Filosofia fundamental | Page 2

Jaime Balmes
humana se descubren en el exámen de las
cuestiones sobre la certeza.
Al descender á las profundidades á que estas cuestiones nos conducen,
el entendimiento se ofusca y el corazon se siente sobrecogido de un
religioso pavor. Momentos antes contemplábamos el edificio de los
conocimientos humanos, y nos llenábamos de orgullo al verle con sus

dimensiones colosales, sus formas vistosas, su construccion galana y
atrevida; hemos penetrado en él, se nos conduce por hondas cavidades,
y como si nos halláramos sometidos á la influencia de un encanto,
parece que los cimientos se adelgazan, se evaporan, y que el soberbio
edificio queda flotando en el aire.
[4.] Bien se echa de ver que al entrar en el exámen de la cuestion sobre
la certeza no desconozco las dificultades de que está erizada; ocultarlas
no seria resolverlas; por el contrario, la primera condicion para hallarles
solucion cumplida, es verlas con toda claridad, sentirlas con viveza.
Que no se apoca el humano entendimiento por descubrir el borde mas
allá del cual no le es dado caminar; muy al contrario esto le eleva y
fortalece: así el intrépido naturalista que en busca de un objeto ha
penetrado en las entrañas de la tierra, siente una mezcla de terror y de
orgullo al hallarse sepultado en lóbregos subterráneos, sin mas luz que
la necesaria para ver sobre su cabeza inmensas moles medio desgajadas,
y descurrir á sus plantas abismos insondables.
En la oscuridad de los misterios de la ciencia, en la misma
incertidumbre, en los asaltos de la duda que amenaza arrebatarnos en
un instante la obra levantada por el espíritu humano en el espacio de
largos siglos, hay algo de sublime que atrae y cautiva. En la
contemplacion de esos misterios se han saboreado en todas épocas los
hombres mas grandes: el genio que agitara sus alas sobre el Oriente,
sobre la Grecia, sobre Roma, sobre las escuelas de los siglos medios, es
el mismo que se cierne sobre la Europa moderna. Platon, Aristóteles,
san Agustin, Abelardo, san Anselmo, santo Tomás de Aquino, Luis
Vives, Bacon, Descartes, Malebranche, Leibnitz; todos, cada cual á su
manera, se han sentido poseidos de la inspiracion filosófica, que
inspiracion hay tambien en la filosofía, é inspiracion sublime.
Todo lo que concentra al hombre llamándole á elevada contemplacion
en el santuario de su alma, contribuye á engrandecerle, porque le
despega de los objetos materiales, le recuerda su alto orígen, y le
anuncia su inmenso destino. En un siglo de metálico y de goces, en que
todo parece encaminarse á no desarrollar las fuerzas del espíritu, sino
en cuanto pueden servir á regalar el cuerpo, conviene que se renueven
esas grandes cuestiones, en que el entendimiento divaga con amplísima
libertad por espacios sin fin.
Solo la inteligencia se examina á sí propia. La piedra cae sin conocer su

caida; el rayo calcína y pulveriza, ignorando su fuerza; la flor nada sabe
de su encantadora hermosura; el bruto animal sigue sus instintos, sin
preguntarse la razon de ellos; solo el hombre, en frágil organizacion
que aparece un momento sobre la tierra para deshacerse luego en polvo,
abriga un espíritu que despues de abarcar el mundo, ansía por
comprenderse, encerrándose en sí propio, allí dentro, como en un
santuario donde él mismo es á un tiempo el oráculo y el consultor.
Quién soy, qué hago, qué pienso, por qué pienso, cómo pienso, qué son
esos fenómenos que experimento en mí, por qué estoy sujeto á ellos,
cuál es su causa, cuál el órden de su produccion, cuáles sus relaciones;
hé aquí lo que se pregunta el espíritu; cuestiones graves, cuestiones
espinosas, es verdad; pero nobles, sublimes, perenne testimonio de que
hay dentro nosotros algo superior á esa materia inerte, solo capaz de
recibir movimiento y variedad de formas, de que hay algo que con su
actividad íntima, espontánea, radicada en su naturaleza misma, nos
ofrece la imágen de la actividad infinita que ha sacado el mundo de la
nada con un solo acto de su voluntad[I].

#CAPÍTULO II.#
VERDADERO ESTADO DE LA CUESTION.
[5.] ¿Estamos ciertos de algo? á esta pregunta responde
afirmativamente el sentido comun. ¿En qué se funda la certeza? ¿cómo
la adquirimos? estas son dos cuestiones difíciles de resolver en el
tribunal de la filosofía.
La cuestion de la certeza encierra tres muy diferentes, cuya confusion
contribuye no poco á crear dificultades y á embrollar materias que, aun
deslindados con suma exactitud los varios aspectos que presentan, son
siempre harto complicadas y espinosas.
Para fijar bien las ideas conviene distinguir con mucho cuidado entre la
existencia de la certeza, los fundamentos en que estriba, y el modo con
que la adquirimos. Su existencia es un hecho indisputable; sus
fundamentos son objeto de cuestiones filosóficas; el modo de adquirirla
es en muchos casos un fenómeno oculto que no está sujeto á
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