Contestaciones y Consideraciones | Page 4

Apolinario Mabini
de su pasado y tradiciones, ni desmentir abiertamente las razones de humanidad alegadas ante el mundo, para justificar su guerra contra Espa?a y el deseo de quedarse á toda costa con las Islas Filipinas.
Como hablamos, no para hacer propaganda de nuestros ideales, sino para informar al pueblo americano de los verdaderos deseos del pueblo filipino, prestando un servicio à la causa de la paz, vamos á relatar brevemente los antecedentes de la revolucion Filipina, pues por ellos comprenderemos los medios de mejoramiento que pueden ofrecerse á los filipinos. La muerte de tres sacerdotes filipinos Burgos, Gomez y Zamora produjo un cambio en los sentimientos del pueblo. El P. José Burgos era muy popular, porque defendia los derechos del clero filipino; de aqui el que su muerte haya sido sentida hondamente y haya provocado una protesta general de indignacion. Es verdad que esta protesta no salìa del seno del hogar y de la confianza, porque las autoridades espa?olas tenìan reservadas para esta clase de resabios cruelísimas penas; pero, por lo mismo que no podía desahogarse, creció mas y mas.
Mas tarde algunos jóvenes filipinos fueron á Espa?a, no solo para adquirir mayores conocimientos, sino para exponer al pueblo espa?ol las verdaderas necesidades del pueblo filipino, que las autoridades espa?olas aconsejadas por las Corporaciones religiosas procuraban ocultar y reprimir, en vez de atender. Al efecto fundaron un periòdico sostenido por el pueblo y pidieron la regulacion de las facultades del Gobernador general; la representacion Filipina en el cuerpo legislativo espa?ol; la libertad de imprenta, de cultos y de asociacion; la prohibicion de expedientes gobernativos en que se condenaba à uno sin ser oido, ó se violaban el domicilio y la correspondencia por simples denuncias reservadas à las autoridades gobernativas; la secularizacion de las Parroquias, la equiparacion de los filipinos á los espa?oles en todos los derechos políticos y civiles y en la participacion en los empleos públicos, ya que aquellos solos casi soportaban las cargas públicas; muchos auxilios y pocas trabas á la agricultura, industria y comercio: en una palabra, la promulgacion en Filipinas de la constitucion espa?ola y la asimilacion completa de las mismas á cualquiera provincia de la Penìnsula espa?ola.
Los espa?oles desatendieron estas peticiones, bajo pretexto de que eran obra de unos cuantos ilusos, alegando que el pueblo estaba todavìa en estado salvaje, como ahora desatienden los americanos las demandas de los revolucionarios, con el pretexto de que la revolucion es obra únicamente de unos cuantos tagalos ambiciosos. ?Còmo ha respondido el pueblo al insulto de los espa?oles? Con el movimiento del a?o 1896, iniciado y llevado á cabo por la clase menos instruida y mas numerosa del pueblo.
Los espa?oles trataron de cortar este movimiento, matando á Rizal y cuantos filipinos hubiesen demostrado grande amor al pais y encarcelando, torturando y deportando á casi todos los ilustrados de las provincias. Y remataron su obra, enga?ando á los Jefes revolucionarios, mediante promesas de libertad, consignadas en un documento privado sin valor de ninguna especie, pues no estaban dispuestos á cumplirlas.
Con la expatriacion de los Jefes revolucionarios, creyeron los espa?oles terminada la revolucion, cuando ésta se estaba reorganizando de una manera mas formal en el seno del pueblo, pues los hombres mas instruidos é influyentes empezaban á tomar parte en ella, para darle ideales definidos. Estalla á poco la guerra hispano-americana; Aguinaldo vuelve de Hongkong, y se manifiesta la verdadera revolucion filipina sostenida por todas las clases de la sociedad y todas las provincias y pueblos que reconocen por Jefe á Aguinaldo, no tanto por los servicios al pais en el anterior movimiento, como para evitar rivalidades perjudiciales y perniciosas.
Con tales antecedentes, creemos haber demostrado bastante que la revolucion no es obra de unos cuantos ilusos ó ambiciosos, sino del pueblo; que el pueblo no obra inconcientemented, arrastrado por esos pocos, sino obra con conciencia de lo que hace á impulsos de aspiraciones bien definidas. La desanimacion y el descontento que acaba de demostrar con motivo de los abusos cometidos por algunos Jefes revolucionarios corroboran de modo concluyente nuestro aserto.
Ahora es mas facil contestar á esta pregunta: ?Cómo podríamos obtener la paz? Todos contestarán con nosotros que el medio mas eficaz y seguro es que el Congreso americano dé á los filipinos lo que no pudieron obtener de los espa?oles. ?Cuál es la forma de Gobierno compatible con las aspiraciones del pueblo? Conocemos tres: anexion de Filipinas como Estado, autonomía igual á la del Canadà ó Australia é independencia con protectorado. Con un Gobierno semejante al de la India que aconseja el profesor Schurman nada ganará el pueblo y creemos que con semejante oferta la paz solo podrà imponerse por la fuerza. La paz impuesta por la fuerza no dura ni garantiza el cumplimiento del compromiso contraido por los americanos de asegurar la propiedad é intereses extranjeros en Filipinas.
Se dirá que el gabinete
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