géneros de refino, y me casé el día mismo en que cumplía treinta y un a?os; cosa que me costó mis trabajillos, porque los once meses de Salamanca me habían procurado una reputación de calavera de todos los demonios.--Casado ya, mi vida tomó un giro enteramente diverso del de hasta entonces. Desde luego fuí nombrado síndico del gremio de zapateros, procurador municipal de dos pueblos agregados á este ayuntamiento, vocal perpetuo de una junta de parroquia, tesorero de la Milicia Cristiana y asesor jurado de una comisión calificadora para los delitos de sospecha de traición á la causa del Rey. Con todos estos cargos me puse en roce con las personas más importantes de la ciudad y me dieron entrada en palacio, que era todo mi anhelo ya mucho tiempo hacía, porque Su Ilustrísima era hombre de gran eco entre las gentonas de Madrid, y lo que por su conducto se averiguaba en Santander, no había que preguntar si era el Evangelio. Tenía Su Ilustrísima tertulia diaria de ocho á nueve de la noche, y la formábamos un médico muy famoso por sus chistes, que hablaba latín como agua; el P. Prior de San Francisco, hombre sentencioso y de gran consejo; un abogado del Rey, caballero de Carlos III; mi humildísima persona, y un Intendente de rentas, hombre de bien, si los había, temeroso de Dios como ninguno, servicial y placentero que no había más que pedir.... Por cierto que murió a?os después en Cádiz, de una disentería cuando el sitio del francés. éstas eran las personas constantes alrededor de Su Ilustrísima; además había otras muchas que alternaban cuando les parecía oportuno. --Para que usted se forme una idea del carácter del bendito se?or Intendente, voy á referirle un suceso digno, por otra parte, de que se imprimiese en letras de oro.
Presentóse una noche en la tertulia algo más tarde de lo acostumbrado y con aire de hondo disgusto en su fisonomía. Tratamos de averiguar la causa, y después de mil ruegos, hasta del se?or Obispo que le quería mucho, pudimos arrancarle estas palabras:--?Se?ores, tenemos comediantes en la ciudad?; palabras que hicieron en la tertulia una impresión desagradabilísima, porque faltaban diez y siete días para la cuaresma, y el pueblo, con la guerra y con las ideas locas que se iban apoderando de la gente, más que comedias necesitaba sermones. Pues, se?or, tratóse seriamente sobre el particular, y se autorizó al fin al Intendente para que él lo arreglara á su antojo. Y, efectivamente, al otro día se presentó al director de la compa?ía, que ya había arrendado una bodega en la calle de las Naranjas, diciéndole que era preciso que á todo trance saliese de Santander.--El pobre hombre se quedó hecho una estatua al oir la proposición.--?Se?or, le dijo, mire V.S. que vengo desde más allá de Becerrilejo; que traigo ocho de familia y cuatro caballerías para ellos y para los equipajes; que he pagado adelantado el alquiler de la bodega, y he gastado mucho en colocar la tramoya que V.S. está viendo. Si me marcho sin dar media docena de funciones, me pierdo para toda la vida.--?Cuánto pueden valerle á usted las seis funciones?, le preguntó el Intendente.--Yo cuento, se?or, con que no baje de quinientos reales después de pagar la bodega, las luces y los dos tamborileros que han de tocar durante los intermedios.--Pues ahí van mil, contestó el bendito se?or, dándole un cartucho de monedas que ya llevaba preparado al efecto; pero es preciso que ahora mismo desaloje usted el local, y sin perder un solo minuto salga con su gente de Santander.? El comediante vió el cielo abierto, hizo lo que deseaba el Intendente, y, sin salir éste de la bodega, se desarmó la tramoya, se cargaron las caballerías, montaron los comediantes ... y nadie volvió á acordarse de ellos. ?Pero usted cree que cuando el Intendente, lleno de júbilo, entró por la noche en la tertulia, hallábamos medio de hacerle tomar la parte que nos correspondía de los mil reales? ?Que si quieres! Fué preciso que Su Ilustrísima se lo suplicara con mucho empe?o.--?He hecho una obra buena, decía; ?qué mejor aplicación he podido dar á esa parte del caudal que el Se?or me ha confiado?...? Le digo á usted que era todo un bendito de Dios el se?or Intendente.
Reíme de veras con el sucedido de los comediantes.
--?Es posible--dije á don Pelegrín--que tal idea se tuviese entre ustedes del teatro?; ?que así le tomasen como foco de desmoralización?
--?Y qué le diré yo á usted?--me contestó:--entre nosotros no faltaba quien dijera, como ustedes hoy, que era, más que escuela de vicios, cátedra de moralidad; pero, sin embargo, yo opinaba mejor (y cuidado que no soy fanático) con el padre Prior que decía, cuando de ello le hablaban: ?Podrán los devotos del teatro asistir á él
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