alegres, pero todos honestos. Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llam��bala nieta, y ella la ten��a por abuela. Pusi��ronse a bailar a la sombra en la calle de Toledo, y de los que las ven��an siguiendo se hizo luego un gran corro; y en tanto que bailaban, la vieja ped��a limosna a los circunstantes, y llov��an en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado; que tambi��n la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.
Acabado el baile, dijo Preciosa:
--Si me dan cuatro cuartos, les cantar�� un romance yo sola, lind��simo en extremo, que trata de cuando la Reina nuestra se?ora Margarita sali�� a misa en Valladolid y fu�� a San Llorente: d��goles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del n��mero, como capit��n del batall��n.
Apenas hubo dicho esto, cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron a voces:
--C��ntale, Preciosa, y ves aqu�� mis cuatro cuartos.
Y as�� granizaron sobre ella cuartos, que la vieja no se daba manos a cogerlos. Hecho, pues, su agosto, y su vendimia, repic�� Preciosa sus sonajas, y al tono corrent��o y loquesco cant�� el romance.
Apenas #_lo_# acab�� cuando del ilustre auditorio y grave senado que la o��a, de muchas se form�� una voz sola, que dijo:
--?Torna a cantar, Preciosica; que no faltar��n cuartos como tierra!
M��s de docientas personas estaban mirando el baile y escuchando el canto de las gitanas, y en la fuga d��l acert�� a pasar por all�� uno de los tinientes de la villa, y viendo tanta gente junta, pregunt�� qu�� era, y fu��le respondido que estaban escuchando a la Gitanilla hermosa, que cantaba. Lleg��se el Tiniente, que era curioso, y escuch�� un rato, y por no ir contra su gravedad, no escuch�� el romance hasta la fin; y habi��ndole parecido por todo extremo bien la Gitanilla, mando a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas; que quer��a que las oyese dona Clara su mujer. Hizolo as�� el paje, y la vieja dijo que s�� iria.
Acabaron el baile y el canto y se fueron la calle adelante, y desde una reja llamaron unos caballeros a las gitanas. Asom��se Preciosa a la reja, que era baja, y vi�� en una sala muy bien aderezada y muy fresca muchos caballeros que, unos pase��ndose y otros jugando a diversos juegos, se entreten��an.
--?Qui��renme dar barato, ce?ores?--dijo Preciosa, que, como gitana, hablaba ceceoso, y esto es artificio en ellas; que no naturaleza.
A la voz de Preciosa, y a su rostro, dejaron los que jugaban el juego, y el paseo los paseantes, y los unos y los otros acudieron a la reja por verla, que ya ten��an noticia della, y dijeron:
--Entren, entren las gitanillas; que aqu�� les daremos barato.
--Caro ser��a ello--respondi�� Preciosa--si nos pellizcacen.
--No, a fe de caballeros--respondi�� uno--; bien puedes entrar, ni?a, segura que nadie te tocar�� a la vira de tu zapato; no, por el h��bito que traigo en el pecho.
Y p��sose la mano sobre uno de Calatrava.
--Si t�� quieres entrar, Preciosa--dijo una de las tres gitanillas que iban con ella--, entra enhorabuena; que yo no pienso entrar adonde hay tantos hombres.
--Mira, Cristina--respondi�� Preciosa--: de lo que te has de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos; porque antes el ser muchos quita el miedo y el recelo de ser ofendidas. Advierte, Cristinica, y est�� cierta de una cosa: que la mujer que se determina a ser honrada, entre un ej��rcito de soldados lo puede ser. Verdad es que es bueno hu��r de las ocasiones; pero han de ser de las secretas, y no de las p��blicas.
--Entremos, Preciosa--dijo Cristina--; que t�� sabes m��s que un sabio.
Anim��las la gitana vieja, y entraron; y apenas hubo entrado Preciosa, cuando el caballero del h��bito vi�� un papel que tra��a en el seno, y lleg��ndose a ella se le tom��, y dijo Preciosa:
--?Y no me le tome, se?or; que es un romance que me acaban de dar ahora, que a��n no le he le��do!
--Y ?sabes t�� leer, hija?--dijo uno.
--Y escribir--respondi�� la vieja--; que a mi nieta hela criado yo como si fuera hija de un letrado.
Abri�� el caballero el papel, y vi�� que ven��a dentro d��l un escudo de oro, y dijo:
--En verdad, Preciosa, que trae esta carta el porte dentro: toma este escudo que en el romance viene.
--Basta--dijo Preciosa---, que me ha tratado de pobre el poeta. Pues cierto que es m��s milagro darme a m�� un poeta un escudo que yo recebirle: si con esta a?adidura han de venir sus romances, traslade todo el Romancero general, y env��emelos uno a uno; que yo les tentar�� el pulso, y si vinieren duros, ser�� yo blanda en recebillos.
Admirados quedaron los que o��an a la Gitanica, as�� de
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