solo, puede estar en un mundo de representaciones de
variedad infinita.
[8.] La idea del yo es aplicable en cierto modo á todo ser sensitivo; pues
no se concibe la sensacion, sin un ser permanente, que experimenta lo
_transitorio_; es decir sin un ser uno, en medio de la multiplicidad.
Todo ser sensible, si fuese capaz de reflexion, podria á su manera decir,
_yo_; porque de todos se verifica que es uno mismo el ser que
experimenta la variedad de sensaciones. Sin este vínculo, sin esa
unidad, no hay un ser sensible, sino sucesion de sensaciones, como
fenómenos inconexos del todo.
[9.] No hay sensacion sin conciencia directa; pues que no siendo esta
otra cosa que la misma presencia del fenómeno al ser que lo
experimenta, seria contradictorio el decir que se siente sin conciencia.
Una sensacion experimentada es una sensacion presente; no se concibe,
es un absurdo, una sensacion no presente, es decir no sentida (V. Lib. 1.
§. 226.)
[10.] Toda sensacion trae consigo presencia, ó sea conciencia directa,
mas nó representacion. Esta es una distincion que me parece de
importancia. Las sensaciones del olfato, del sabor, del oido, no son
representativas: son inmanentes en sí y en su objeto: esto es que un ser
que las experimentase, podria creerse encerrado dentro de sí propio, y
en una soledad absoluta, sin relacion con otros seres; pero el tacto y
sobre todo la vista, son de suyo representativos, envuelven relacion á
objetos; y aunque el ejercicio de ellos sea inmanente, incluyen no
obstante, alguna relacion á otros seres, y nó como á simples causas de
la afeccion interna, sino como á originales representados en la
sensacion.
La clase de seres sensibles dotados de facultad representativa, parece de
un órden muy superior á los demás; entonces hay no solo conciencia en
el ser, sino tambien una fuerza misteriosa por la cual ve dentro de sí un
mundo entero.
[11.] ¿Cuál es el grado mas perfecto de la vida sensitiva? ¿Cuál el mas
imperfecto? No pudiendo juzgar de estas cosas sino por experiencia y
por analogía, nada se puede responder á dichas cuestiones. Pero
atendida la inmensidad de la escala que la experiencia nos pone á la
vista, podemos conjeturar que la naturaleza es mucho mas rica de lo
que nosotros nos imaginamos. Dejémosle sus profundos arcanos, y
contentémonos con sospechar que existen.
CAPÍTULO II.
LA MATERIA NO PUEDE SENTIR.
[12.] El fenómeno de la sensibilidad nos revela la existencia de un
órden de seres distintos de la materia. La organizacion material por
perfecta que se la suponga, no puede elevarse á la sensacion; la materia
es de todo punto incapaz de sentir; por manera que el absurdo sistema
del materialismo es insuficiente para explicar no solo los fenómenos de
la inteligencia, sino tambien los de la sensacion.
Poco importa que nosotros no sepamos en qué consiste la naturaleza
íntima del ser sensible, ni aun de la materia; bástanos conocer
propiedades que les son esenciales para poder inferir con toda
seguridad, que pertenecen á órdenes totalmente distintos. No es verdad
que sea necesaria la idea cabal de la esencia de dos cosas, para
demostrar que tienen entre sí absoluta contradiccion; mil veces
consideramos dos figuras geométricas cuya propiedad constitutiva nos
es desconocida, y sin embargo no dejamos de ver que son muy
diferentes, y que es imposible que la una sea la otra.
La materia, opínese como se quiera sobre su propiedad constitutiva, es
por necesidad un ser compuesto: una materia sin partes, no es materia.
Un ser compuesto, aunque pueda decirse uno, en cuanto sus partes
tienen entre sí union y conspiran á un mismo fin, es siempre un
conjunto de muchos seres; pues que las partes, por estar unidas, no
dejan de ser distintas. Si la sensacion perteneciese á un ser compuesto,
lo sensible no seria un ser solo, sino un conjunto de seres; es así que la
sensacion pertenece esencialmente á un ser uno, y no se la puede
dividir sin destruirla, luego ningun ser compuesto es capaz de
sensacion; luego la materia, por mas bien organizada que se la suponga,
no puede sentir.
Observando lo que sucede en nosotros, y discurriendo por analogía con
respecto á otros seres sensibles, podemos notar que entre la variedad de
sensaciones hay un ser solo que las percibe; el mismo ser es el que oye,
el que ve, el que toca, el que huele, el que saborea; el mismo ser es el
que recuerda estas sensaciones cuando han desaparecido, el que las
busca cuando le son agradables, el que las huye si le son ingratas, el
que goza con las primeras, el que sufre con las segundas; esto entra en
la idea de ser sensible; por manera que si en los brutos no hubiese ese
sujeto comun de todas las sensaciones, uno
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