Amistad funesta | Page 4

José Martí
y viv��a modestamente.
Enamorado yo de sus escritos, deslumbrada mi juventud por aquel vuelo de c��ndores de su prosa soberana, entr�� a aquel Are��pago con el pensamiento en las nubes y el coraz��n en los labios.
Eran d��as t��tricos para los colombianos residentes en New York, d��as en que un desdichado compatriota, al frente de un puesto distinguido, hab��a llevado a sus gavetas joyas que no eran suyas.
Fue ese el t��pico obligado, y Mart�� me dec��a: ?los suramericanos enviamos trozos humanos putrefactos para que estos pa��ses los escarben y examinen, mandamos el rostro ensangrentado de la Patria para que estos pa��ses lo abofeteen?.
Sobre Cuba exclamaba:
?Estoy desorientado y triste, pero con la mirada siempre fija en la cumbre inaccesible.
?En mi tierra no hay m��s que dos hombres: G��mez y Maceo, y una bandera: yo.
?A ellos los tienen como visionarios y a m�� me consideran loco. Nos han dejado solos.
?Aqu��, en los momentos de angustia, en esos d��as l��bregos en que en vano lucho y brego con los hombres y las cosas, al trasladar al papel mis pobres pensamientos, no me explico, no comprendo c��mo no se transforma en Vesubio mi cabeza ni se convierte mi pluma en bayoneta.
?Ustedes, los colombianos, tienen aun esperanzas de redenci��n: all�� hay vida, hay savia, hay esplendor.
Nosotros no tenemos nada.
?Cuba es una tumba muy grande que guarda un cad��ver m��s grande que ella: la raza india muerta.
?Esa raza me alienta, y la m��xima de Bol��var me conforta: '?Venceremos!'?.
Call��, inclin�� la cabeza meditabundo, me pareci�� escuchar el ruido estruendoso de las armas en la manigua, y comprend�� que aquel hombre era algo m��s que tribuno, algo m��s que genio: ?era la Libertad!
La Am��rica latina ha sido escasa en mentes colosales. El genio, como el c��lebre arbusto parlante de Sumatra, no se ha dado en Am��rica sino muy de tarde en tarde.
Ha habido ilustraciones altas y macizas, pensadores vastos y profundos, prosistas, oradores y poetas de palabra de oro y alas luminosas; pero el genio aut��ntico, la cabeza batida por aquilones y coronada de rayos, la lengua de fuego que realza y purifica cuanto toca, la pluma gigante que vierte a raudales la ternura, la ciencia y la filosof��a... esos, han sido muy raros en Am��rica.
Genio Montalvo; genio Jos�� Mart��.
El primero con una sombra: el arca��smo; el segundo, sin sombras y sin manchas.
La estulticia de las muchedumbres, el esp��ritu f��cil al aplauso de nuestra raza, la lisonja desmesurada de los gacetilleros, el coro vacuo y fr��volo de las mediocridades, han hecho aparecer en ocasiones como lumbreras a seres que apenas han tocado los primeros pelda?os de la gloria.
Entes grandes y pomposos--como la encina de Lebes--, pero huecos.
��rboles corpulentos de espl��ndido ramaje, pero torcidos e inclinados a la tierra.
Hoy la serie de pensadores es como una serie de monta?as, pero sin cumbres que sobresalgan, sin picos que se despidan de las otras.
La constante difusi��n de las luces, el esp��ritu incansable e investigador del siglo, la rapidez y la facilidad en las comunicaciones, la escuela, el libro, la prensa y la tribuna, han eliminado esas eminencias, c��spides de la humanidad.
Con la abundancia de las colinas han desaparecido los Himalayas.
Con la dilataci��n ha resultado el aplanamiento, con el ensanche se ha perdido la altitud.
El pe?��n abrupto es arena rutilante.
El nido es colmena.
La altura es extensi��n.
La cima ha sido cubierta por la arboleda en marcha: no se ven m��s que ��rboles.
La roca alt��sima ha sido invadida por el mar: no se ven m��s que olas.
Hoy es plaza lo que ayer fue torre, lago lo que fue atalaya, cielo inconmensurable lo que fue astro esplendoroso.
?Las cumbres se han deshecho en llanuras, las llanuras son cumbres.
?Son muchos los poetas secundarios, escasos los poetas eminentes solitarios.
?El genio va pasando de individual a colectivo.
?El hombre pierde en beneficio de los hombres.
?Se diluyen, se expanden las cualidades de los privilegiados a la masa?.
Las golondrinas se han elevado y los cometas han descendido.
Las legiones han subido y J��piter ha bajado.
El m��rito de Mart�� consisti�� precisamente en eso: haber dado sombra a tantas grandezas.
En ��poca, en que la ciencia es ambiente y el talento multitud, ��l fue Argos impoluto, gigante, solo, y ?��nico!
Todo tiene en la naturaleza su punto culminante, su nota dominadora, su faz grave y severa: la selva, el roble centenario; el oc��ano, la ola inmensa de cresta arrebolada; el desierto, el le��n hirsuto y arrogante; y la sociedad, el genio.
?Y genio fue Jos�� Mart��!
Muri�� a los 42 a?os y es asombrosa su labor pol��tica y literaria.
A la edad en que otros comienzan a ascender, ya ��l tra��a guirnaldas del Olimpo.
En un mismo d��a, y en ocasiones en una misma hora, escrib��a un discurso, redactaba una carta, perge?aba una revista, otorgaba una clase, le��a un libro, hojeaba un folleto, traduc��a una f��bula, hablaba de cosas f��tiles con su familia y de cosas lisonjeras con sus amigos.
Ten��a el don de
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