helena con un festivo juego a cuyo alrededor se agrupan y sonríen todas las naciones del mundo. Pero de aquel divino juego de ni?os sobre las playas del Archipiélago y a la sombra de los olivos de Jonia, nacieron el arte, la filosofía, el pensamiento libre, la curiosidad de la investigación, la conciencia de la dignidad humana, todos esos estímulos de Dios que son aún nuestra inspiración y nuestro orgullo. Absorto en su austeridad hierática, el país del sacerdote representaba, en tanto, la senectud, que se concentra para ensayar el reposo de la eternidad y aleja, con desde?osa mano, todo frívolo sue?o. La gracia, la inquietud, están proscriptas de las actitudes de su alma, como del gesto de sus imágenes la vida. Y cuando la posteridad vuelve las miradas a él, sólo encuentra una estéril noción del orden presidiendo al desenvolvimiento de una civilización que vivió para tejerse un sudario y para edificar sus sepulcros: la sombra de un compás tendiéndose sobre la esterilidad de la arena.
Las prendas del espíritu joven--el entusiasmo y la esperanza--corresponden en las armonías de la historia, y la naturaleza al movimiento y a la luz.--A donde quiera que volváis los ojos, las encontraréis como el ambiente natural de todas las cosas fuertes y hermosas. Levantadlos al ejemplo más alto:--La idea cristiana, sobre la que aún se hace pesar la acusación de haber entristecido la tierra proscribiendo la alegría del paganismo, es una inspiración esencialmente juvenil mientras no se aleja de su cuna. El cristianismo naciente es en la interpretación--que yo creo tanto más verdadera cuanto más poética--de Renán, un cuadro de juventud inmarcesible. De juventud del alma, o, lo que es lo mismo, de un vivo sue?o de gracia, de candor, se compone el aroma divino que flota sobre las lentas jornadas del Maestro al través de los campos de Galilea; sobre sus prédicas, que se desenvuelven ajenas a toda penitente gravedad; junto a un lago celeste; en los valles abrumados de frutos; escuchadas por ?las aves del cielo? y ?los lirios de los campos? con que se adornan las parábolas; propagando la alegría del ?reino de Dios? sobre una dulce sonrisa de la Naturaleza.--De este cuadro dichoso están ausentes los ascetas que acompa?aban en la soledad las penitencias del Bautista. Cuando Jesús habla de los que a él le siguen, los compara a los paraninfos de un cortejo de bodas.--Y es la impresión de aquel divino contento la que, incorporándose a la esencia de la nueva fe, se siente persistir al través de la Odisea de los evangelistas; la que derrama en el espíritu de las primeras comunidades cristianas su felicidad candorosa, su ingenua alegría de vivir, y la que, al llegar a Roma con los ignorados cristianos del Transtevere, les abre fácil paso en los corazones; porque ellos triunfaron oponiendo el encanto de su juventud interior--la de su alma embalsamada por la libación del vino nuevo--a la severidad de los estoicos y a la decrepitud de los mundanos.
Sed, pues, conscientes poseedores de la fuerza bendita que lleváis dentro de vosotros mismos. No creáis, sin embargo, que ella esté exenta de malograrse y desvanecerse, como un impulso sin objeto, en la realidad. De la Naturaleza es la dádiva del precioso tesoro; pero es de las ideas que él sea fecundo o se prodigue vanamente, o fraccionado y disperso en las conciencias personales, no se manifieste en la vida de las sociedades humanas como una fuerza bienhechora.--Un escritor sagaz rastreaba ha poco en las páginas de la novela de nuestro siglo--esa inmensa superficie especular donde se refleja toda entera la imagen de la vida en los últimos vertiginosos cien a?os--la psicología, los estados de alma de la juventud, tales como ellos han sido en las generaciones que van desde los días de René hasta los que han visto pasar a Des Esseintes.--Su análisis comprobaba una progresiva disminución de juventud interior y de energía en la serie de personajes representativos que se inicia con los héroes, enfermos, pero a menudo viriles y siempre intensos de pasión, de los románticos, y termina con los enervados de voluntad y corazón, en quienes se reflejan tan desconsoladoras manifestaciones del espíritu de nuestro tiempo como la del protagonista de à rebours o la del Robert Greslou de Le Disciple.--Pero comprobaba el análisis también un lisonjero renacimiento de animación y de esperanza en la psicología de la juventud de que suele hablarnos una literatura que es quizá nuncio de transformaciones más hondas; renacimiento que personifican los héroes nuevos de Lema?tre; de Wizewa, de Rod, y cuya más cumplida representación lo sería tal vez el David Grieve con que cierta novelista inglesa contemporánea ha resumido en un solo carácter todas las penas y todas las inquietudes ideales de varias generaciones, para solucionarlas en un supremo desenlace de serenidad y amor.
?Madurará en la
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