de las cuestiones que en 1838 provocaron la guerra con Francia[1]. Infatigable en su actividad, la consagraba ora a la instrucci��n general y a la de los ni?os de la Casa de Correcci��n, cuyo establecimiento fu�� objeto particular de sus desvelos; ora al teatro, cuya afici��n jam��s le falt��[2], y a que di�� impulso por todos los medios posibles, haciendo venir, en mucha parte a su costa, la primera compa?��a de ��pera, y constituy��ndose empresario del Principal, para cuyo fomento refundi�� y tradujo multitud de piezas extranjeras, entre ellas la Emilia Galotti, obra de bastante m��rito, del dramaturgo alem��n L��ssing. Aun deb��a figurar, sin embargo, en escenario m��s importante y noble, y sus ��ltimos a?os nos ofrecen hechos merecedores de eterna recordaci��n y que vinieron a coronar dignamente una vida empleada casi toda en el servicio de su patria. Refi��rome a su misi��n diplom��tica en los Estados Unidos y a la parte que tom�� en 1847 en la defensa del territorio nacional[3].
[Footnote 1: Reference is here made to the "Pastry War," so styled because among the claims for indemnity made by France in behalf of Frenchmen who had sustained losses in Mexico was one of a French baker whose wares had been purloined by a Mexican mob.]
[Footnote 2: 'For which he never lost his fondness.']
[Footnote 3: The national territory here referred to is, of course, Mexico. (For a general history of Mexico, a standard work in English is that of Hubert Howe Bancroft, "A History of Mexico," 6 vols., San Francisco, 1883. The latest and most detailed study of the period covering the war with the United States is Justin H. Smith's "The War with Mexico," 2 vols., New York, 1919).]
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Tras las batallas de Palo Alto y Resaca, la toma de Monterey, la jornada gloriosa aunque est��ril de la Angostura[1], la ocupaci��n de Tampico, la rendici��n de la humeante y heroica Veracruz y el tremendo desastre de Cerro Gordo, el ca?��n norteamericano tron�� en el Valle mismo de M��xico, y un pueblo vencido ya en cien combates, pero conservando el ��nimo sereno que hered�� de sus dos razas progenitoras, se agrup�� en torno de sus banderas destrozadas a defender la capital de la Rep��blica. El diplom��tico ilustre que hab��a sostenido en Washington[2] la causa de la justicia, la causa nacional, quiso pelear por ella como soldado, aspirando a sellar con su propia sangre sus palabras y sus escritos. Levant�� y organiz�� un batall��n de artesanos, denominado de "Bravos," y cuando los restos del brillante cuerpo de ej��rcito debelado en Padierna retir��banse en confusi��n ante las bayonetas del vencedor, el anciano de cerca de sesenta a?os, fuerte y valeroso y resuelto como en los d��as de su juventud, se apostaba a la cabeza de sus guardias nacionales en el convento de Churubusco, deteniendo el paso al enemigo hasta quemar el ��ltimo cartucho y recibirle imp��vido con los brazos descansando sobre las armas. Si la gloria humana no es sue?o, Gorostiza alcanz��la ese d��a, recibiendo sus palmas en el respeto y la admiraci��n de sus adversarios.
[Footnote 1: The battle known to Americans as Buena Vista. Cf. Whittier's poem "The Angels of Buena Vista."]
[Footnote 2: Gorostiza was sent as Special Minister to Washington in 1836. Justin Smith thus characterizes him: "a witty, agreeable man of the world, Mexican by birth, Spanish by education, the author of some clever dramas, but not professionally a topographer, a lawyer or even a diplomat." ("The War with Mexico," vol. I, p. 64.) The delicate question as to the causa de la justicia is ably handled by the two historians above mentioned.]
Tal fu�� el ��ltimo rasgo de su vida p��blica y en la privada comenz�� desde entonces a gustar el c��liz de amargura que tarde o temprano llevamos todos a los labios[1] en el huerto del mundo. La muerte de una hija suya, las quiebras mercantiles que acabaron con su modesta fortuna, la ingratitud de los gobiernos: todas esas nieblas fr��as que traen consigo sobre la frente del hombre los vientos de la adversidad al doblarle como fr��gil ca?a hacia la tierra que ha de recibir sus despojos, quebrantaron su ��nimo, debilitaron su f��sico, y recibiendo en un ataque cerebral el golpe de gracia, rindi�� el alma al Criador el 23 de octubre de 1851, en Tacubaya.
[Footnote 1: An allusion to the Agony of Christ in the garden of Gethsemane.]
JOS�� MAR��A ROA B��RCENA
"Datos y apuntamientos para la biograf��a de D. Manuel E. de Gorostiza," en Memorias de la Academia Mexicana, M��xico, 1876, t. I, p��gs. 93-101.
CR��TICA DE CONTIGO PAN Y CEBOLLA
El se?or de Gorostiza, poeta ya conocido en nuestro teatro moderno, se ha apoderado de una idea feliz y ha escogido un asunto de la mayor importancia. ?Halo desempe?ado[1] como de su talento nos deb��amos prometer[2]? Oiga el lector el argumento, y podr�� responder
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