La Catedral | Page 9

Vicente Blasco Ibáñez
son antiguos en la catedral como las piedras de sus muros.... No se le ocurre calaverada que no la realice: en plena sacristía jura como un impío a espaldas de los se?ores beneficiados. ?No digas que no, granuja!
Y le amenazaba con una mano, entre severo y risue?o, como si en el fondo de su pensamiento le hiciesen cierta gracia las faltas del sobrino. éste acogía la reprimenda con muecas que agitaban su cara de movilidad simiesca y sin bajar los ojos, que tenían una fijeza insolente.
--Es una mala vergüenza--continuó el tío--que te peines así, como la chulería de la corte que viene a Toledo en las grandes fiestas. En la buena época de la catedral ya te hubiesen pelado al rape. Pero como en estos tiempos de desamortización, libertad y desgracias, nuestra santa iglesia es pobre como una rata, la miseria no deja humor a los se?ores del cabildo para fijarse en detalles, y todo anda abajo que da lástima. ?Qué abandono, Gabriel! ?Si lo vieras! Esto parece una oficina como esas de Madrid adonde va la gente a cobrar y echa a correr en seguida. La catedral es hermosa como siempre, pero no se encuentra por parte alguna la majestad del culto del Se?or. Lo mismo dice el maestro de capilla, indignándose al ver que en las grandes fiestas sólo toman asiento en medio del coro hasta media docena de músicos. La gente joven que vive en las Claverías no tiene amor a nuestra Primada y se queja de lo cortos que son los sueldos, sin tener en cuenta el temporal que aguanta la religión. Si esto continúa, no me extra?ará ver a este pájaro y a otros tan tunantes como él jugando a la rayuela en el crucero... ?Dios me perdone!
Y el simple Vara de palo hizo un gesto escandalizándose de sus palabras. Después continuó:
--Este se?orito, aquí donde lo ves, no está contento con su estado, y eso que, siendo casi un mocoso, ocupa el cargo que su pobre padre no pudo conseguir hasta los treinta a?os. Quiere ser torero, y hasta un domingo se atrevió a salir en una novillada en la plaza de Toledo. Su madre bajó desmelenada como una Magdalena a contármelo todo, y yo, pensando que su padre había muerto y me correspondía hacer sus veces, aguardé al se?or cuando volvía de la plaza echándolas de guapo, y lo arreé desde la escalera de la torre hasta su habitación con la misma vara de palo que me sirve en la catedral. él te dirá si tengo la mano dura cuando me enfado.... ?Virgen del Sagrario! ?Un Luna de la Santa Iglesia Primada metido a torero! ?Poco rieron los canónigos y hasta el se?or cardenal, según me han dicho, al conocer el caso! Un beneficiado de buen humor le apodó desde entonces el Tato, y así le llaman todos en la casa. ?Has visto, hermano, qué honra proporciona a la familia este tuno...?
El silenciario pretendía anonadar con su mirada al Tato, pero éste sonreía, sin impresionarse gran cosa con las palabras de su tío.
--Y no creas, Gabriel--continuó--, que a este individuo le falta un pedazo de pan y por eso hace tales disparates. A pesar de su mala cabeza, tiene desde los veinte a?os el cargo de perrero de la santa catedral: ha llegado adonde sólo se llegaba en tiempos mejores después de muchos a?os y buenas agarraderas. Cobra sus seis realitos diarios, y como anda suelto por la iglesia, puede ense?ar las curiosidades a los forasteros. Con las propinas que le caen está mejor que yo. Los extranjeros que visitan la catedral, gentes descomulgadas que nos miran como monos raros y encuentran todo lo nuestro curioso y digno de risa, se fijan en él. Las inglesas le preguntan si ha sido toreador, y él ?para qué necesita más...! Al ver que le dan por el gusto, suelta el saco de las mentiras (porque a embustero nadie le echa la pata encima) y cuenta las grandes corridas que lleva dadas en Toledo y fuera de él, los toros que ha muerto... y esos bobalicones de Inglaterra toman nota en sus álbumes, y hasta alguna rubia patuda dibuja de un trazo la cabeza de este trapalón. A él lo que le interesa es que le crean las mentiras y al final le larguen la peseta; le importa poco que esos herejes se vayan a su tierra propalando que en la catedral de Toledo, en la Iglesia Primada de las Espa?as, los empleados son toreros y ayudan a las ceremonias del culto entre corrida y corrida. Total, que gana más dinero que yo, y a pesar de esto, se cree postergado en su cargo... ?Un empleo tan hermoso! ?Marchar en las grandes procesiones al frente de todos, junto a la gran manga de la Primada, con una
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