conoc��a? No ciertamente en la tonsura, borrada por una selva de pelo gris y cerdoso, ni tampoco en la rasuraci��n, pues los duros ca?ones de su azulada barba contar��an un mes de antig��edad; menos a��n en el alzacuello, que no tra��a, ni en la ropa, que era semejante a la de sus compa?eros de caza, con el aditamento de unas botas de montar, de charol de vaca muy descascaradas y cortadas por las arrugas. Y no obstante trascend��a a cl��rigo, revel��ndose el sello formidable de la ordenaci��n, que ni aun las llamas del infierno consiguen cancelar, en no s�� qu�� expresi��n de la fisonom��a, en el aire y posturas del cuerpo, en el mirar, en el andar, en todo. No cab��a duda: era un sacerdote.
Aproxim��se al grupo el jinete, y repiti�� la consabida pregunta:
--?Pueden ustedes decirme si voy bien para casa del se?or marqu��s de Ulloa?
El cazador alto se volvi�� hacia los dem��s, con familiaridad y dominio.
--?Qu�� casualidad!--exclam��--. Aqu�� tenemos al forastero..... T��, Primitivo.... Pues te cay�� la loter��a: ma?ana pensaba yo enviarte a Cebre a buscar al se?or.... Y usted, se?or abad de Ulloa.... ?ya tiene usted aqu�� quien le ayude a arreglar la parroquia!
Como el jinete permanec��a indeciso, el cazador a?adi��:
--?Supongo que es usted el recomendado de mi t��o, el se?or de la Lage?
--Servidor y capell��n...--respondi�� gozoso el eclesi��stico, tratando de echar pie a tierra, ardua operaci��n en que le auxili�� el abad--. ?Y usted...--exclam��, encar��ndose con su interlocutor--es el se?or marqu��s?
--?C��mo queda el t��o? ?Usted... a caballo desde Cebre, eh?--repuso ��ste evasivamente, mientras el capell��n le miraba con inter��s rayano en viva curiosidad. No hay duda que as��, varonilmente desali?ado, h��meda la piel de transpiraci��n ligera, terciada la escopeta al hombro, era un cacho de buen mozo el marqu��s; y sin embargo, desped��a su arrogante persona cierto tufillo brav��o y montaraz, y lo duro de su mirada contrastaba con lo afable y llano de su acogida.
El capell��n, muy respetuoso, se deshac��a en explicaciones.
--S��, se?or; justamente.... En Cebre he dejado la diligencia y me dieron esta caballer��a, que tiene unos arreos, que vaya todo por Dios.... El se?or de la Lage, tan bueno, y con el humor aqu��l de siempre.... Hace re��r a las piedras.... Y guapote, para su edad.... Estoy reparando que si fuese su se?or pap�� de usted, no se le parecer��a m��s.... Las se?oritas, muy bien, muy contentas y muy saludables.... Del se?orito, que est�� en Segovia, buenas noticias. Y antes que se me olvide....
Busc�� en el bolsillo interior de su levit��n, y fue sacando un pa?uelo muy planchado y doblado, un Semanario chico, y por ��ltimo una cartera de tafilete negro, cerrada con el��stico, de la cual extrajo una carta que entreg�� al marqu��s. Los perros de caza, despeados y anhelantes de fatiga, se hab��an sentado al pie del crucero; el abad picaba con la u?a una tagarnina para liar un pitillo, cuyo papel sosten��a adherido por una punta al borde de los labios; Primitivo, descansando la culata de la escopeta en el suelo, y en el ca?��n de la escopeta la barba, clavaba sus ojuelos negros en el reci��n venido, con pertinacia escrutadora. El sol se pon��a lentamente en medio de la tranquilidad oto?al del paisaje. De improviso el marqu��s solt�� una carcajada. Era su risa, como suya, vigorosa y pujante, y, m��s que comunicativa, desp��tica.
--El t��o--exclam��, doblando la carta--siempre tan guas��n y tan c��lebre.... Dice que aqu�� me manda un santo para que me predique y me convierta.... No parece sino que tiene uno pecados: ?eh, se?or abad? ?Qu�� dice usted a esto? ?Verdad que ni uno?
--Ya se sabe, ya se sabe--mascull�� el abad en voz bronca.... Aqu�� todos conservamos la inocencia bautismal.
Y al decirlo, miraba al reci��n llegado al trav��s de sus erizadas y salvajinas cejas, como el veterano al inexperto recluta, sintiendo all�� en su interior profundo desd��n hacia el curita barbilindo, con cara de ni?a, donde s��lo era sacerdotal la severidad del rubio entrecejo y la compostura asc��tica de las facciones.
--?Y usted se llama Juli��n ��lvarez?--interrog�� el marqu��s.
--Para servir a usted muchos a?os.
--?Y no acertaba usted con los Pazos?
--Me costaba trabajo el acertar. Aqu�� los paisanos no le sacan a uno de dudas, ni le dicen categ��ricamente las distancias. De modo que....
--Pues ahora ya no se perder�� usted. ?Quiere montar otra vez?
--?Se?or! No faltaba m��s.
--Primitivo--orden�� el marqu��s--, coge del ramal a esa bestia.
Y ech�� a andar, dialogando con el capell��n que le segu��a. Primitivo, obediente, se qued�� rezagado, y lo mismo el abad, que encend��a su pitillo con un misto de cart��n. El cazador se arrim�� al cura.
--?Y qu�� le parece el rapaz, diga? ?Verdad que no mete respeto?
--Boh.... Ahora se estila ordenar miquitrefes.... Y luego mucho de alzacuellitos, guantecitos, perejiles con escarola.... ?Si yo fuera el arzobispo, ya les dar��a el demontre de los guantes!
-II-
Era noche cerrada, sin
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