el altar de
San Antonio.[5]
Estos pormenores pueden servir para disculpar à los Jesuitas de la
complicidad que se les atribuye, y de un modo mas convincente que la
fastidiosa repeticion que hace Funes de las alteraciones que notó Muriel
en la version castellana de este diario por Ibañez.
Si el concepto de la secreta oposicion del Rey al tratado no es bastante
justificacion para los que lo atacaron, tampoco podrán librarles de la
nota de rebeldes las correcciones tan laboriosamente hacinadas por el
continuador de Charlevoix para restablecer el texto de Henis. Por mas
que se comenten estas Efemerides nunca se llegará á desmentir por este
lado lo que tan candidamente expresa el autor en cada uno de sus
párrafos.
Sin embargo, no es posible negar el mal uso que hizo Ibañez de este
documento, en la formacion de su obra, titulada: El reino jesuítico del
Paraguay.[6] Expulso del Colegio de Buenos Aires poco despues de la
celebracion del tratado de 1750, este individuo se ofreció al Marques de
Valdelirios para suministrarle los conocimientos adquiridos sobre el
estado de las Misiones, y las miras de los que las administraban. En
estas revelaciones era natural que le guiase un espíritu de rencor, y que
acreditase, en cuanto le era posible, el plan de usurpacion que se
atribuia á los Jesuitas. Valdelirios, que estaba prevenido contra ellos,
sobre todo despues de la insurreccion de sus pueblos, acogia con
deferencia estas especies; y alentado Ibañez por esta proteccion, atacò
con mas descaro á sus antiguos hermanos. No contento con la zizaña
que habia sembrado en Buenos Aires, pasó á Madrid, donde las
recomendaciones que llevaba, y los servicios que habia prestado, le
pusieron en contacto con D. Ricardo Wall, sucesor de Carvajal, y
comprometido en todos sus planes.
Las circunstancias no podian ser mas à propòsito para favorecer las
miras de este ex-claustrado. Sus cargos, que en cualquier otra época se
hubiesen mirado con el desprecio que inspira un sentimiento de
venganza, trillaron el camino á otros ataques, que acabaron con la ruina
de la Sociedad que le habia repudiado. Pero no se consiguiò por esto
dar cumplimiento al tratado; y se tuvo por fin que echar mano de la
fuerza para desalojar á los Portugueses de la Colonia del Sacramento:[7]
y del mismo arbitrio se valieron los Lusitanos para apoderarse muchos
años despues de las Misiones Orientales.[8]
Entre tanto estas dos campañas, á las que los escritores españoles
dieron enfaticamente el nombre de primera y segunda guerra
guaranítica, como si en algo se parecieran á las púnicas, hicieron
derramar mucha sangre, y costaron à la Corte de Lisboa, (segun lo
asegurò el Ministro Souza Coutiño en la memoria que dirigió al
gabinete de Madrid en Enero de 1776) veintiseis millones de cruzados,
y no creemos que fueron inferiores los sacrificios de España.
Una parte de la historia de estas desavenencias se halla en la
correspondencia oficial de los Comisarios de las dos Coronas, y otra en
el diario que publicamos, valièndonos de una version distinta de la que
emprendió y publicò Ibañez. La debemos á la amistad del Señor Dr. D.
Leon Vanegas, que la conservaba inèdita entre sus papeles.
Buenos-Aires, 2 de Setiembre de 1837.
PEDRO DE ANGELIS.
DIARIO DE HENIS.
1. A mediado del mes de Enero del año de 1754, confederados á los
Guaranis los Guanoas gentiles, que diligentemente egercian el oficio de
exploradores, hicieron saber á todos los habitantes de los pueblos, que à
las cabeceras del Rio Negro se veia un numeroso escuadron de
Portugueses. Con esta noticia se tocò al arma por todas partes, se
despacharon por los pueblos presurosos correos, se hicieron cabildos,
se tomaron pareceres, y unánimemente proclamaron que debian
defenderse.
2. El dia 27 de dicho mes salieron armados del pueblo de San Miguel
200 soldados á caballo à recoger la demas gente de sus establos, ò
estancias, hasta llegar al nùmero de 900. Despues siguieron 200 del
pueblo de San Juan, y otros tantos de los pueblos de San Angel, San
Luis y San Nicolas, con 80 de San Lorenzo: de suerte que todos eran
1,500, y fueron repartidos para defender los confines de sus tierras.
3. Mientras se disponian estas cosas cuidadosamente, el dia 8 de
Febrero se avisò de las estancias vecinas de San Juan, que estan á las
orillas del Rio Grande, por los indios de Santo Tomè que à la sazón en
sus montes fabricaban la yerba segun acostumbran, que no lejos de
ellos habia gran número de gente portuguesa, y que amenazaba de muy
cerca á los pueblos, porque apenas distaban 20 leguas de ellos.
4. Casi al mismo tiempo avisaron de las estancias mas remotas de San
Luis, las cuales estan à las orillas del mismo Rio Grande, lìmite antiguo
de division entre las tierras
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