sur, �� la entrada hay cinco, seis y siete brazas de la propia calidad en el fondo. Toda la entrada es limpia; solamente en la punta del sur hay dos farellones que velan en marea mediada; en pleamar parece que se cubren, y en bajamar queda esta punta un placer.
Mi��rcoles 9, dia de la Purificacion de Nuestra Se?ora, cuyo patrocinio imploraban, quiso la Madre de piedad, que, calmado el oeste fuerte �� las 9 de la ma?ana, poco despues con un norte lento entrasen en la primera ensenada de la bahia, que conocieron luego ser la de San Julian; y favorecidos del viento, entraron hasta una legua dentro. A las dos de la tarde, tomando mucha fuerza la corriente de la marea que bajaba, les precis�� �� dar fondo con un anclote. En el interin que cesaba el flujo de la marea, saltaron en tierra algunos; y habiendo observado D. Diego Varela y el Padre Joseph de Quiroga, las vueltas y bajas que hacia el rio, se volvieron �� bordo �� las 4 de la tarde. En tierra hallaron algunos matorrales quemados poco antes. A las 6 de la tarde entraron mas adentro, hasta poner el navio defendido de todos vientos, y le amarraron con dos anclas. Habiendo dado fondo en marea alta en nueve brazas, luego se quedaron en solas tres brazas, aunque el fondo es bueno de barro blanco.
Jueves 10, sali�� el Padre Matias Strobl y el alferez D. Salvador Martinez, con algunos soldados, �� ver si hallaban indios en tierra: y los Padres Cardiel y Quiroga, y el piloto mayor Varela salieron en la lancha prevenidos de v��veres �� sondar la bahia hasta el rio de la Campana, que ponen algunos mapas, �� si entraba otro rio, con ��nimo de no desistir de la empresa hasta averiguarlo todo. Hallaron que los navios pueden entrar hasta legua y media de la primera boca: que el mayor fondo se halla en pasando una isleta baja, que en pleamar le falta poco para cubrirse, y hay en ella algunos patos �� innumerables gaviotas. Todo lo demas, que est�� de la banda del sur y del oeste, en marea llena, parece un golfo todo lleno de agua; pero en bajamar queda todo en seco: y as��, habiendo navegado cosa de tres leguas hasta medio dia, y bajando �� este tiempo la marea, se quedaron en seco. Luego que subi��, prosiguieron h��cia unas barrancas blancas, que se veian al sud-oeste; y tres cuartos de legua antes de llegar �� ellas, y al parage donde en pleamar llegaba el agua, baj�� otra vez la marea, y se quedaron en seco. Descalz��ronse el piloto Varela y el Padre Cardiel, y por el barro y pozitos que dej�� la bajamar, llegaron �� la costa. Anduvieron h��cia una y otra parte, y reconocieron que all�� se acababa la bahia, y all�� fenec��a el grande y fabuloso rio de San Julian, su gran laguna y el rio de la Campana, tan mentados y decantados en los mapas, especialmente de los extrangeros; quedando harto maravillados de que con tanta confianza se cuenten tales f��bulas, y se impriman sin temor de ser cogidos en la mentira.
Encima de aquellas barrancas �� laderas hall�� el Padre Cardiel cantidad de yeso de espejuelo, en planchas anchas �� manera de talco. Volvi��ronse descalzos �� la lancha, en que durmieron hasta las dos y media de la ma?ana del viernes 11. En amaneciendo fueron costeando lo restante de esta bahia: �� las ocho baj�� la lancha, sin poder sacarla hasta las dos y media de la tarde, que creci�� la marea, y rodeada toda la bahia, se volvieron al navio, y en toda ella no hallaron agua dulce, ni le?a, sino tal cual matorral de sabina y espino. El Padre Matias Strobl volvi�� diciendo, que por donde habian andado, la tierra era semejante �� la del Puerto Deseado; que hall�� en la orilla de la bahia unos pozos con una vara de profundidad, de agua algo salobre; pero que se podia beber, hechos �� mano: que se discurri�� los harian los ingleses de la escuadra de Jorge Anson, el a?o de 1741, y que tambien hall��, �� distancia de media legua de la bahia, una laguna, cuya superficie estaba quajada de sal. Los marineros tendieron la red, y pescaron buen n��mero de peces grandes, de buen gusto, semejantes al bacallao, aunque algunos dijeron era pejepalo.
S��bado 12, qued��ndose indispuesto el Padre Quiroga en el navio, salieron los dos pilotos �� marcar el sitio de las salinas, y se recogieron �� bordo al anochecer, quedando en tierra dos soldados, que se apartaron demasiado. Domingo 13, reconociendo en aquel puerto tan mala disposicion para que se quedasen los Padres Strobl y Cardiel con el alferez y los soldados, y siendo igualmente ��rida toda esta costa hasta ahora
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