El Comendador Mendoza | Page 8

Juan Valera
espant�� de ciertas ideas de su hijo. Por dicha, el desenvolvimiento de tan mala inclinaci��n coincidi�� casi con la ida de D. Fadrique al Colegio de Guardias marinas, y se evit�� as�� todo esc��ndalo y disgusto en Villabermeja.
Las chachas Victoria y Ramoncica lloraron mucho la partida de D. Fadrique; el P. Jacinto la sinti��; D. Diego, que le llev�� �� la Isla, se alegr�� de ver �� su hijo puesto en carrera, casi m��s que se afligi�� al separarse de ��l; y los frailes, y Casimirito sobre todo, tuvieron un d��a de j��bilo el d��a en que le perdieron de vista.
D. Fadrique volvi�� al lugar de all�� adelante, pero siempre por brev��simo tiempo: una vez cuando sali�� del Colegio para ir �� navegar; otra vez siendo ya alf��rez de nav��o. Luego pasaron a?os y a?os sin que viese �� D. Fadrique ning��n bermejino. Se sab��a que estaba, ya en el Per��, ya en el Asia, en el extremo Oriente.

IV
De las cosas de D. Fadrique, durante tan larga ausencia, se ten��a �� se forjaba en el lugar el concepto m��s fant��stico y absurdo.
D. Diego y la chacha Victoria, que eran las personas de la familia m��s instruidas �� inteligentes, murieron �� poco de hallarse D. Fadrique en el Per��. Y lo que es �� la c��ndida Ramoncica y al limitado D. Jos��, no escrib��a D. Fadrique sino muy de tarde en tarde, y cada carta tan breve como una fe de vida.
Al P. Jacinto, aunque D. Fadrique le estimaba y quer��a de veras, tambi��n le escrib��a poco, por efecto de la repulsi��n y desconfianza que en general le inspiraban los frailes. As�� es que nada se sab��a nunca �� ciencia cierta en el lugar de las andanzas y aventuras del ilustre marino.
Quien m��s supo de ello en su tiempo fu�� el cura Fern��ndez, que, seg��n queda dicho, trat�� �� don Fadrique y tuvo alguna amistad con ��l. Por el cura Fern��ndez se enter�� D. Juan Fresco, en quien influy�� mucho el relato de las peregrinaciones y lances de fortuna de D. Fadrique para que se hiciese piloto y siguiese en todo sus huellas.
Recogiendo y ordenando yo ahora las esparcidas y vagas noticias, las apuntar�� aqu�� en resumen.
D. Fadrique estuvo poco tiempo en el Colegio, donde mostr�� grande disposici��n para el estudio.
Pronto sali�� �� navegar, y fu�� �� la Habana en ocasi��n trist��sima. Espa?a estaba en guerra con los ingleses, y la capital de Cuba fu�� atacada por el almirante Pocok. Echado �� pique el nav��o en que se hallaba nuestro bermejino, la gente de la tripulaci��n, que pudo salvarse, fu�� destinada �� la defensa del castillo del Morro, bajo las ��rdenes del valeroso D. Luis Velasco.
All�� estuvo D. Fadrique haciendo estragos en la escuadra inglesa con sus certeros tiros de ca?��n. Luego, durante el asalto, pele�� como un h��roe en la brecha, y vi�� morir �� su lado �� D. Luis, su jefe. Por ��ltimo, fu�� de los pocos que lograron salvarse cuando, pasando sobre un mont��n de cad��veres y haciendo prisioneros �� los vivos, lleg�� el general ingl��s, Conde de Albemarle, �� levantar el pabell��n brit��nico sobre la principal fortaleza de la Habana.
D. Fadrique tuvo el disgusto de asistir �� la capitulaci��n de aquella plaza importante, y, contado en el n��mero de los que la guarnec��an, fu�� conducido �� Espa?a en cumplimiento de lo capitulado.
Entonces, ya de alf��rez de nav��o, vino �� Villabermeja, y vi�� �� su padre la ��ltima vez.
La reina de las Antillas, muchos millones de duros y lo mejor de nuestros barcos de guerra hab��an quedado en poder de los ingleses.
D. Fadrique no se descorazon�� con tan tr��gico principio. Era hombre poco dado �� melancol��as. Era optimista y no quejumbroso. Adem��s, todos los bienes de la casa los hab��a de heredar el mayorazgo, y ��l ansiaba adquirir honra, dinero y posici��n.
Pocos d��as estuvo en Villabermeja. Se fu�� antes de que su licencia se cumpliese.
El rey Carlos III, despu��s de la triste paz de Par��s, �� que le llev�� el desastroso Pacto de familia, trat�� de mejorar por todas partes la administraci��n de sus vast��simos Estados. En Am��rica era donde hab��a m��s abusos, esc��ndalos, inmoralidad, tiran��as y dilapidaciones. �� fin de remediar tanto mal, envi�� el Rey �� G��lvez de visitador �� M��jico, y algo m��s tarde envi�� al Per��, con la misma misi��n, �� D. Juan Antonio de Areche. En esta expedici��n fu�� �� Lima D. Fadrique.
All�� se encontraba cuando tuvo lugar la rebeli��n de Tupac-Amaru. En la mente imparcial y filos��fica del bermejino se presentaba como un contrasentido espantoso el que su Gobierno tratase de ahogar en sangre aquella rebeli��n, al mismo tiempo que estaba auxiliando la de Washington y sus parciales contra los ingleses; pero D. Fadrique, murmurando y censurando, sirvi�� con energ��a �� su Gobierno, y contribuy�� bastante �� la pacificaci��n del Per��.
Don Fadrique
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