Florante | Page 9

Francisco Balagtas
dolor que en mis entrañas no consigo
acallar;
murió mi madre ¡ay, qué gran desdicha!
esta fue la primera
que amargó mi vida.
236.
Me recogieron muerto por la lectura
de la carta escrita con mortal
pluma.
¿Y has tenido valor, padre mío, de escribir
lo que ha de
quitar la vida de tu querido hijo?
237.
Dos horas, poco más o menos, que perdí
el ánimo, sin saber dónde
me hallaba
y, no fuera por los auxilios de mis camaradas,
no
conversarías hoy conmigo.

238.
Recobrado del accidente, aquí del agobio;
mis dos ojos se
convirtieron en fuentes,
y si los ¡ay! ¡ay, madre! cejaban,
era
porque había dejado de respirar.
239.
En aquel tiempo creía
que el mundo había desaparecido para mí
que
estaba aislado en medio de mis pesadumbres,
luchando con la propia
existencia.
240.
Mi cruel tormento despreció
la tranquilizadora voz de mi maestro,

ni las lágrimas de los condolidos camaradas
mitigaron el dolor que
cabalgaba sobre mis hombros.
241.
Desacató los dictados de la justicia
la harta agrura del dolor,
y
bastaba una punzada del pesar ufano
para enajenar toda mi paciencia.
242.
Diríase que por la fogosidad de su ímpetu,
era preferible que el pecho
se desencajara,
para que el veneno que criaba
se llevase la sangre en
su estallido.
243.
Muy cerca de dos meses que no gustaba
sabor de reposo ni
entretenimiento,
cuando la segunda carta de mi padre llegó
con el
barco que venía por mí.
244.

La carta ordenaba que embarcase inmediatamente
y retornase a la
patria Albania;
cuando me despedí de mi maestro,
Florante, dijo, mi
encargo ten presente:
245.
No te descuides, y sé cauto
con la celada que te ha de armar el conde
Adolfo;
huye de él como de un basilisco,
cuya mirada es muerte
para tí.
246.
Si a tu llegada te recibe
con rostro alegre y muestras de aprecio,
tu
cautela sea mayor, y por taimado enemigo
le tengas y con quien
habrás de lidiar.
247.
Pero no le des a entender
que al cabo estás de sus negros propósitos;

prepara secretamente el arma
con que habrás de defenderte en el
día de la lucha.
248.
Dicho esto, se le cayeron las lágrimas,
me abrazó fuertemente,
y,
por último encargo, "benjamín, sé sufrido,
que te esperan muchas
penalidades."
249.
Comenzarás ya a luchar
en el mundo, criadero de brillante bellaquería;

no terminó, y, de tristeza,
contuvo la lengua y enmudeció.
250.
Abatidos ambos nos separamos;
mis condiscípulos lloraban,

Minandro se desesperaba,
por lo mismo que era fiel camarada.

251.
Del enlace de nuestros hombros
el queridísimo amigo no lograba
desasirse,
hasta que le permitió seguirme
nuestro maestro, su tío.
252.
Al cabo, las despedidas tuvieron fin,
entre sollozos de unos y otros;

y, con el ruido y alboroto de los "adiós",
los suspiros se entreveraron.
253.
Hasta el embarcadero me acompañaron
nuestro maestro y los
compañeros que dejaba,
sopló el viento y pronto se apartó
de la
playa de Atenas nuestro barco.
254.
Semejaba a saeta disparada
la velocidad de nuestra proa navegando,

así que, en breve tiempo, mis pies pisaron
la playa de la ciudad de
Albania.
255.
Al desembarcar, presto me dirigí a la quinta,
sin separarse de mí el
amigo fidelísimo;
al besar las manos de mi señor padre,
se hizo
agudo el dolor que por mi madre padecía.
256.
Sangró nuevamente la herida del corazón,
superando el pesar que
irrumpió al primero,
y a las lágrimas caídas siguieron:
"¡Ay padre!"
al mismo tiempo que el saludo "¡ay, benjamín!"
257.
En pocas palabras, la dicha nuestra de mi padre
quedó ahogada por la

dureza de un singular dolor,
alcanzándonos todavía abrazados
el
embajador del pueblo de Crotona.
258.
Venía ya del palacio real
y de comunicar al rey su objeto,
portando
una carta para mi padre venerado,
de puño y letra de su suegro el
monarca.
259.
Pedía auxilio, sobresaltado:
el reino de Crotona estaba sitiado por el
enemigo;
mandaba el ejército el famoso en destreza,
general
Osmanlic, héroe de Persia.
260.
Según fama, era éste segundo
de su Príncipe, cuyo valor era asombro
del orbe:
Aladín, terror de los guerreros,
tu compatriota que admiro.
261.
Aquí se sonrió el moro con quien platicaba,
y al que hablaba contestó
con mesura:
Raras son--decía--las noticias que resultan ciertas,
y,
dado que lo sean, son muchas las adiciones.
262.
Y lo que con frecuencia acrece, además, el valor,
es la
desmoralización del enemigo;
un guerrero a quien la suerte depare
una victoria,
fatigará seguramente a la fama, y le cobrarán miedo.
263.
Si en valor goza fama Aladín,
también tiene vida que perder,

créeme que vale lo que tú
en desdichas y tormentos.

264.
Contestó Florante: ¡Ojalá que no corra
el guerrero célebre mi suerte
impía!
Que para el enemigo mismo no deseo
la clase de infortunio
que deploro.
265.
Sabida por mi padre aquella desgracia,
que al reino de Crotona
amenazaba destrucción,
me llevó consigo y compareció
inmediatamente
ante el rey Linceo que tenía ejército preparado.
266.
Al comenzar a subir las escaleras
del palacio repleto de joyas y
riqueza,
salió a nuestro encuentro el noble rey,
abrazó a mi padre y
diome la mano.
267.
Dijo: ¡Oh, duque! esta alhaja
guarda parecido con el ilustre guerrero;

lo soñé y te avisé
que sería el sostén de mi cetro y reino.
268.
¿Quién es éste y de qué ciudad viene?
La contestación de mi padre:
"Es
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