El Diablo Cojuelo, by Luis V��lez de Guevara
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Title: El Diablo Cojuelo
Author: Luis V��lez de Guevara
Release Date: May 27, 2004 [EBook #12457]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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EL DIABLO COJUELO
Luis V��lez de Guevara
CL��SICOS CASTELLANOS
EL DIABLO COJUELO
Luis V��lez de Guevara
PR��LOGO Y NOTAS DE FRANCISCO RODR��GUEZ MAR��N
1922
A LA GRATA MEMORIA DEL INGENIOS��SIMO ESCRITOR HISPALENSE DON FELIPE P��REZ Y GONZ��LEZ, MI LEAL AMIGO DESDE LOS TAN REGOCIJADOS COMO FUGACES A?OS DE LA MOCEDAD.
FRANCISCO RODR��GUEZ MAR��N
PR��LOGO
Luis V��lez de Guevara--como dije en otra ocasi��n[1]--fu�� tan pobre, que bien puede dudarse si en alg��n tiempo de su vida lleg�� a tener dos trajes en mediano uso; pero, en cambio, a los doscientos y mas a?os de su muerte tiene dos biograf��as diversas: la que le inventaron algunos escritores, que es la mas conocida[2], y la que despacio y a retazuelos, como de limosna, pero s��lidamente, le vamos escribiendo algunos investigadores de nuestra historia literaria[3].
Seg��n la primera de entrambas biograf��as, V��lez naci�� en Ecija por enero de 1570, estudi�� Leyes en la Universidad de Sevilla y vino a ejercer su profesi��n a la Corte, en donde muy luego gan�� estimaci��n y fama por su sagacidad, gracejo y elocuencia. Defendiendo a cierto criminal capt�� a los jueces con su donaire; pero como el fiscal apelase de la benigna sentencia dictada, el reo fu�� condenado a muerte, y Luis V��lez a pagar una multa. Tuvo noticia de ello el Rey, y cuando convers�� con el festivo abogado prend��se tanto de ��l, que no s��lo le perdon�� la multa, y la vida al delincuente, sino que, adem��s, ya no pudo pasar sin el trato de V��lez de Guevara, a quien protegi�� sobremanera.
Esto fu�� lo que suele llamarse hablar de memoria, porque en todo el relato no hay otra cosa verdadera que lo de ser Ecija la patria del escritor. Y lo realmente sucedido y cierto es, en este caso como en otros muchos, menos bello y agradable que la mentira. V��amoslo.
Luis V��lez de Guevara naci�� en Ecija, a fines de julio de 1579, de padres hidalgos, pero pobres[4]: sabido es que la hidalgu��a y la pobreza casi siempre anduvieron juntas[5]. Estudi�� la Gram��tica en su ciudad natal, y por julio de 1596 se gradu�� de bachiller en Artes en la Universidad de Osuna, eximi��ndose por pobre de pagar los derechos acad��micos[6]. Seguidamente entr�� a servir como paje a don Rodrigo de Castro, cardenal arzobispo de Sevilla, a quien acompa?�� en el viaje que hizo a Madrid y a Valencia para asistir en las bodas de Felipe III y do?a Margarita de Austria, de las cuales y de sus esplendorosas fiestas trat�� el poeta adolescente en un poemita que hizo imprimir en Sevilla, a su regreso[7].
Muri�� el Cardenal en septiembre de 1600; pero a esta saz��n no perduraba V��lez en su palacio, pues, ya harto talludo para paje, dos meses antes hab��a dejado su empleo, a fin de abrazar la profesi��n de las armas. ��l, en un memorial dirigido al Rey, dijo haber permanecido seis a?os en la milicia[8]; pero que exager�� en cuanto a la duraci��n de su vida soldadesca demu��strase con otras palabras suyas, porque ��l mismo, muchos a?os antes, hab��a declarado que en el est��o de 1603 estaba en Valladolid, y en tal declaraci��n, prestada en Sevilla a 26 de mayo de 1604 e in��dita hasta ahora, llam��base nuestro poeta, sin mencionar para cosa alguna la cualidad de soldado, ?vecino al presente en esta ciudad, en la collaci��n de Santa Marina?[9].
Ya apellid��ndose V��lez de Guevara, en lugar de V��lez de Santander, como se hab��a llamado hasta poco antes[10], escribi�� y public�� en 1608 un nuevo op��sculo po��tico intitulado Elogio del Ivramento del seren��ssimo Pr��ncipe don Felipe Domingo, Quarto deste nombre, y en la portada de esta obrita se decia criado del Conde de Salda?a. Hab��a entrado, en efecto, a su servicio como gentilhombre antes o poco despu��s de enviudar de su primer matrimonio: del primero de los cuatro con que prob�� su grande afici��n a este santo sacramento[11].
Para sus nuevas nupcias con do?a ��rsula Ramisi Bravo de Laguna[12], el mencionado Conde le hizo donaci��n de cuatrocientos ducados, am��n de se?alarle una pensi��n anual vitalicia de otros doscientos; pero estas larguezas de los grandes de anta?o eran com��nmente m��s nominales que efectivas, porque a la hora de cobrar--tan endeudados andaban de ordinario--sol��an desvanecerse como el humo. Y en 1618, fallecida su segunda
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