El préstamo de la difunta
Project Gutenberg's El préstamo de la difunta, by Vicente Blasco
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Title: El préstamo de la difunta
Author: Vicente Blasco Ibanez
Release Date: January 13, 2006 [EBook #14308]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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PRÉSTAMO DE LA DIFUNTA ***
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EL PRÉSTAMO DE LA DIFUNTA
(NOVELAS)
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
36.000 EJEMPLARES
PROMETEO Germanías, 33. VALENCIA (Published in Spain)
ES PROPIEDAD.--Reservados todos los derechos de reproducción,
traducción y adaptación.
1921, by V. Blasco Ibáñez.
INDICE
El préstamo de la difunta. El monstruo. El rey de las praderas. Noche
servia. Las plumas del caburé. Las vírgenes locas. La vieja del cinema.
El automóvil del general. Un beso. La loca de la casa. La sublevación
de Martínez. El empleado del coche-cama. Los cuatro hijos de Eva. La
cigarra y la hormiga.
EL PRÉSTAMO DE LA DIFUNTA
I
Cuando los vecinos del pequeño valle enclavado entre dos estribaciones
de los Andes se enteraron de que Rosalindo Ovejero pensaba bajar á la
ciudad de Salta para asistir á la procesión del célebre Cristo llamado «el
Señor del Milagro», fueron muchos los que le buscaron para hacerle
encomiendas piadosas.
Años antes, cuando los negocios marchaban bien y era activo el
comercio entre Salta, las salitreras de Chile y el Sur de Bolivia, siempre
había arrieros ricos que por entusiasmo patriótico costeaban el viaje á
todos sus convecinos, bajando en masa del empinado valle para
intervenir en dicha fiesta religiosa. No iban solos. El escuadrón de
hombres y mujeres á caballo escoltaba á una mula brillantemente
enjaezada llevando sobre sus lomos una urna con la imagen del Niño
Jesús, patrón del pueblecillo.
Abandonando por unos días la ermita que le servía de templo, figuraba
entre las imágenes que precedían al Señor del Milagro, esforzándose
los organizadores de la expedición para que venciese por sus ricos
adornos á los patrones de otros pueblos.
El viaje de ida á la ciudad sólo duraba dos días. Los devotos del valle
ansiaban llegar cuanto antes para hacer triunfar á su pequeño Jesús. En
cambio, el viaje de vuelta duraba hasta tres semanas, pues los devotos
expedicionarios, orgullosos de su éxito, se detenían en todos los
poblados del camino.
Organizaban bailes durante las horas de gran calor, que á veces se
prolongaban hasta media noche, consumiendo en ellos grandes
cantidades de mate y toda clase de mezcolanzas alcohólicas. Los que
poseían el don de la improvisación poética cantaban, con
acompañamiento de guitarra, décimas, endechas y tristes, mientras sus
camaradas bailaban la zamacueca chilena, el triunfo, la refalosa, la
mediacaña y el gato, con relaciones intercaladas.
Algunas veces, este viaje, en el que resultaban más largos los descansos
que las marchas, se veía perturbado por alguna pelea que hacía correr la
sangre; pero nadie se escandalizaba, pues no es verosímil que una gente
que va con armas y ha hecho viajes á través de los Andes pueda vivir
en común durante varias semanas, bailando y bebiendo con mujeres,
sin que los cuchillos se salgan solos de sus fundas.
Ahora ya no habían arrieros gananciosos que dedicasen unas cuantas
docenas de onzas de oro al viaje del Niño Jesús y de sus devotos. Los
más ricos se habían ido del pueblecillo; sólo quedaban arrieros pobres,
de los que aceptan un viaje á El Paposo en Chile ó á Tarija en Bolivia
por lo que quieren darles los comerciantes de Salta.
Rosalindo Ovejero era el único que deseaba seguir la tradición, bajando
á la ciudad para acompañar al Señor del Milagro en su solemne paseo
por las calles.
Desde que anunció su viaje, el rancho de adobes con techumbre
sostenida por grandes piedras, que había heredado de sus padres,
empezó á recibir visitas. Todos acompañaban su encargo con un billete
de á peso.
Las mujeres le narraban, sin perdonar detalle, las grandes enfermedades
de que las había salvado la imagen milagrosa. Sus entrañas
dolorosamente quebrantadas por la maternidad se habían tranquilizado
después de varios emplastos de hierbas de la Cordillera y de la promesa
de asistir á la procesión del Cristo de Salta. Ellas no podían hacer el
viaje, como en otros años; pero Rosalindo iba á representarlas, pues el
Señor del Milagro es bondadoso y admite toda clase de sustituciones.
Lo importante era pagar un cirio para que ardiese en su procesión.
--Tomá, hijo, y cómpralo de los más grandes--le decían las mujeres al
entregarle el dinero--. Te pido este favor porque fuí
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