Morsamor | Page 3

Juan Valera
ideales: nuevos objetos, t��rmino y meta de la ambici��n humana. A sus ojos s��lo quedaba en pie el venerando e indestructible ideal religioso, que se alzaba como elevad��sima y solitaria torre en medio de un campo arrasado y lleno de ruinas. Lo ��nico que quedaba como refugio, consuelo y fin de la vida de Morsamor era la religi��n. H��zose, pues, religioso por no saber qu�� hacerse. Y ya se comprende que esta manera de hacerse religioso de poco o de nada pod��a valerle as�� en la tierra como en el cielo.
Harto se comprender�� tambi��n, se explicar�� y se justificar�� por lo dicho, el pobre papel que Fray Miguel de Zuheros hac��a entre los dem��s frailes.
S��lo Dios sab��a lo que guardaba ��l en el centro del alma. En lo exterior la figura inconsistente de Fray Miguel, sin color, sin energ��a y sin car��cter propio, se esfumaba en el espacio e iba lenta y desabridamente a desaparecer en el tiempo.

-II-
De vez en cuando, creciendo en importancia y en frecuencia e interrumpiendo la monoton��a de la vida claustral, llegaban al convento noticias vagas y confusas que revelaban una pasmosa renovaci��n en la vida social de la reci��n formada naci��n espa?ola. Los ideales, por susto de cuya ausencia se hab��a refugiado Fray Miguel en el claustro, brotaron entonces en el suelo fecundo de Espa?a, le cubrieron todo y vinieron a llamar con estr��pito en su celda al desenga?ado solitario. Mientras que Fray Miguel viv��a vida contemplativa y obscura, una vida fecunda en acciones maravillosas se hab��a desenvuelto en toda nuestra Pen��nsula, salvando sus l��mites y confines, y derram��ndose con irresistible expansi��n por el mundo todo. Los reyes unidos de Arag��n y Castilla hab��an vencido a los portugueses en Toro, vengando la afrenta de Aljubarrota; hab��an conquistado el hermoso reino de Granada; hab��an expulsado de Italia a los franceses, ense?ore��ndose de N��poles y de Sicilia. Un aventurero genov��s hab��a ofrecido llegar a Cipango y al Catay, atravesando con sus naves el nunca surcado y tenebroso mar de Sargaso, y el aventurero hab��a descubierto extensas y hasta entonces inc��gnitas regiones, donde hab��a ido a plantar la cruz del Redentor y el pend��n de Castilla, dejando entrever y haciendo augurar que la tierra en que vivimos es mayor de lo que se pensaba y que todo lo oculto y misterioso que hasta entonces hab��a habido en ella, iba a revelarse y a manifestarse a nuestros ojos y a ser dominado por castellanos y aragoneses.
En competencia con ellos y movidos por id��ntico impulso, los portugueses hab��an persistido en su casi secular empe?o de navegar hasta el extremo Sur de ��frica, de ir m��s all�� navegando, y de llegar a la India y de apoderarse all�� del comercio, y de la riqueza de que hasta entonces hab��an gozado ��rabes, persas, venecianos y genoveses.
Iba Fray Miguel enter��ndose vaga y confusamente de todas estas novedades. Como era poco comunicativo no dec��a a nadie la impresi��n que le hac��an; pero la impresi��n era profunda, acrecentando su profundidad y su fuerza, la reconcentraci��n y el sigilo con que en el centro de su alma lo escond��a todo.
Cualquier ser humano, como no sea depravad��simo, tiene el amor de la patria, del pueblo, de la tierra en que ha nacido y de la gente a que pertenece. Este sentimiento es tan natural y tan general que no he de hacer yo el elogio de Fray Miguel porque le tuviese. Me limito a afirmar que le ten��a. Los triunfos de su naci��n, el verla trocada de sociedad desquiciada y an��rquica en Potencia temida, influyente y gloriosa, lisonjeaban el orgullo de Fray Miguel y le ten��a muy satisfecho y orondo. Por nada del mundo hubiera anhelado ��l que lo que era no fuese; que de todas las glorias, grandezas y triunfos su naci��n, resultasen falsedad y sue?o vano de la fantas��a. Su coraz��n se alegraba de que fuesen reales; pero al mismo tiempo, por extra?a aunque frecuente contradicci��n de nuestro esp��ritu, hab��a en el suyo verg��enza y abatimiento de no haber contribuido a la elevaci��n nacional de que se admiraba y se enorgullec��a. Ni con sus humildes rezos, ya en el templo solitario, ya en su mezquina celda, hab��a contribuido Fray Miguel a ninguna de las altas empresas que se hab��an llevado a cabo. Su coraz��n falto de fe y de esperanza y su mente inclinada y torcida a no prever sino lo peor, no hab��an podido pedir ni hab��an pedido al cielo lo inasequible, lo absurdo, lo que no hab��an concebido ni en sue?os, comprendi��ndolo s��lo al verlo en realidad efectiva. Espa?a, pobre, desgarrada por discordias civiles, sin dominio y sin influjo en lo exterior, se hab��a transformado de repente en la primera naci��n del mundo, y Fray Miguel, que en sus verdes mocedades hab��a aspirado a llenarle de su ama, como trovador y como guerrero,
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 108
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.