Filosofia fundamental | Page 8

Jaime Balmes
necesitamos atender al curso que sigue nuestro entendimiento; sin advertirlo siquiera nos vamos por el buen camino; y tal hombre habr�� formado en su vida millones de raciocinios muy rigurosos y exactos, que no habr�� atendido una sola vez al modo con que raciocina. Aun los mas versados en el artificio de la dial��ctica se olvidan �� menudo de ella; la practican quiz��s muy bien, pero sin atender expresamente �� ninguna de sus reglas.
[29.] Los ide��logos escriben vol��menes enteros sobre las operaciones de nuestro entendimiento; y estas operaciones las ejecuta el hombre mas r��stico sin pensar que las hace. ?Cu��nto no se ha escrito sobre la abstraccion, sobre la generalizacion, sobre los universales! Y no hay hombre que no tenga todo esto muy bien arreglado en su cabeza, aunque no sepa que existe una ciencia que lo examina. En su lenguaje, hallar��is expresado lo universal y lo particular, notar��is que en su discurso cada cosa ocupa el puesto que le corresponde; sus actos directos no le ofrecen dificultad. Pero llamadle la atencion sobre esos mismos actos, sobre la abstraccion por ejemplo: lo que en el ��rden directo del pensamiento era tan claro y luminoso, se convierte en un caos al pasar al ��rden reflejo.
Se echa pues de ver que en el medio de suyo mas reflexivo, cual es el raciocinio, obra muy poco la reflexion, que tiene por objeto el mismo acto que se ejerce.
[30.] Ejemplo de la autoridad.
Ningun habitante de paises civilizados ignora que existe una nacion llamada _Inglaterra_; y la mayor parte de ellos, no lo saben sino por haberlo oido �� leido, es decir, por autoridad. Claro es que la certeza de la existencia de la Inglaterra es tanta, que no la excede la de los mismos objetos que se tienen �� la vista; y sin embargo, ?cu��ntos son los que han pensado en el an��lisis de los fundamentos en que se apoya semejante certeza? Muy pocos. ?Y esta ser�� mayor en los que se hayan ocupado de ella que en los dem��s? N��, seguramente. Luego en el presente caso y otros infinitos an��logos, para nada intervienen los actos reflejos; la certeza se forma instintivamente, sin el auxilio de ningun medio parecido �� los filos��ficos.
[31.] Estos ejemplos manifiestan que la humanidad en lo tocante �� la certeza, anda por caminos muy diferentes de los de la filosof��a: el Criador que ha sacado de la nada �� los seres, los ha provisto de lo necesario para ejercer sus funciones segun el lugar que ocupan en el universo; y una de las primeras necesidades del ser inteligente era la certeza de algunas verdades. ?Qu�� seria de nosotros si al comenzar �� recibir impresiones, al germinar en nuestro entendimiento las primeras ideas, nos encontr��semos con el fatigoso trabajo de labrar un sistema que nos pusiese �� cubierto de la incertidumbre? Si as�� fuese, nuestra inteligencia moriria al nacer; porque envuelta en el caos de sus propias cavilaciones en el momento de abrir los ojos �� la luz, y cuando sus fuerzas son todav��a tan escasas, no alcanzaria �� disipar las nubes que se levantarian de todos lados, y acabarian por sumirla en una completa oscuridad.
Si los fil��sofos mas aventajados, si las inteligencias mas claras y penetrantes, si los genios de mas pujanza y brio, han trabajado con tan escaso fruto por asentar los principios s��lidos que pudiesen servir de fundamento �� las ciencias, ?qu�� sucediera si el Criador no hubiese acudido �� esta necesidad, proveyendo de certeza �� la tierna inteligencia, del propio modo que para la conservacion del cuerpo ha preparado el aire que le vivifica, y la leche que le alimenta?
[32.] Si alguna parte de la ciencia debe ser considerada como puramente especulativa, es sin duda la que versa sobre la certeza: y esta proposicion por mas que �� primera vista parezca una paradoja, es sin embargo una verdad nada dif��cil de demostrar.
[33.] ?Qu�� puede proponerse en este particular la filosof��a? ?Producir la certeza? Esta existe, independiente de todos los sistemas filos��ficos: nadie habia pensado en semejantes cuestiones, cuando la humanidad estaba ya cierta de infinitas cosas. Todav��a mas: despues de suscitada la cuestion, han sido pocos los que se han ocupado de ella, comparados con la totalidad del g��nero humano: lo mismo sucede ahora, y suceder�� en adelante. Luego cuantas teor��as se excogiten sobre este punto en nada pueden influir en el fen��meno de la certeza. Lo que se dice con respecto �� producirla, puede extenderse al intento de consolidarla. ?Cu��ndo han tenido �� tendr��n ni ocasion ni tiempo el comun de los hombres, para ocuparse de semejantes cuestiones?
[34.] Si algo hubiera podido producir la filosof��a en esta parte, habria sido el escepticismo; pues que la variedad y oposicion de los sistemas eran mas propias para engendrar dudas que para disiparlas. Afortunadamente, la naturaleza se resiste al
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