Contigo Pan y Cebolla | Page 8

Manuel Eduardo de Gorostiza
pudieras discernir bien y avalorar las sensaciones de diferente naturaleza que semejante palabra excita, fomenta, inflama....
BRUNO. No, en efecto, todo eso para m�� es griego.
DO?A MATILDE. Y pone en combusti��n, entonces es cuando estar��as en estado de.... ?Pero qui��n anda en la antesala?
BRUNO. Ser�� quiz�� el gato que habr�� olfateado ya su pitanza.
DO?A MATILDE. ��l es, ��l es.
BRUNO. ?Qui��n hab��a de ser? Minino, minino.

ESCENA II
DON EDUARDO, DO?A MATILDE, BRUNO
DO?A MATILDE. ?Eduardo!
DON EDUARDO. ?Matilde!
BRUNO. ?Calle, pues no era el gato!...
DO?A MATILDE. Cre�� que no acababa usted de llegar nunca.
DON EDUARDO. Amanece todav��a tan tarde ... y a no haber venido sin afeitarme....
DO?A MATILDE. ?Oh! eso no; hubiera sido imperdonable en un d��a tan solemne, como lo es ��ste, el que usted se hubiera presentado con barbas.
DON EDUARDO. Y sobre todo, hubiera sido poco limpio.
DO?A MATILDE. Si usted hubiera tenido que viajar en posta tres o cuatro d��as con sus noches ... como a otros les ha sucedido ... para poder llegar a tiempo de arrancar a sus queridas del altar en que un padre injusto las iba a inmolar ... ya era otra cosa ... y aun cierto desorden en la toilette, hubiera sido entonces de rigor; pero como usted viene s��lo de su casa....
DON EDUARDO. Que est�� a dos pasos de aqu��, en la calle de Cantarranas.
DO?A MATILDE. Por lo mismo ha hecho usted bien en afeitarse y en ... mas a lo menos trataremos de recuperar el tiempo perdido. ?Bruno?
BRUNO. ?Se?orita?
DO?A MATILDE. Anda, y dile a pap�� que el Sr. D. Eduardo de Contreras desea hablarle de una materia muy importante.
BRUNO. No creo que el amo se haya despertado todav��a.
DO?A MATILDE. ?Qu�� sabes t��?
BRUNO. Porque nunca se despierta antes de las nueve, y porque....
DON EDUARDO. Quiz�� valga m��s entonces que yo vuelva un poco m��s tarde.
DO?A MATILDE. No, no; ?a qu�� prolongar nuestra agon��a? Anda, Brunito, anda, si es que mi felicidad te interesa.
BRUNO. Bueno, ir��; pero lo mismo me ha dicho usted en otras ocasiones, y luego la tal felicidad se vuelve agua de borrajas.
DO?A MATILDE. ?Bruno!
BRUNO. Ir��, ir��, no hay que atufarse por eso.

ESCENA III
DO?A MATILDE Y DON EDUARDO
DO?A MATILDE. ?Estos criados antiguos, que nos han visto nacer, se toman siempre unas libertades!...
DON EDUARDO. En justo pago de las cometas que nos han hecho, o de las mu?ecas que nos han arrullado. Y ��ste me parece adem��s muy buen sujeto.
DO?A MATILDE. ?Oh, muy bueno!... ?Si viera usted la ley que nos tiene ... y lo que le queremos todos! ?Pobre Bruno! Cuando estuvo el invierno pasado tan malo, ni un instante me separ�� yo de la cabecera de su cama.
DON EDUARDO. Con qu�� gusto oigo a usted eso, ?Matilde m��a!
DO?A MATILDE. Nada tiene de particular; sin embargo, una cosa es que sus vejeces me desesperen tal cual vez, y otra cosa es que.... ?Ay Dios, y qu�� temblor me ha dado!
DON EDUARDO. ?Est�� usted sin almorzar?
DO?A MATILDE. Por supuesto.
DON EDUARDO. Entonces es alg��n fr��o que ha cogido el est��mago, y....
DO?A MATILDE. Entonces tambi��n temblar��a usted, porque es bien seguro que tampoco habr�� usted tomado nada.
DON EDUARDO. S��, por cierto; he tomado, seg��n mi costumbre, una j��cara de chocolate, con sus correspondientes bollos y pan de Mallorca.
DO?A MATILDE. ?Chocolate y pan de Mallorca en un d��a como ��ste!
DON EDUARDO. ?Es requisito acaso el pedir la novia en ayunas? (Sonri��ndose)
DO?A MATILDE. No; ciertamente que no ... con todo hay ocasiones en que uno debe estar tan absorbido, que necesariamente olvida cosas tan vulgares como el almorzar y el comer. A lo menos yo hablo por m��, y puedo asegurar a usted que ni siquiera ha pasado esta ma?ana por mi cabeza el que hab��a cacao en Caracas. ?Ay, Eduardo, est�� usted demasiado tranquilo!
DON EDUARDO. No veo el por qu�� hab��a yo de estar fuera de m�� cuando me lisonjeo con la esperanza de que su padre de usted, que es ��ntimo amigo de mi t��o, me conceder�� esa linda mano, en cuya posesi��n se cifra toda mi felicidad.
DO?A MATILDE. ?Y si se la niega a usted?
DON EDUARDO. Si usted hubiera permitido alguna vez que la informara de mi posici��n, de mi familia, como en varias ocasiones lo he intentado en balde, comprender��a usted ahora si tengo o no motivo para no temer el ��xito de mi negociaci��n; pero nunca me ha dejado usted hablar en esta materia, no s�� por qu��, y as��....
DO?A MATILDE. Porque ni entonces quise, ni ahora quiero o��r hablar de intereses ni parentescos. Eso queda bueno cuando se trata de esos monstruosos enlaces que se ven por ah��, en donde todo se ajusta como libra de peras, y en donde se quiere averiguar antes si habr�� luego que comer, o si habr�� con que educar los hijos que vendr��n, o que quiz�� no vendr��n. ?Y yo hab��a de pensar en eso? No, Eduardo, no; yo
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