Florante | Page 7

Francisco Balagtas
sol sus bulliciosos rayos,[25]?me entretenía cerca del bosque?con una junta de camaradas.
187.
Hasta ponerse en el cénit?el rostro de Febo, imposible de mirar a hito,?recogía la alegría,?ofrenda de la generosa solanera.
188.
Recibía lo que esparcía?el perfume alegrante de las flores,?jugaba con mi propia sombra,?la tímida brisa y las avecillas volanderas.
189.
Cuando divisaba alguna pieza?en el cercano, talludo monte,?rápidamente armaba la flecha en el arco?y de un flechazo, al punto, quedaba atravesada.
190.
Cada uno de la comitiva pujaba por ser?el primero en agavillar lo que mataba,?y las espinas del zarzal no se sentían,?porque la alegría les inmunizaba.
191.
Ciertamente era de ver?los caracoleos de los de la reata,?y, si conseguían atrapar el cadáver del animal,??qué de tararira resonante dentro del calvero!
192.
Si del arco-juguete me cansaba,?me sentaba al lado del manantial corriente,?y me miraba en el cristal de sus aguas,?aspirando la frescura que regalaba.
193.
Me eran aquí embeleso las cantigas suaves?de las náyades que holgaban en el arroyo,[26]?los sonidos de la lira que acompa?aban las canciones[27]?eficaz sedante eran de la melancolía.
194.
Por la dulzura inefable de los timbres?de las alegres ninfas que recitaban,[28]?quedaban atraídas las voladoras?aves de toda especie, a cuál más hermosa.
195.
Así que en la rama del árbol que extendía sus brazos?sobre el delicioso arroyo venerado[29]?por el pagano ciego, rebrincaban,?oyendo los cármenes dialogados.
196.
?Para qué he de narrar las alegrías?de mi infancia, harto prolijas??El amor de mi padre fue la causa?de que dejase yo aquel bosque de paz.
197.
Tengo para mí que, respecto al amor,?al ni?o no debe criarse en la holgura,?que el que a la alegría se acostumbra,?cuando crezca no ha de esperar dicha.
198.
Y porque el mundo valle es de lágrimas,?los hombres han menester de fortaleza del corazón;?si la alegría dice mal con la adversidad,??con qué entonces se hará frente a la crueza del dolor?
199.
El hombre dado a entretenimientos y placeres,?flaco es de corazón y harto susceptible,?aprehensión no más del desasosiego?que avecina, ya no sabrá cómo arreglárselas.
200.
Cual planta criada en el agua,?que las hojas se ajan al menor desriego,?y la agosta un momento de calor;?así es el corazón que en la alegría se imbuya.
201.
La más peque?a contrariedad se trueca en grande,?por la inexperiencia del corazón en sobrellevarla,?cuando, en el mundo, no hay abrir y cerrar de ojos,?en que el hombre no tropiece.
202.
Los que en las comodidades se crían, desnudos?de discurso y bondad andan, y de consejo horros;?acre fruto es del falso aprecio,?el desmedido amor de los padres a los hijos.
203.
De la muletilla "benjamín" y del insensato cari?o,?lo que pervierte al ni?o, nace,?tal vez, algo de la negligencia?de los que deben ense?ar perezosos padres.
204.
Todo esto sabíalo mi padre,?así que las lágrimas de mi madre desatendió,?y me envió a Atenas[30]?para que mi ciega inteligencia allí se abriera.
205.
Mi educación la encomendó?a un prudente y sabio maestro,?de la raza de Pitaco, por nombre Antenor;[31]?mi tristeza no era para decir, cuando allí arribé.
206.
Un mes largo de talle que no probé bocado,?que las lágrimas no resta?aban,?pero tuve paz, merced a la buena voluntad?del ilustre maestro que me educó.
207.
De entre los estudiantes que allí alcancé,?de mi edad y juventud,?uno era Adolfo, mi paisano,?hijo del conde Sileno, de alta fama.
208.
Sus a?os excedían en dos?a los que llevaba de once,?era el de más prestigio en la escuela,?y el más hábil de los compa?eros.
209.
Pulcro y nada díscolo,?solía andar con los ojos bajos,?mesurado en el hablar y poco amigo de querellas,?aun con la injuria, no salía de quicio.
210.
En fin, en prudencia era modelo?de la estudiantil compa?ía;?ni en obra ni en dichos podría cogérsele?nimiedad en desdoro del buen comedimiento.
211.
Como que ni la sagacidad de nuestro maestro,?ni su experiencia de las cosas del mundo,?pudieron calar la profundidad y las tendencias?secretísimas del taimado corazón de Adolfo.
212.
Yo, que desde la infancia aprendí?de mi padre aquella rectitud ajena al qué dirán;?(aquella que frutos da de bendición,?que inclinan al corazón al amor y al respeto).
213.
De la que era admiración de la escuela,?rectitud de Adolfo mostrada,?no cataba aquella dulzura que?de los caracteres de mi padre y de mi madre eran sabroso fruto.
214.
Mi corazón inclinábase a amarle,?no sé qué repugnancia mutua?nos tuvimos Adolfo y yo;?percibíalo, aunque no daba con la causa.
215.
Corrieron los días, y la infancia?de mi aprendizaje fue,?mi prudencia se afirmó y la sabiduría?alumbró mi ciego entendimiento.
216.
Llegué a la raíz de la Filosofía,?la Astrología conocí,?y me hice diestro en el asombroso?y útil conocimiento de las Matemáticas.
217.
A los seis a?os de curso,?estas tres disciplinas del saber llegué a abrazar,?mis camaradas se asombraron,?incluso el maestro, cuyo contento no era poco.
218.
Mi aprovechamiento pareció increíble,?aun a Adolfo dejé en medio de la senda,?y la ruidosa fama difundidora,?lo trompeteó en todo Atenas.
219.
Así que fui la comidilla?y materia de conversaciones;?desde el ni?o al más anciano?tuvieron conocimiento de mi nombre.
220.
Cayósele entonces a mi paisano?la máscara de humildad con que se disfrazaba;?humildad ficticia,?que se conocía no ser ingénita en Adolfo.
221.
Súpose que, si se vistió?de humildad insincera,?era para a?adir al buen entendimiento?la honra de ser manso y bueno.
222.
Este secreto se descubrió cuando?llegó el día de honesta holganza,?porque
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