El Diablo Cojuelo | Page 2

Luis Vélez de Guevara
de antaño eran comúnmente más nominales
que efectivas, porque a la hora de cobrar--tan endeudados andaban de
ordinario--solían desvanecerse como el humo. Y en 1618, fallecida su
segunda mujer, que le dejó, amén de algún otro hijo, a Juan, sucesor de
su padre en la profesión y en el ingenio[13], nuestro escritor contrajo
nuevo matrimonio, que la muerte había de romper antes que pasaran
dos años, con doña Ana María del Valle[14]; y dejando la casa del
conde de Saldaña, pasó a la del marqués de Peñafiel, manirroto
primogénito del gran duque de Osuna, a cuyo servicio estuvo,
asimismo como gentilhombre, cerca de un bienio[15].
Los continuos apuros, la perdurable indigencia y la negra fortuna de
Luis Vélez de Guevara en los años de 1622 y siguientes están pintados
de mano maestra por él mismo en cinco memoriales en verso que
salieron a luz pocos años ha[16]. Ora pretende un humilde puesto en la
servidumbre del cardenal e infante don Fernando; ora, ya frustrado este
propósito, logra en 1623 la efímera portería de cámara del Príncipe de
Gales, nuestro huésped; ya, en 1624, obtiene, después de grande
esfuerzo, la también harto breve mayordomía del archiduque Carlos,
muerto aún no transcurrido un mes desde su llegada a Madrid, y más
adelante solicita infructuosamente del Rey, alegando sus méritos y
servicios y la nobleza de su linaje, una plaza de ayuda de su
guardarropa. Al cabo, este hombre celebrado y aplaudido de todos por
sus excelentes comedias, a la par que por su deliciosa y amenísima
conversación, aludiendo a la cual había escrito Cervantes:
«Topé a Luis Vélez, honra y alegría y discreción del trato cortesano, y
abracéle en la calle a medio día»,

consiguió en 1625 entrar definitivamente en la servidumbre de Palacio,
ocupando una plaza de ujier de cámara de Su Majestad. Pero esto, que
parecía algo, era muy poco, salvo en lo honorífico, pues no tuvo
señalada ración, y hasta el año de 1635, en que el infortunado poeta
entró en gajes[17], siguió condenado a vivir de lo poco que entonces
producían las obras dramáticas[18] y de lo que pedía a sus amigos;
tanto fué así, que se hicieron proverbiales su extremada pobreza y sus
donosas esquelas petitorias, casi siempre en verso.[19]
Como si compartiendo la escasez de recursos se cupiese a menos
porción de ella, Vélez se casó aún por cuarta vez, en 1626, con una
viuda llamada doña María López de Palacios,[20] bien que ésta aportó
a su nuevo enlace algunos bienes; mas pronto fueron vendidos, y juntos
y procreando y criando algunos hijos, vivieron entrambos cónyuges en
cristiana estrecheza, hasta el día 9 de noviembre de 1644, en que
falleció el donairoso autor de tantos primores literarios[21]. Su
testamento, otorgado cuatro días antes, contiene una larga lista de
pequeñas deudas. Al comienzo de este documento consignó: «Iten,
declaro que por el presente estoy muy alcançado y necesitado de
hacienda, para poder disponer y dejar las misas que yo quisiera por mi
alma».[22]
Vélez de Guevara fué celebradísimo de sus contemporáneos, así por la
amenidad de su trato, que le ganaba amigos en todas partes, como por
su facundia poética y su florido e inagotable ingenio. Claramente
llamábale en 1613, en el Inquiridion que va al fin de su Letanía moral,
«floridissimo ingenio de Ezija, de quien esperamos grandes escritos y
trabajos, y a hecho hasta oy muchas famosas comedias». Cervantes no
le elogió menos en estos dos tercetos del cap. II de su Viage del
Parnaso (1614):
«Este que es escogido entre millares, de Gueuara Luys Vélez es el
brauo, que se puede llamar quita pesares.
Es Poeta Gigante, en quien alauo el verso numeroso, el peregrino
ingenio, si vn Gnaton nos pinta, o vn Dauo.»
Lope de Vega le ensalzó dos veces, en sendas epístolas de La Filomena,

con otras diversas Rimas, Prosas y Versos (1621):
«Aquí de Valdivielso el santo empleo, De Luis Vélez, florido y
elocuente, La lira que ya fué del dulce Orfeo.»
«...Y el famoso Luis Vélez, que tenía En éxtasis las Musas, que a sus
labios Iban por dulce néctar y ambrosía.»
Y aun volvió a loarle en la silva II de su Laurel de Apolo, publicado en
1630:
«Ni en Écija dejara el florido Luis Vélez de Guevara de ser su nuevo
Apolo, que pudo darle solo, y sólo en sus escritos, con flores de
conceptos infinitos, lo que los tres que faltan: así sus versos de oro con
blando estilo la materia esmaltan.»
¿Para qué seguir transcribiendo frases laudatorias? Baste recordar muy
resumidamente que Tamayo de Vargas (1622) ponderó su donaire; y
don Fernando de Vera y Mendoza (1627) le llamó «el Rey de
Romanos»; y Pérez de Montalván (1632) encareció los «pensamientos
sutiles, arrojamientos poéticos y versos excelentísimos y bizarros» de
sus comedias; y Salas Barbadillo (1635) afirmó que
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