Filosofia fundamental | Page 4

Jaime Balmes
est�� cierto de que piensa, siente, quiere, de que tiene un cuerpo propio, de que en su alrededor hay otros semejantes al suyo, de que existe el universo corp��reo? Anteriormente �� todos los sistemas, la humanidad ha estado en posesion de esta certeza, y en el mismo caso se halla todo individuo, aun cuando en su vida no llegue �� preguntarse qu�� es el mundo, qu�� es un cuerpo, ni en qu�� consisten la sensacion, el pensamiento y la voluntad. Despues de examinados los fundamentos de la certeza, y reconocidas las graves dificultades que sobre ellos levanta el raciocinio, tampoco es posible dudar de todo. No ha habido jam��s un verdadero esc��ptico en toda la propiedad de la palabra.
[11.] Sucede con la certeza lo mismo que en otros objetos de los conocimientos humanos. El hecho se nos presenta de bulto, con toda claridad, mas no penetramos su ��ntima naturaleza. Nuestro entendimiento est�� abundantemente provisto de medios para adquirir noticia de los fen��menos as�� en el ��rden material como en el espiritual, y posee bastante perspicacia para descubrir, deslindar y clasificar las leyes �� que est��n sujetos; pero cuando trata de elevarse al conocimiento de la esencia misma de las cosas, �� investigar los principios en que se funda la ciencia de que se glor��a, siente que sus fuerzas se debiliten, y como que el terreno donde fija su planta, tiembla y se hunde.
Afortunadamente el humano linaje est�� en posesion de la certeza independientemente de los sistemas filos��ficos, y no limitada �� los fen��menos del alma, sino extendi��ndose �� cuanto necesitamos para dirigir nuestra conducta con respecto �� nosotros y �� los objetos externos. Antes que se pensase en buscar si habia certeza, todos los hombres estaban ciertos de que pensaban, querian, sentian, de que tenian un cuerpo con movimiento sometido �� la voluntad, y de que existia el conjunto de varios cuerpos que se llama universo. Comenzadas las investigaciones, la certeza ha continuado la misma entre todos los hombres, inclusos los que disputaban sobre ella; ninguno de estos ha podido ir mas all�� que Pirron y encontrar f��cil el despojarse de la naturaleza humana.
[12.] No es posible determinar hasta qu�� punto haya alcanzado �� producir duda sobre algunos objetos el esfuerzo del esp��ritu de ciertos fil��sofos empe?ados en luchar con la naturaleza; pero es bien cierto: primero, que ninguno ha llegado �� dudar de los fen��menos internos cuya presencia sentia ��ntimamente; segundo, que si alguno ha podido persuadirse de que �� estos fen��menos no les correspondia algun objeto externo, esta habr�� sido una excepcion tan extra?a que, en la historia de la ciencia y �� los ojos de una buena filosof��a, no debe tener mas peso que las ilusiones de un mani��tico. Si �� este punto lleg�� Berkeley al negar la existencia de los cuerpos, haciendo triunfar sobre el instinto de la naturaleza las cavilaciones de la razon, el fil��sofo de Cloyne, aislado, y en oposicion con la humanidad entera, mereceria el dictado que con razon se aplica �� los que se hallan en situacion semejante: la locura por ser sublime no deja de ser locura.
Los mismos fil��sofos que llevaron mas lejos el escepticismo, han convenido en la necesidad de acomodarse en la pr��ctica �� las apariencias de los sentidos, relegando la duda al mundo de la especulacion. Un fil��sofo disputar�� sobre todo, cuanto se quiera; pero en cesando la disputa deja de ser fil��sofo, contin��a siendo hombre �� semejanza de los dem��s, y disfruta de la certeza como todos ellos. Asi lo confiesa Hume que negaba con Berkeley la existencia de los cuerpos: ?Yo como, dice, juego al chaquete, hablo con mis amigos, soy feliz en su compa?��a, y cuando despues de dos �� tres horas de diversion vuelvo �� estas especulaciones, me parecen tan frias, tan violentas, tan ridiculas, que no tengo valor para continuarlas. Me veo pues absoluta y necesariamente forzado �� vivir, hablar y obrar como los dem��s hombres en los negocios comunes de la vida.? (Tratado de la naturaleza humana, tomo 1.o).
[13.] En las discusiones sobre la certeza es necesario precaverse contra el prurito pueril de conmover los fundamentos de la razon humana. Lo que se debe buscar en esta clase de cuestiones es un conocimiento profundo de los principios de la ciencia y de las leyes que presiden al desarrollo de nuestro esp��ritu. Empe?arse en destruir estas leyes es desconocer el objeto de la verdadera filosof��a; basta que las sometamos �� nuestra observacion, de la propia suerte que determinamos las del mundo material sin intencion de trastornar el ��rden admirable que reina en el universo. Los esc��pticos que comienzan por dudar de todo para hacer mas s��lida su filosof��a, se parecen �� quien, curioso de observar y fijar con exactitud los fen��menos de la vida, se abriese sin piedad el pecho y aplicase el
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