Un viaje de novios | Page 6

Emilia Pardo Bazán
se puso más tétrico aún.
--?Por vida de la Constitución! ?Qué aprieto y qué compromiso es para un padre!...
--Tener hijas--concluyó el jesuita con su vaga sonrisa, adelantando el belfo labio, en mueca de benévolo desdén. Y a?adió--: El peor aprieto es ser más terco que una mula, con perdón sea dicho, y creer que el pobre Padre Urtazu sólo entiende de sus piedras y de sus astros y de su microscopio, y es un bolonio, un simplón, para aconsejar en la vida....
--No me aflija usted más, Padre. Harto tendré con no ver a Lucía en qué sé yo qué tiempo. Sólo me faltaba que también salga mal la cosa, y que pase ella penas....
--Bueno, bueno. Déjese de eso ya: a lo hecho, pecho. Esto de matrimonios, sólo lo ata y lo desata el de arriba. ?Y quién sabe si saldrá muy bien, a pesar de todos mis agüeros y mis necedades? Porque ?quién soy yo sino un cegato, un miope? ?Bah! Esto es como lo que pasa con el microscopio. Mira usted una gota de agua a simple vista ?y parece tan clara!, vamos, que dan ganas de bebérsela. Pero aplique usted aquellos lentecicos y... ?zas, zis!, ya se encuentra usted con los bicharracos y las bacterias que bailan dentro un rigodón.... Pues el que anda por allá, encimita de las nubes, también ve cosas que a los bobos de por acá nos parecen tan sencillas... y para él tienen su quid.... ?Bah, bah!, él se encargará de arreglarnos las cosas... nosotros, ni que nos empe?emos.
--Lleva usted razón.... Dios sobre todo--aprobó el se?or Joaquín, arrancando doliente suspiro de la vasta cavidad de su pecho. Esta noche, con el mal rato, la condenada asma va a darme qué hacer.... Encuentro ya la respiración muy corta. Dormiré, si duermo, casi incorporado.
--Llame, llame a ese mala cabeza de Rada... tiene mucho acierto--murmuró el jesuita considerando compadecido, a la luz oblicua del sol de oto?o, la inyectada tez y los ojos edematosos del viejo.
Mientras el acompa?amiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de León, el tren corría, corría, dejando atrás las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Lucía un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con algún hipo, con vehemente llanto de ni?a inconsolable. Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de corazón a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas fórmulas, vence el sentimiento, con su espontánea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el diálogo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante.
--Lucía--le dijo en voz algo turbada--múdate de ventanilla, hija mía, córrete acá; ahí te da el sol de lleno, y es tan malsano....
Levantose Lucía con automática rigidez, pasó al lado opuesto del departamento, y dejándose caer de golpe, tornó a cubrir el semblante con el fino pa?uelo, y se oyeron otra vez sus sollozos y el anhelar de su seno juvenil.
Levemente frunció el ce?o el novio, que no en vano había corrido cuarenta y pico de a?os de la vida cercado de gentes de festivo humor y fácil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de lástimas y disgustos que alteraban por extra?o modo el equilibrio de sus nervios, desagradándole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia. Al gesto con que manifestó su impaciencia, siguió un alzar de hombros que claramente quería decir: ?Caiga el chubasco, que el aguase agota también, y tras de la lluvia viene el buen tiempo?. Resuelto, pues, a aguardar que descargase la nube, dio comienzo a minucioso examen de sus enseres de camino, enterándose de si abrochaban bien las hebillas del correaje de la manta, y de si su bastón y paraguas iban en debida y conveniente forma liados con el quitasol de Lucía. Cerciorose asimismo de que una cartera de cuero de Rusia y plateados remates que pendiente de una correa llevaba terciada al costado, abría y cerraba fácilmente con la llavecica de acero, que volvió a guardar en el bolsillo del chaleco, con cuidado sumo. Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de los Caminos de Hierro, y con el dedo índice, fue recorriendo las estaciones del itinerario de viaje.

-II-
Es de rigor saber de qué boca partió el soplo que encendió la antorcha de aquellas nupcias.
Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, salió
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