Cuentos de Amor de Locura y de Muerte | Page 9

Horacio Quiroga
con depresiones y exaltamientos femeniles. Todas sus ansias y suspicacias eran enfermizas, y usted no ignora de qu�� modo se sufre y se hace sufrir con este modo de ser.
Un d��a me dijo que estaba enamorado, y que posiblemente se casar��a muy pronto. Aunque me habl�� con loco entusiasmo de la belleza de su novia, esta apreciaci��n suya de la hermosura en cuesti��n no ten��a para m�� ning��n valor. Vezzera insisti��, irrit��ndose con mi orgullo.
--No s�� qu�� tiene que ver el orgullo con esto--le observ��.
--?Si es eso! Yo soy enfermizo, excitable, expuesto a continuos mirajes y debo equivocarme siempre. ?T��, no! ?Lo que dices es la ponderaci��n justa de lo que has visto!
--Te juro...
--?Bah; d��jame en paz!--concluy�� cada vez m��s irritado con mi tranquilidad, que era para ��l otra manifestaci��n de orgullo.
Cada vez que volv�� a verlo en los d��as sucesivos, lo hall�� m��s exaltado con su amor. Estaba m��s delgado, y sus ojos cargados de ojeras brillaban de fiebre.
--?Quiere hacer una cosa? Vamos esta noche a su casa. Ya le he hablado de ti. Vas a ver si es o no como te he dicho.
Fuimos. No s�� si usted ha sufrido una impresi��n semejante; pero cuando ella me extendi�� la mano y nos miramos, sent�� que por ese contacto tibio, la espl��ndida belleza de aquellos ojos sombr��os y de aquel cuerpo mudo, se infiltraba en una caliente onda en todo mi ser.
Cuando salimos, Vezzera me dijo:
--?Y?... ?es como te he dicho?
--S��--le respond��.
--?La gente impresionable puede entonces comunicar una impresi��n conforme a la realidad?
--Esta vez, s��--no pude menos de reirme.
Vezzera me mir�� de reojo y se call�� por largo rato.
--?Parece--me dijo de pronto--que no hicieras sino concederme por suma gracia su belleza!
--?Pero est��s loco?--le respond��.
Vezzera se encogi�� de hombros como si yo hubiera esquivado su respuesta. Sigui�� sin hablarme, visiblemente disgustado, hasta que al fin volvi�� otra vez a m�� sus ojos de fiebre.
--De veras, de veras me juras que te parece linda?
--?Pero claro, idiota! Me parece lind��sima; ?quieres m��s?
Se calm�� entonces, y con la reacci��n inevitable de sus nervios femeninos, pas�� conmigo una hora de loco entusiasmo, abras��ndose al recuerdo de su novia.
Fu�� varias veces m��s con Vezzera. Una noche, a una nueva invitaci��n, respond�� que no me hallaba bien y que lo dejar��amos para otro momento. Diez d��as m��s tarde respond�� lo mismo, y de igual modo en la siguiente semana. Esta vez Vezzera me mir�� fijamente a los ojos:
--?Por qu�� no quieres ir?
--No es que no quiera ir, sino que me hallo hoy con poco humor para esas cosas.
--?No es eso! ?Es que no quieres ir m��s!
--?Yo?
--S��; y te exijo como a un amigo, o como a ti, que me digas justamente esto: ?Por qu�� no quieres ir m��s?
--?No tengo ganas!... ?Te gusta?
Vezzera me mir�� como miran los tuberculosos condenados al reposo, a un hombre fuerte que no se jacta de ello. Y en realidad, creo que ya se precipitaba su tisis.
Se observ�� en seguida las manos sudorosas, que le temblaban.
--Hace d��as que las noto m��s flacas... ?Sabes por qu�� no quieres ir m��s? ?Quieres que te lo diga?
Ten��a las ventanas de la nariz contra��das, y su respiraci��n acelerada le cerraba los labios.
--?Vamos! No seas... c��lmate, que es lo mejor.
--?Es que te lo voy a decir!
--?Pero no ves que est��s delirando, que est��s muerto de fiebre?--le interrump��. Por dicha, un violento acceso de tos lo detuvo. Lo empuj�� cari?osamente.
--Acu��state un momento... est��s mal.
Vezzera se recost�� en mi cama y cruz�� sus dos manos sobre la frente.
Pas�� un largo rato en silencio. De pronto me lleg�� su voz, lenta:
--?Sabes lo que te iba a decir?... Que no quer��as que Mar��a se enamorara de ti... Por eso no ibas.
--?Qu�� est��pido!--me sonre��.
--S��, est��pido! ?Todo, todo lo que quieras!
Quedamos mudos otra vez. Al fin me acerqu�� a ��l.
--Esta noche vamos--le dije.--?Quieres?
--S��, quiero.
Cuatro horas m��s tarde lleg��bamos all��. Mar��a me salud�� como si hubiera dejado de verme el d��a anterior, sin parecer en lo m��s m��nimo preocupada de mi larga ausencia.
--Preg��ntale siquiera--se ri�� Vezzera con visible afectaci��n--por qu�� ha pasado tanto tiempo sin venir.
Mar��a arrug�� imperceptiblemente el ce?o, y se volvi�� a m�� con risue?a sorpresa:
--?Pero supongo que no tendr��a deseo de visitarnos!
Aunque el tono de la exclamci��n no ped��a respuesta, Mar��a qued�� un instante en suspenso, como si la esperara. Vi que Vezzera me devoraba con los ojos.
--Aunque deba avergonzarme eternamente--repuse--confieso que hay algo de verdad...
--?No es verdad?--se ri�� ella.
Pero ya en el movimiento de los pies y en la dilataci��n de las narices de Vezzera, conoc�� su tensi��n de nervios.
--Dile que te diga--se dirigi�� a Mar��a--por qu�� realmente no quer��a venir.
Era tan perverso y cobarde el ataque, que lo mir�� con verdadera rabia. Vezzera afect�� no darse cuenta, y sostuvo la tirante expectativa con el convulsivo golpeteo del pie, mientras Mar��a tornaba a contraer las cejas.
--?Hay otra cosa?--se sonri�� con
Continue reading on your phone by scaning this QR Code

 / 64
Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.