Viage al Rio de La Plata y Paraguay | Page 2

Ulderico Schmidel
la Asumpcion, �� las p��ginas mas elocuentes de los modernos historiadores?
Es de sentir que su ningun conocimiento de los idiomas que se hablaban en las col��nias, le haya hecho corromper casi todos los nombres, hasta hacerlos ininteligibles; sin ahorrar siquiera las palabras castellanas, que no siempre es posible descifrar, por mas que se procure indagar su sentido. Este defecto no debe imputarse tan solo al autor, sino tambien �� los que trabajaron sobre el texto aleman, latinizando �� su modo los nombres propios, incluso el del autor, que transformaron en Faber, �� Fabro, traduccion literal de Schmidel. El primero que lo ejecut�� fu�� Gotardo Arthus, cuya version insert�� De Bry en la 7.ma part. de su gran Coleccion de viages: y tan imperfecta pareci�� �� Levino Hulsio cuando la confront�� con el original, que se decidi�� �� emprender otra traduccion, la que public�� en Nuremberg, en 1599; agreg��ndole el retrato del autor, con varias l��minas de frutas y animales del Paraguay, y dos mapas, una de la Am��rica del norte, y la otra del sud, que aunque incorrectas, no dejan de tener algun m��rito por la ��poca en que aparecieron.
De estas versiones se vali�� D. Gabriel C��rdenas para el ep��tome que public�� en 1731, y que reprodujo Barcia en el III tomo de sus Historiadores primitivos de las Indias Occidentales.
A pesar de las notas y del ��ndice con que acompa?�� su publicacion, no logr�� ilustrarla, y solo podr�� conseguirlo el que consulte el texto, lo que hubieramos hecho si lo hubi��semos encontrado. Pero, de todas las obras que tratan de la conquista del Rio de la Plata, la de Schmidel es la mas rara, casi puede tenerse por irreperible.
Para sacar algun provecho de nuestra reimpresion, hemos emendado algunas palabras, cuya equivocacion era evidente: como, p. e., Zechurvas por Charr��as; Carendies por Querand��s; Aigais por Agaces; Salvascho por Salazar; Luchsan por Lujan; Richkel por Riquelme; Dabero por Tabar��; Gratio Amiego por Garcia Vanegas; palmele por palometa; card��s y tard��s, por cardos y dardos, etc.:--y hubi��ramos multiplicado estas correcciones si no nos hubiese detenido el temor de enredar mas el texto de un escritor, cuyo diario es el primer monumento de nuestra historia, y la ��nica fuente en que deben beber los que se proponen seguir los primeros pasos de los europeos en estas remotas regiones.
Los juicios de Schmidel se resienten �� veces del esp��ritu que reinaba entonces en los conquistadores todos divididos en bandos y parcialidades; y el fallo que pronuncia sobre la conducta del Adelantado Cabeza de Vaca, nombre ilustre en los anales de la conquista, no est�� de acuerdo con los hechos que nos han transmitido otros historiadores contemporaneos. Pero, prescindiendo de estos lunares, que todo lector prudente puede discernir, merecen cr��dito los datos que ha recogido; y solo la mencion que hace de tantos lugares, tribus, costumbres y acontecimientos, ha podido preservarlos del olvido, que ha devorado muchas otras memorias.
Sea que fuese dotado de una imaginacion mas templada �� de un juicio mas maduro; sea que, desconfiando de lo que otros decian, se ci?eae �� referir lo que ��l mismo observaba, cierto es que se le debe considerar como el escritor mas circunspecto de su ��poca.
El idioma aleman, de que se vali�� para redactar sus apuntes, y el latin en que fueron reproducidos, no eran los mas �� prop��sito para generalizarlos: as�� es que por cerca de dos siglos quedaron ignorados. Tambien contribuy�� �� este abandono el poco caso que hacian los espa?oles de sus establecimientos en paises desprovistos de minas: su explotacion fu�� por mucho tiempo el objeto exclusivo de la administracion de sus col��nias; y tan general era el prestigio que egercian en el p��blico estos ricos productos, que perverti�� hasta el juicio de los historiadores, cuya admiracion se concentr�� en los conquistadores del Per�� y de M��jico.
Sin embargo, ni fueron menores los riesgos, ni menos her��icos los sacrificios de los que invadieron los demas puntos de Am��rica: y para ponderar lo que cost�� la ocupacion del Paraguay, basta seguir �� Schmidel en la r��pida pero magistral ojeada que d�� sobre los veinte a?os que pas�� en el Nuevo Mundo, rodeado de pueblos ind��mitos y de una naturaleza salvage.
Cansado de tantos trabajos, solicit�� y obtuvo licencia de volver �� su patria; y escoltado por veinte indios C��rios, �� Guaran��s, ��nico fruto de su larga peregrinacion en Am��rica, atraves�� el Guaira, para llegar mas pronto �� San Vicente, donde esperaba hallar un buque para Europa. Este camino, que no conservaba mas huellas que las de Cabeza de Vaca, sobre ser impraticable por las asperezas del terreno, era defendido por enjambres de salvages que se anidaban en sus dilatados �� impenetrables bosques. Poblaciones enteras salieron �� disputarle el paso, y �� todas opuso una valerosa resistencia, segundado por sus fieles compa?eros, que �� pesar de ser indios, defendieron
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