inspiradas sólo en el interés que por usted tenemos mi marido y yo....
--Su marido de usted ... interrumpió la fogosa solterona, ?qué ha sabido? Dígame usted la verdad!
--Pero si no sabe nada; supone solamente, como yo, que don Mauricio podrá, en un momento dado, ser impulsado por una influencia ... exterior....
--?Cuál! Diga usted todo su pensamiento....
--?Pero si eso sería tan natural, querida se?orita!... El se?or Roussel de Pontournant....
--?Oh! Ya se ha pronunciado ese nombre execrable, exclamó con amarga sonrisa la se?orita Guichard; si, el se?or Roussel, el tutor de Mauricio.
--Y primo hermano de usted, insinuó la se?ora Tournemine.
--Y mi más mortal enemigo, sí, se?ora. He aquí el peligro para mí.... Pero lo he prevenido de antemano. El se?or Mauricio Aubry está indispuesto con su tutor y la ausencia del se?or Roussel en un día como este es buena prueba de lo que la digo. Sí; para entrar en mi casa, el marido de mi sobrina debía romper todos los lazos con el que me odia.... Era preciso que escogiera entre él y nosotras y así lo ha hecho. ?Podría haber dudado un solo instante?
Al decir esto, la se?orita Guichard se?alaba á los recién casados que estaban de pie cerca de la ventana del jardín, muy cerca el uno del otro, sonrientes y radiantes, formando un precioso grupo. La joven se había quitado el velo y la corona y con el traje blanco cubierto de flores de azahar, rubia y sonrosada y los ojos animados por la alegría, era la imagen viva de la felicidad. Muy moreno, la barba en punta, el cabello cortado coronando una hermosa frente, viva la mirada, Mauricio había cogido la mano de Herminia y la hablaba con animación. ?Qué decía? La se?orita Guichard no podía oírlo. Pero la joven movía la cabeza con aire de duda y una cierta inquietud. Dió algunos pasos por la escalinata y lentamente, seguida por Mauricio, descendió al jardín. Una vez allí, seguros de estar á salvo de los indiscretos, reanudaron la conversación empezada en medio de sus invitados.
--Era el único partido que podíamos tomar, dijo Mauricio.
--Pero ?qué peligroso! suspiró Herminia.
--Si hubiéramos descubierto nuestros proyectos todo estaba perdido; ?podíamos entonces obrar de otro modo que como lo hemos hecho?
--Es verdad. Pero, sin embargo, me oprime el corazón la idea de que enga?o á la que me ha servido de madre.
--Es por su misma tranquilidad.
--?Estás bien seguro?
--Mi padrino está pronto á reconciliarse con ella.... Ayer mismo me lo repitió y lo hará por cari?o hacia mí. ?Puedes admitir que la se?orita Guichard sea más intransigente y menos tierna?... Hay que contar con la primera impresión que producirá á tu tía la presencia del se?or Roussel. él está decidido á ofrecerle la mano y hasta á darle explicaciones, ?y bien sabe Dios que no se las debe!... Si ante tanta condescendencia la se?orita Guichard no se desarma, será preciso desesperar de todo. Yo estoy lleno de esperanza porque te adoro, y sin esa reconciliación no hay dicha posible para nosotros.
--?Ah! Mauricio, hemos sido muy atrevidos ocultando la verdad á mi tía ...?Acaso hubiera sido mejor decírselo todo!
--?Para que un cuarto de hora después me hubiera puesto en la puerta y me hubiera impedido volverte á ver?
--Es posible que yo la hubiera enternecido con mis súplicas y mis lágrimas. Me quiere verdaderamente y hubiera dudado antes de causarme tanta pena....
--Eso era dudoso, querida Herminia, mientras que ahora soy tu marido, me perteneces, tengo derechos sobre ti. Y si fueran puestos en duda....
--Bien, ?qué harías? preguntó la joven con encantadora sonrisa.
--Tomaría una resolución violenta. Te llevaría, de aquí, y lejos de las luchas de familia, al abrigo de antiguos rencores, viviría para ti sola y trataría de hacerte olvidar con mi ternura las afecciones transitoriamente abandonadas....
--Eso sería una ingratitud.
--Eso sería habilidad. Ya verías como se establecía prontamente la inteligencia. El vacío que haríamos traería la reflexión y la reflexión produciría la reconciliación.... Créeme, querida Herminia, unidos somos muy fuertes.... Y si me dejas conducirte, si obras como yo te lo aconseje, tenemos segura la victoria.
--Me hace mucha falta creerlo así....
Estaban en este momento en una preciosa calle de frondosos árboles, lejos de todas las miradas. Mauricio rodeó con el brazo el talle de su joven esposa y la atrajo hacia sí. Herminia, ruborizada, bajó sus hermosos párpados y con un movimiento de gracioso abandono, apoyó la cabeza en el hombro de Mauricio.... éste se inclinó hacia ella y dulcemente acarició con un beso la blanca frente y los cabellos de oro de la mujer amada.... Y con lentitud tomaron de nuevo el camino de la casa, donde, en el salón, abierto de par en par, la se?orita Guichard seguía haciendo los honores, ignorando el peligro que le amenazaba.
"Antiguo rencor" había dicho Mauricio hablando de los disentimientos que dividían hacía veinte a?os al se?or Roussel y
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