Amistad funesta | Page 8

José Martí
que condenaba a sus hermanos a pasar por la crisis de un terrible martirio, estaba al propio tiempo animado de un amor sin l��mites a la humanidad y de una benevolencia para todos los humanos, por malignos que fuesen o por errados que estuvieran; entre otros, y tal vez principalmente, para los que consideraba sus enemigos. Y adem��s hubo en ��l rasgo peculiar de su tarea y de su esfuerzo: de todos los hombres que han podido determinar a una colectividad, grande o peque?a, a realizar una obra com��n, un prop��sito general, quiz��s ��l sea el que representa en esa obra com��n una parte m��s grande por raz��n de su esfuerzo individual. Mart��, en efecto, fue el determinante principal��simo de la revoluci��n cubana. El pueblo cubano, en aquel tiempo, y cuantos vivimos en aquella ��poca lo sabemos, no quer��a en su mayor��a al menos, la revoluci��n. El Gobierno de Espa?a nos hab��a dejado entrever una mejor condici��n pol��tica, sin sacudidas ni agitaciones violentas. Tan cierto es que aquello hubiera podido contener la obra revolucionaria que, como se ha dicho despu��s y repetido muchas veces, la actitud que tom�� el Gobierno espa?ol por la iniciativa del Ministro Maura contuvo un poco a Mart��. Le pareci�� que su ideal y su tarea corr��an peligro si aquellas reformas pol��ticas se implantaban en Cuba de buena fe y eran generalmente aceptadas por el pueblo cubano, en virtud de lo cual ��l ya no tendr��a ambiente adecuado para poner por obra sus prop��sitos. Fue la obcecaci��n de los pol��ticos espa?oles, de ac�� y de all��, la que se levant�� como una barrera ante el Ministro que acabo de indicar y dej�� el terreno aun m��s preparado que antes lo estaba para que pudiera fructificar la semilla. No obstante, el Gobierno espa?ol, volvi��, como todos sabemos, a la idea de reformas pol��ticas. El plan del se?or Maura se desech��; pero se plante�� otro nuevo, que llev�� el nombre de Abarzuza; y aun cuando la generalidad entre nosotros crey�� que se iba a obtener menos de lo prometido, la mayor��a se resignaba a obtener aquello, a cambio de no tener delante de s�� el fantasma de ninguna agitaci��n, de ninguna revoluci��n, de ninguna lucha. Yo recuerdo que no ya entre los elementos espa?oles, sino aun entre los elementos cubanos, y muy cubanos, y muy probados, pero que no se encontraban en la conspiraci��n que estallaba en aquellos instantes, fue un efecto terrible el que produjeron los primeros movimientos. He tratado a algunos, emigrados de la guerra de los diez a?os, de aquellos que desde su principio marcharon a los Estados Unidos o a algunas de las Rep��blicas Hispanoamericanas, que consideraron un acto de locura el que se iniciaba en aquellos d��as. Creyeron que todo lo que se hab��a adelantado, en 17 a?os de predicaci��n pac��fica, por el Partido Autonomista, iba a ser irremediablemente perdido; y un amigo particular m��o, que se hallaba en Madrid cuando los primeros sucesos estallaron, que sali�� de Espa?a muy poco despu��s y regres�� a Cuba, hubo de declararme que en una entrevista que tuvo pocos d��as antes de embarcarse con el famoso tribuno espa?ol don Emilio Castelar, este le signific�� que en Cuba, se hab��a cometido un acto de demencia irreparable, y que los que lo comet��an y los que no lo comet��an, en virtud de irremediable consecuencia de la solidaridad, ver��an perturbado el sistema pol��tico de Cuba, ya que aquellos sucesos lo har��an volver mucho m��s atr��s de donde se encontraba en el momento en que se iniciaron los primeros esbozos de un plan de reformas. Y esa idea de don Emilio Castelar era la idea que aqu�� tengan todos los que no estaban, dir�� mejor, los que no est��bamos comprendidos en la conspiraci��n; porque a pesar del papel que yo posteriormente pude desempe?ar, modesto y obscuro, en el movimiento revolucionario, he de declararlo sinceramente, y nunca he pretendido lo contrario, en la conspiraci��n inicial no estuve comprendido ni iniciado; hasta el punto de que, no sospechando que yo pod��a ser capaz de semejante cosa, el se?or Juan Gualberto G��mez, a pesar de haber llevado su defensa ante la Audiencia de la Habana cuando se le proces�� por la publicaci��n de un art��culo titulado ?Por qu�� somos separatistas?, jam��s cont�� conmigo y aun hubo de decirme, ya en Ceuta, donde nos encontramos, que ��l se hubiera dirigido a m�� si hubiese sabido que yo era susceptible de ser inyectado con semejante virus; a lo que le contest�� que quiz��s, en aquellos momentos, no hubiera sido yo susceptible de recibir, con fruto, la inyecci��n.
En tales condiciones se encontraba la poblaci��n de Cuba cuando Mart�� empez�� la obra revolucionaria. Es verdad que, como ��l dec��a, en el suelo no se advert��an los brotes primeros de la planta, pero ��l sinti�� lo que pasaba
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 80
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.