se puso m��s t��trico a��n.
--?Por vida de la Constituci��n! ?Qu�� aprieto y qu�� compromiso es para un padre!...
--Tener hijas--concluy�� el jesuita con su vaga sonrisa, adelantando el belfo labio, en mueca de ben��volo desd��n. Y a?adi��--: El peor aprieto es ser m��s terco que una mula, con perd��n sea dicho, y creer que el pobre Padre Urtazu s��lo entiende de sus piedras y de sus astros y de su microscopio, y es un bolonio, un simpl��n, para aconsejar en la vida....
--No me aflija usted m��s, Padre. Harto tendr�� con no ver a Luc��a en qu�� s�� yo qu�� tiempo. S��lo me faltaba que tambi��n salga mal la cosa, y que pase ella penas....
--Bueno, bueno. D��jese de eso ya: a lo hecho, pecho. Esto de matrimonios, s��lo lo ata y lo desata el de arriba. ?Y qui��n sabe si saldr�� muy bien, a pesar de todos mis ag��eros y mis necedades? Porque ?qui��n soy yo sino un cegato, un miope? ?Bah! Esto es como lo que pasa con el microscopio. Mira usted una gota de agua a simple vista ?y parece tan clara!, vamos, que dan ganas de beb��rsela. Pero aplique usted aquellos lentecicos y... ?zas, zis!, ya se encuentra usted con los bicharracos y las bacterias que bailan dentro un rigod��n.... Pues el que anda por all��, encimita de las nubes, tambi��n ve cosas que a los bobos de por ac�� nos parecen tan sencillas... y para ��l tienen su quid.... ?Bah, bah!, ��l se encargar�� de arreglarnos las cosas... nosotros, ni que nos empe?emos.
--Lleva usted raz��n.... Dios sobre todo--aprob�� el se?or Joaqu��n, arrancando doliente suspiro de la vasta cavidad de su pecho. Esta noche, con el mal rato, la condenada asma va a darme qu�� hacer.... Encuentro ya la respiraci��n muy corta. Dormir��, si duermo, casi incorporado.
--Llame, llame a ese mala cabeza de Rada... tiene mucho acierto--murmur�� el jesuita considerando compadecido, a la luz oblicua del sol de oto?o, la inyectada tez y los ojos edematosos del viejo.
Mientras el acompa?amiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de Le��n, el tren corr��a, corr��a, dejando atr��s las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Luc��a un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con alg��n hipo, con vehemente llanto de ni?a inconsolable. Bien comprend��a el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle t��rmino; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de coraz��n a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas f��rmulas, vence el sentimiento, con su espont��nea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el di��logo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante.
--Luc��a--le dijo en voz algo turbada--m��date de ventanilla, hija m��a, c��rrete ac��; ah�� te da el sol de lleno, y es tan malsano....
Levantose Luc��a con autom��tica rigidez, pas�� al lado opuesto del departamento, y dej��ndose caer de golpe, torn�� a cubrir el semblante con el fino pa?uelo, y se oyeron otra vez sus sollozos y el anhelar de su seno juvenil.
Levemente frunci�� el ce?o el novio, que no en vano hab��a corrido cuarenta y pico de a?os de la vida cercado de gentes de festivo humor y f��cil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de l��stimas y disgustos que alteraban por extra?o modo el equilibrio de sus nervios, desagrad��ndole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia. Al gesto con que manifest�� su impaciencia, sigui�� un alzar de hombros que claramente quer��a decir: ?Caiga el chubasco, que el aguase agota tambi��n, y tras de la lluvia viene el buen tiempo?. Resuelto, pues, a aguardar que descargase la nube, dio comienzo a minucioso examen de sus enseres de camino, enter��ndose de si abrochaban bien las hebillas del correaje de la manta, y de si su bast��n y paraguas iban en debida y conveniente forma liados con el quitasol de Luc��a. Cerciorose asimismo de que una cartera de cuero de Rusia y plateados remates que pendiente de una correa llevaba terciada al costado, abr��a y cerraba f��cilmente con la llavecica de acero, que volvi�� a guardar en el bolsillo del chaleco, con cuidado sumo. Despu��s sac�� de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de los Caminos de Hierro, y con el dedo ��ndice, fue recorriendo las estaciones del itinerario de viaje.
-II-
Es de rigor saber de qu�� boca parti�� el soplo que encendi�� la antorcha de aquellas nupcias.
Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, sali��
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