduc��a m��s que los incompletos conocimientos de vida que se vislumbran en el fugaz resplandor de las ideas sacadas a la fuerza, chispas obtenidas en nuestro cerebro por la percusi��n de la voluntad, que es lo que constituye el estudio. Juanito acab�� por declararse a s�� mismo que m��s sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir, o sea aprendiendo en los libros y en las aulas. Vivir es relacionarse, gozar y padecer, desear, aborrecer y amar. La lectura es vida artificial y prestada, el usufructo, mediante una funci��n cerebral, de las ideas y sensaciones ajenas, la adquisici��n de los tesoros de la verdad humana por compra o por estafa, no por el trabajo. No paraban aqu�� las filosof��as de Juanito, y hac��a una comparaci��n que no carece de exactitud. Dec��a que entre estas dos maneras de vivir, observaba ��l la diferencia que hay entre comerse una chuleta y que le vengan a contar a uno c��mo y cu��ndo se la ha comido otro, haciendo el cuento muy a lo vivo, se entiende, y describiendo la cara que pon��a, el gusto que le
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