Reseña Veridica de la Revoluciòn Filipina | Page 5

Emilio Aguinaldo
ocasión de encontrar en aquellas aguas de Cavite á varios revolucionarios de Bataan, á quienes entregué dos pliegos que contenían órdenes de levantamiento para la citada provincia y la de Zambales.
Antes de fondear en el Arsenal, encontré también varias bancas llenas de revolucionarios de Kawit, mi pueblo natal, los cuales me manifestaron que hacía dos semanas esperaban mi llegada, anunciada por los mismos americanos. No poca alegría sentí al ver á mis paisanos y parientes, antiguos compa?eros de la temeraria campa?a del 96 al 97. Aproveché aquella primera ocasión, pisando apenas la Comandancia de Marina en el Arsenal á las 4 de la tarde, para entregarles las demás órdenes de levantamiento.
Continué toda aquella noche con mis compa?eros escribiendo más y más órdenes y circulares para el mismo fin; pues sin explicar cómo ni de qué manera, aglomerábanse despachos de todas partes, pidiendo noticia de mi llegada, á la vez que consignas para levantarse contra los espa?oles.
Dios, sin duda alguna, tenía se?alado aquel momento para el derrumbamiento del imperio espa?ol en Filipinas, porque mí inesperada llegada no podía ser saludada ni sabida, con la rapidez y publicidad que aquellos hechos demuestran. Sesenta y dos voluntarios de San Roque y Caridad, armados de Remington y Maüser, organizados por los espa?oles, se presentaron al día siguiente, poniéndose incondicionalmente á mis órdenes. Al principio se alarmaron las fuerzas americanas por la llegada de dichos voluntarios y por precaución tomaron posiciones para defender la entrada del Arsenal; mas, enterado yo del caso, bajé á ver á dichos voluntarios, trasmitiéndoles órdenes de guardar el puesto de Dalajican, al objeto de impedir la entrada de las tropas espa?olas, que, según recientes noticias, así lo intentaban.
Sabedores los americanos de lo ocurrido, se tranquilizaron, y dando la consigna correspondiente á toda la tropa americana, se ordenó al Comandante del Petrell para que me fueran entregados los 62 fusiles y municiones ofrecidos por el Almirante, como así, en efecto, se llevó á cabo; pues al poco tiempo, á eso de las 10 del dia, las lanchas del Petrell traían y desembarcaban en el dique del Arsenal el referido armamento, que fue enseguida distribuido á los presentados, que por millares acudían pidiendo un puesto en las filas de la revolución y un fusil para ir á las avanzadas.
En la noche de aquel dia, 20 de Mayo, se me presentó el antiguo Jefe revolucionario, Sr. Luciano San Miguel, hoy General de Brigada, á recibir órdenes, que le fueron dadas, para el levantamiento, de las provincias de Manila, Laguna, Batangas, Tayabas, Bulakan, Morong, Pampanga, Tarlak, Nueva Ecija y otras del Norte de Luzón, saliendo aquella misma noche, el Se?or San Miguel á ejecutarlas.
Los dias 21, 22, 23 y demás del propio mes hubo un continuado desfile de revolucionarios presentados para tomar parte en el movimiento, de tal modo, que tuve necesidad de salir del Arsenal y pasar á otra casa del mismo Cavite, para dejar tranquilos á los marinos que guarnecían aquel establecimiento.

V.
EL GOBIERNO DICTATORIAL.
El dia 24 se estableció el Gobierno Dictatorial, circulándose la 1.a proclama, que suscribí, como Jefe del citado Gobierno. De este documento se entregaron ejemplares al Almirante Dewey, y por su mediación, á los cónsules extrangeros residentes en Manila, no obstante la incomunicación en que nos hallábamos con dicha ciudad.
á los pocos dias, se trasladó el Gobierno Dictatorial á la casa que fué Gobierno Civil de los espa?oles en Cavite, porque la aglomeración de personas que de todas partes acudían, hacía estrecha la primera que se tomó de un particular, y en esta fué donde recibí la grata noticia de la llegada de la expedición de armas, que fueron desembarcadas en el mismo dique del Arsenal á la vista del ca?onero Petrell siendo 1.999 el número de rifles, y 200.000 el de municiones con otros armamentos particulares.
Inmediatamente envié una Comisión á dar gracias al almirante Dewey por la pronta llegada de la expedición, merced á sus gestiones, participándole á la vez, que se había fijado el día 31 del citado mes de Mayo, para comenzar las operaciones. El almirante envió á su Secretario para felicitarme, así como á mi Gobierno, por la animación y actividad que se notaban á favor de la campa?a, manifestándome al propio tiempo, que entendía muy próximo el día fijado para empezar el levantamiento, y que debía transferirlo para otro más lejano en el que las tropas revolucionarias estuvieran mejor organizadas. Le contesté por dicho Secretario, que podía estar tranquilo el se?or almirante, porque estaba todo preparado, y los filipinos tenían muchas ánsias de sacudir y librarse del yugo de los espa?oles, y esto suplía la disciplina, como lo justificaría el tiempo, agradeciendo, no obstante, sus buenos consejos.
Ordené enseguida la distribución á varias provincias, de las armas recibidas, destinando algunas para los revolucionarios de Káwit, que fueron introducidas en la noche del 27 de Mayo,
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