satisfactoria la certeza de la diferencia entre el sue?o y la vigilia: para saber que estamos despiertos no necesitamos del testimonio de los dem��s.
La diferencia entre dichos estados no debe buscarse ��nicamente en la claridad y viveza de las sensaciones, y certeza actual que ellas engendran. Es indudable que �� veces en el sue?o se nos presentan las im��genes con tanta claridad como s�� estuvi��ramos despiertos, y que por el momento la certeza es completa. ?Qui��n no ha experimentado durante el sue?o, viva alegr��a, �� terribles angustias? Es verdad que alguna y muy rara vez, al dispertar, tenemos la reminiscencia de que en el acto mismo del sue?o asomaba la duda de si so?��bamos; pero esto sucede con poca frecuencia; y en general puede asegurarse, que el sue?o no anda acompa?ado de ese crep��sculo de razon reflexiva, que nos advierte de nuestro estado, y de la ilusion que padecemos. Por lo comun, mientras dura el sue?o, no abrigamos duda sobre lo que so?amos; y abrazamos �� un amigo con tierna efusion, �� lloramos desconsolados sobre su tumba, con las mismas afecciones que nos produciria la realidad.
[23.] La diferencia no se halla en la incertidumbre del momento; pues que por el contrario, solemos tener certeza completa. ?D��nde est�� pues? ?c��mo la se?ala la razon? ?c��mo viene la filosof��a en apoyo del sentido ��ntimo y del sentido comun? Esto es lo que vamos �� examinar.
Prescindiendo de si las sensaciones tienen alguna relacion con objetos externos, de si su testimonio es suficiente para este �� aquel caso, y consider��ndolas ��nicamente como fen��menos de nuestra alma, existen dos ��rdenes de hechos completamente distintos por caract��res muy marcados: el sue?o y la vigilia. En lo ��ntimo de nuestra alma, estos dos estados son completamente distintos: aun en el sistema de los idealistas, es preciso reconocer esta distincion.
Reflexionando sobre lo que experimentamos desde que vivimos, �� desde que tenemos conciencia de lo que pasa dentro de nosotros, podemos observar, que hay en nuestro ser dos clases de fen��menos. De una manera peri��dica y constante, experimentamos dos series de sensaciones: las unas mas �� menos claras, mas �� menos vivas, limitadas simplemente �� su objeto, sin el concurso de muchas de nuestras facultades, y sobre todo sin reflexion sobre ellas mismas; en pos vienen otras, siempre claras, siempre vivas, acompa?adas de actos de todas nuestras facultades, con reflexion sobre ellas, sobre su diferencia de las anteriores, con entera sujecion �� nuestra libre voluntad, en todo lo relativo �� variarlas, modificarlas, hacerlas desaparecer y reproducirlas, de mil maneras diferentes.
Yo veo el papel sobre que escribo; reflexiono sobre esta vision, y me la quito cuando quiero y vuelvo �� tenerla cuando me agrada; y enlazo esta sensacion con otras, y con mil pensamientos, con mil caprichos, si as�� me gusta. Lo que me sucede en este acto, me ha sucedido siempre, y me sucede mientras se verifica en m�� esa serie de fen��menos en este estado que llamo de vigilia; mas si sue?o que escribo, aun cuando no me acontezca lo que suele, de no acertar �� dirigir la pluma, de no ver bien claro, de confundirse todo, no me siento con ese ejercicio simult��neo de todas mis facultades, no reflexiono sobre el estado en que me encuentro; no me hallo con esa conciencia plena de lo que hago, con ese dominio de m�� mismo, con esa luz clara y viva, que en el estado de vigilia se derramaba sobre todos mis actos y sobre sus objetos. Dispierto, pienso en lo que hice, en lo que hago, en lo que har��: recuerdo los sue?os y los califico de ilusiones, y los juzgo como especies inconexas, extravagantes, y los comparo con el ��rden y la consecuencia de lo que se me ofrece en la vigilia. Nada de esto hago mientras sue?o: quiz��s habr�� tambien una sensacion clara, viva; pero es de una manera independiente de mi voluntad; es una impresion aislada, es el uso de una facultad sola, sin el auxilio de las dem��s, sin comparaciones fijas y constantes, como las que recibo mientras estoy despierto; y sobre todo ese fen��meno desaparece en breve, y �� vuelvo �� estar sumido en un estado en que no tengo conciencia de mi ser, �� entro en otro, en que se reproduce la misma serie de fen��menos que antes: claros, l��cidos, conexos; sufriendo el ex��men de la razon que los compara entre s��, y con los anteriores. Luego, aparte toda idea de mundo externo, y aun de todo otro ser fuera de nosotros, tenemos la certeza de la distincion de los dos ��rdenes de fen��menos, que comprendemos en las palabras, sue?o y vigilia.
Cuando pues se ha pretendido atacar la certeza de nuestros conocimientos fund��ndose en la dificultad de distinguir entre dichos estados, se ha echado mano de un argumento f��til, apoyado en un
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