Filosofia fundamental | Page 9

Jaime Balmes
en
nada pueden influir en el fenómeno de la certeza. Lo que se dice con
respecto á producirla, puede extenderse al intento de consolidarla.
¿Cuándo han tenido ó tendrán ni ocasion ni tiempo el comun de los
hombres, para ocuparse de semejantes cuestiones?
[34.] Si algo hubiera podido producir la filosofía en esta parte, habria
sido el escepticismo; pues que la variedad y oposicion de los sistemas
eran mas propias para engendrar dudas que para disiparlas.
Afortunadamente, la naturaleza se resiste al escepticismo de una
manera insuperable; y los sueños del gabinete de los sabios no
trascienden á los usos de la vida del comun de los hombres, ni aun de
los mismos que los padecen ó los fingen.
[35.] El objeto mas razonable que en esta cuestion puede proponerse la
filosofía es el examinar simplemente los cimientos de la certeza, solo
con la mira de conocer mas á fondo al espíritu humano, sin lisonjearse
de producir ninguna alteracion en la práctica: á la manera que los

astrónomos observan la carrera de los astros, y procuran averiguar y
determinar las leyes á que está sujeta, sin que por esto presuman poder
modificarlas.
[36.] Mas aun en esta suposicion, se halla la filosofía en situacion nada
satisfactoria: porque si recordamos lo que arriba se lleva establecido,
echaremos de ver que la ciencia observa un fenómeno real y verdadero,
pero le da una explicacion gratuita, haciendo de él un análisis
imaginario.
En efecto, se ha demostrado con la experiencia que nuestro
entendimiento no se guia por ninguna de las consideraciones que tienen
presentes los filósofos; su asenso, en los casos en que va acompañado
de mayor certeza, es un fruto espontáneo de un instinto natural, no de
combinaciones; una adhesion firme arrancada por la evidencia de la
verdad, ó la fuerza del sentido íntimo ó el impulso del instinto, no una
conviccion producida por una serie de raciocinios; luego esas
combinaciones y raciocinios, solo existen en la mente del filósofo, mas
no en la realidad; luego cuando se quieren señalar los cimientos de la
certeza, se indica lo que tal vez pudiera ó debiera haber, pero no lo que
hay.
Si los filósofos se guiasen por sus sistemas y no se olvidasen ó no
prescindiesen de ellos, tan pronto como acaban de explicarlos, y aun
mientras los explican, pudiera decirse que si no se da razon de la
certeza humana, se da de la certeza filosófica; pero limitándose los
mismos filósofos á usar de sus medios científicos, solo cuando los
desenvuelven en sus cátedras, resulta que los pretendidos cimientos son
una pura título que poco ó nada tiene que ver con la realidad de las
cosas.
[37.] Esta demostracion de la vanidad de los sistemas filosóficos en lo
tocante á los fundamentos de la certeza, lejos de conducir al
escepticismo, lleva á un punto directamente opuesto: porque
haciéndonos apreciar en su justo valor la vanidad de las cavilaciones
humanas, y comparando su impotencia con la irresistible fuerza de la
naturaleza, nos aparta del necio orgullo de sobreponernos á las leyes
dictadas por el Criador á nuestra inteligencia, nos hace entrar en el
cauce por donde corre la humanidad en el torrente de los siglos, y nos
inclina á aceptar con una filosofía juiciosa, lo mismo que de todos
modos nos fuerzan á aceptar las leyes de nuestra naturaleza (III).

#CAPÍTULO IV.#
SI EXISTE LA CIENCIA TRASCENDENTAL EN EL ÓRDEN
INTELECTUAL ABSOLUTO.
[38.] Los filósofos han buscado un primer principio de los
conocimientos humanos: cada cual le ha señalado á su manera, y
despues de tanta discusion, todavía es dudoso quién ha acertado, y
hasta si ha acertado nadie.
Antes de preguntar cuál era el primer principio, era necesario saber si
existia. Esta última cuestion no puede suponerse resuelta en sentido
afirmativo, pues como veremos luego, es susceptible de diferentes
resoluciones segun el aspecto bajo el cual se la mira.
El primer principio de los conocimientos puede entenderse de dos
maneras: ó en cuanto significa una verdad única de la cual nazcan todas
las demás; ó en cuanto expresa una verdad cuya suposicion sea
necesaria, si no se quiere que desaparezcan todas las otras. En el primer
sentido se busca un manantial del cual nazcan todas las aguas que
riegan una campiña; en el segundo, se pide un punto de apoyo para
afianzar sobre él un gran peso.
[39.] ¿Existe una verdad de la cual dimanen todas las otras? En la
realidad, en el órden de los seres, en el órden intelectual universal, sí;
en el órden intelectual humano, nó.
[40.] En el órden de los seres hay una verdad orígen de todas; porque la
verdad es la realidad, y hay un Ser, autor de todos los seres. Este ser es
una verdad, la verdad misma, la plenitud de verdad; porque es el ser por
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