Reseña Veridica de la Revoluciòn Filipina | Page 9

Emilio Aguinaldo
Anderson, no sin suplicarme suspendiera por entonces el ataque contra Manila, porque ellos estaban estudiando un plan; para tomar con sus fuerzas Intramuros, dejando la toma de los arrabales para las nuestras.
Encargóme, sin embargo, que estudiara por mi parte otro plan para combinarlo con el suyo, con todo lo cual me conformé.

XII.
NUEVAS TROPAS AMERICANAS
Al poco tiempo, llegaron tropas americanas y con ellas el General Merrit, presentándose al Gobierno Dictatorial el Secretario del almirante con dos jefes para pedir que se les concediera ocupar nuestras trincheras de Maytubig, desde la playa hasta el camino Real, donde se unirían en cordon con las tropas filipinas que ocupaban Pasay y Singalong; á lo que también accedí, debido á las solemnes promesas del repetido almirante y naturales esperanzas de ellas nacidas sobre el apoyo y reconocimiento de nuestra Independencia.
Diez dias después de ocupado por las fuerzas americanas, Maytubig, sabedores de ello los espa?oles que estaban en frente fortificados en el polvorín de San Antonio Abad, durante la noche sorprendieron las avanzadas americanas que compuestas de pocos individuos no tuvieron más tiempo que para saltar de la cama y replegarse hácia su centro, abandonando sus fusiles y 6 ca?ones.
Oído el tiroteo por nuestras tropas acudieron inmediatamente en auxilio de los amigos y aliados, haciendo huir á los espa?oles y recuperando los fusiles y ca?ones de su poder, cuyos armamentos ordené fueran devueltos á los americanos en ley de buena amistad.
El General Noriel se oponía á ésta devolución, alegando que dicho armamento ya no era de los americanos, cuando lo ocuparon las fuerzas filipinas del poder de los espa?oles, pero, desatendí esta razonada oposición de mi General, ordenando terminantemente la devolución de las armas á los americanos, demostrando con ello clara y evidentemente la sincera amistad de los filipinos. Dichos fusiles y ca?ones con abundantes municiones, fueron, pues, devueltos á los que entonces eran nuestros aliados, apesar de que el General Noriel y sus fuerzas los habían conquistado á costa de la vida de muchos compa?eros.
Poco después llegaron más refuerzos americanos y otra vez el almirante Dewey, por medio de su Secretario interesó más trincheras para su ejército, alegando que eran ya cortas las que antes les había dado, concediéndoseles entonces su continuación hasta cerca de Pasay.

XIII.
EL 13 DE AGOSTO
Llegó el día 13 de Agosto en que noté un movimiento general de ataque contra Manila por parte de la escuadra americana y de las fuerzas de tierra que estaban al mando del General Anderson en Para?aque.
Seguidamente ordené á mis tropas, para que atacaran en todas las líneas, consiguiendo el General Pio del Pilar entrar por Sampalok y atacar á las tropas espa?olas que defendían el puente Colgante, las cuales se retiraron hacia el puente de Espa?a. La columna de nuestro General Gregorio H. del Pilar tomó los arrabales del Pretil, Tondo, Divisoria y Paseo de Azcárraga al Norte de Manila, y la del General Noriel, por la parte de Pasay, tomó los arrabales de Singalong y Pako, siguiendo detrás la columna americana y flanqueando las fuerzas espa?olas que defendían la línea de S. Antonio Abad; lo que visto por los jefes espa?oles, ordenaron la retirada de sus tropas hácia Intramuros, con lo cual las fuerzas americanas que ocupaban las trincheras del frente, entraron, sin pegar un tiro, por los arrabales de Malate y Ermita; pero allí se encontraron con las tropas del General Noriel que se habían posesionado de los referidos arrabales y establecido sus cuarteles en el convento de Malate y Ermita, en los edificios que fueron de la Exposición regional de Filipinas, en la Escuela Normal y en la casa del Sr. Perez, en Pako.
En Santa Ana, parte Este de Manila, logró copar el General Ricarte cinco columnas espa?olas, auxiliado por tropas del General Pio del Pilar.

XIV.
PRIMEROS NUBARRONES
Los nuestros veían desembarcar fuerzas americanas en las playas de la Luneta y paseo de Santa Lucía, llamando la atención de todos el que los soldados espa?oles que había en la muralla de la Ciudad no tiraran contra aquellas, misterio que al anochecer de este dia, se explicó por la noticia de la capitulación de la plaza hecha por el General espa?ol, se?or Jáudenes, al General americano, Mr. Merrit; capitulación que se reservaron los Generales americanos, con infracción de lo convenido con el almirante Dewey, sobre formación de planes para atacar y tomar Manila, juntos y en combinación los dos ejércitos, americano y filipino.
Esta inexplicable conducta de los jefes americanos se hizo más evidente con los telegramas que el General Anderson en dicho dia 13, me dirigió desde Maytubig, rogando que ordenara á nuestras tropas no entrasen en Manila, petición, que fué denegada, toda vez que era contraria á lo pactado y á los altos fines del Gobierno revolucionario, que al tomarse el inmenso trabajo de sitiar Manila durante dos meses y medio, sacrificando miles de vidas
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